Columna Literaria: El adulto centrismo en la literatura por Germán Masgoret

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En esta edición de su columna literaria para Diariotortuga.com, el escritor Germán Masgoret reflexiona sobre el concepto del adulto centrismo en la literatura como factor determinante en ciertos aspectos y poca veces puesta en discusión.

Por Germán Masgoret/ En la columna de hoy quería opinar sobre un concepto que tenemos ultra naturalizado pero que pocas veces se pone en tensión o nos interpela. Me refiero al concepto del adulto-centrismo. Este hace referencia enciclopédicamente a  la “existencia de un tipo hegemonía, una relación social asimétrica entre las personas adultas, que ostentan el poder y son el modelo de referencia para la visión del mundo, y otras personas, generalmente infancias, adolescencias, juventudes o personas mayores”.

La idea de que el ser humano se desarrolla con plenitud en la adultez es una idea peligrosa que se ha ido expandiendo en todas las otras ramas de las actividades humanas incluida el arte sobre todo en nuestra contemporaneidad y específicamente quería dar una opinión de como veo que incide esta idea de poder en el arte literario.

En este concepto, tomado como modelo en el cual el adulto queda como foco central, es que pierden fuerza las demás etapas de la vida del ser humano cómo lo es la niñez y la adolescencia o la tercera edad. Estas etapas quedan como un residuo o un potencial de algo: el niño o a la niña que será un adulto o adulta. El anciano o anciana que ya no es joven.

En el caso del ámbito literario ocurre esto muy a menudo con ciertos tipos de literatura. La víctima predilecta del adulto-centrismo en la vida literaria e intelectual de la sociedad moderna es la llamada literatura infantil. De manera pensada o ingenua tenemos asociado a este tipo de escritura como una escritura básica que no aporta demasiado en nuestra intelectualidad de adulto, que no nos representa en absoluto, que son cosas para niños y niñas y que es una literatura encerrada para un público específico, infantil.

Hasta el día de hoy tengo el recuerdo de tres libros grandes que me regalaron llenos de cuentos y dibujos y que hasta el día de hoy me acompañan en la memoria y me producen una sensación de mucha felicidad. Algo hay en los cuentos infantiles de poderoso que no estamos sabiendo vislumbrar. También recuerdo otra colección de cuentos que venían con un cassette para que cuando lo pusieras en el radiograbador pudieses escuchar la narración hermosa de una mujer que casi te susurraba las historias mientras seguías la lectura en esa letra enorme con dibujos pintados al estilo acuarela.

Cuando leí El Principito fue cuando entendí todo acerca de esta discusión y esta idea que nos imponen en una sociedad jerárquica y evolutiva donde la plenitud se da a una cierta etapa y después empieza un declive inminente y gris. Eso es lo que nos hacen creer. Uno siendo niño vive con la ansiedad de por fin ser adulto, pero cuando sos adulto te das cuenta de la trampa, aunque tarde.

Entonces al revisar esta idea tergiversada e impuesta por el mercado, de lo que es útil y lo que no, uno descubre esa macabra estrategia exitosa de alejar al adulto de toda imaginación. Primero con este concepto de lo jerárquico y segundo con una vida laboral de explotación física y mental que las personas ejercen con la praxis en la cotidianidad y que solo los lleva con el deseo de irse a dormir y no pensar en más nada.

Por el contrario, a todo lo que se intenta naturalizar con esta idea de un dios adulto, pienso que la literatura infantil es una usina de imaginación infinita y de frescura tal que revierte en cualquier caso la aridez que nos propone el sistema a nuestro liso y paupérrimo territorio mental de adulto. Uno como tarea y antídoto debería releer El Principito, Dailan Kifki, Jack y las habichuelas mágicas, el cuento de la lechera, etc., etc., etc. Porque estamos acá y creo que nunca estuvimos tan equivocados. La literatura infantil es el origen y es el fin. Es la simplicidad y lo genuino tal cual, como la mente desprejuiciada que debemos rescatar de nuestro niño, de nuestra niña, de nuestro niñe.

Entonces yo termino esta columna de opinión pensando si deberíamos cambiar este paradigma donde el adulto-centrismo lo único que hace es autocensurarnos y contaminarnos la mente en esta idea escalonada de lo superior y de lo inferior siempre poniéndonos en una competencia carnívora entre unos y otros. Sin dudas, es algo que nos aleja cada día más de nuestro arte y de nuestro genuino centro y origen.

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