Silvina Fernández, una cantautora que se descubre «en tribu» desde el interior del interior

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Con caja chayera y guitarra, la cantautora Silvina Fernández pasó por “Tarde para Tirar la Toalla” en la Radio Tortuga 92.9. Entre fragmentos de canciones en vivo, hizo un repaso autobiográfico, se refirió a sus orígenes peñeros en la capital cordobesa; a su viaje de siete años tierra adentro en Chilecito, La Rioja, donde empezó a forjar sus propias canciones; y a su presente anisacatense, inserta en la “tribu” cultural del Valle de Paravachasca.

Silvina Fernández se crió en barrio Belgrano, al norte de la Ciudad de Córdoba. Recuerda de su hogar de niña el hábito familiar de cantar trabajando o trabajar cantando, en el que se entremezclaban su papá con Alfredo Zitarrosa en el patio, su mamá lavando con María Martha Serra Lima, el rock nacional e internacional de su hermana; y el rumor cuartetero del resto del barrio. Así se forjó su gusto musical, rememora, “mezclando Zitarrosa con La Mona, Cerati y María Martha Serra Lima”.

En ese contexto, “cantaba las cosas que oía y me nació el interés por estudiar”, recuerda, destacando que su familia, pese al origen humilde del hogar, la acompañó en su vocación. “Pasé por el Conservatorio y la Facultad de Artes y mi formación empezó a ser más encaminada”, detalla y se detiene en una posta de sus recuerdos: “A los 15, una profe del secundario, Daniela, me invitó a cantar en un grupo de tango. ‘Vuelvo al Sur’ fue la primera canción que canté. Ahí me dio ganas de estudiar. A partir de ese estímulo”. Incluso llegó a hacer giras por Córdoba con esa propuesta. La guitarra, en tanto, se incorporaría más tarde como un instrumento para complementar el canto.

“Terminé el secundario e ingresé al Instituto de Culturas Aborígenes, el ICA, porque quería estudiar Antropología y en ese tiempo no estaba en la Universidad Nacional de Córdoba. El Instituto me permitió conectarme con toda la Argentina, porque iba gente de todos los lugares. Ahí también tuve una formación social de lo que significa el folklore culturalmente”, relata.

RADIO TORTUGA (RT): ¿Y qué descubriste en vos?

SILVINA FERNÁNDEZ (SF): La caja chayera… Empiezo a escuchar a mujeres cantando con sus cajas.

Silvina Fernández empezó a frecuentar los circuitos de peña cordobeses, interpretando repertorios dentro de los que estaban las cuecas “La Plumita” y “Nacida en agua de guerra”, y la “Zamba de Lozano”, entre otras canciones. “Y el canto de caja”, subraya.

Una excursión al interior del interior del interior

RT: Con 30 años, en 2011 elegís dejar Córdoba para ir a Chilecito, en el interior de La Rioja… ¿Qué pasó ahí?

SF: En Córdoba yo estaba trabajando de docente de Música y se había agotado mi propuesta como intérprete. Entonces me fui, enamorada de la “Chaya”. Allá empecé a trabajar en lugares hermosos, bien adentro, en el interior de Chilecito: Nonogasta, Guanchín, Miranda… Lugares altos desde donde podés ver al Famatina como guardiana de los minerales.

Es en su experiencia de Chilecito donde nace su faceta de cantautora y compositora, que viene a darle aire a ese rol de intérprete que percibía que se había agotado: “Ahí tengo que agradecerle a la Madre Rioja el hecho de empezar a cantar mis propias canciones”.

RT: ¿Qué pasaba en Córdoba que no te salía componer tus propias canciones?

SF: Quizás fue lo fuerte de vivir en esa ciudad, lo fuerte de decir cosas, nuestros pareceres. En Córdoba había mucho estímulo, mucha gente haciendo hermosas canciones. Yo estaba de espectadora quizás.

Silvina Fernández tiene bien presente su primera canción, “Casita Libertad”, un candombe dedicado a una casa cultural en Chilecito, erigida donde antes había funcionado un prostíbulo. “La quiero porque fue muy especial; es tan diferente ser intérprete de cosas de otros y repente cantar lo tuyo”, esboza.

RT: ¿Venías probando con la composición o salió de zopetón?

SF: Salió de zopetón, porque la historia es muy fuerte. Es sobre un espacio recuperado que había sido un prostíbulo del pueblo. Compañeras, referentes de organizaciones sociales en Chilecito deciden con otras mujeres empezar a habitar ese lugar y convertirlo en un espacio cultural, al cual se le agrega que ensayaban los tambores de candombe. Entonces fue unir esta situación de esclavitud de los tambores, pero a la vez ponerle esa alegría que le hacía falta al lugar que era muy lúgubre. Eso se suma a que en ese lugar se hicieron allanamientos, buscando a Marita Verón, que dicen que pasó por ahí. Esa canción salió así.

RT: ¿Qué te pasó cuando salió la canción?  ¿Se abrió algo en vos?

SF: Sentí vértigo, pero salió en un contexto en el que me decían “cantala”, porque hacía falta cantarla y se cantó. Fue muy concreto. Se cruzó con la historia de La Rioja y su negritud.

Silvina Fernández cuenta que a partir de esa composición, empezaron a brotar las canciones propias y directamente las empezó a mostrar. “Fue cambiar la cabeza y pensar qué quería hacer con la música. Había un desgaste en eso de ser sólo intérprete”, recuerda y vincula este renacimiento artístico con la experiencia como madre que estaba atravesando en esos días. “La maternidad te pone en un lugar especial en el que sentís que dejás muchas cosas. La música me salvó. Me aferré a mi proyecto con mis canciones”, completa.

El llamado de «la tribu»

Siete años vivió Silvina Fernández en Chilecito, hasta que volvió a la Provincia de Córdoba, esta vez para afincarse en Anisacate. Al indagar en las razones de este nuevo viraje, refiere a la “aceleración de los procesos de las mujeres que se viene dando” en estos últimos años y a un llamado que empieza a sentir hasta esta región. “En otros lados estaban pasando cosas y quería estar ahí. En los pueblos chicos, la mujer música no tiene mucho lugar. Empecé a venir y a tocar con gente de acá, estando allá. Y cada vez que venía, me decían que nos juntemos y hacíamos temas. Las cumpas de acá me iban hinchando. Eso tuvo mucho que ver. Y Anisacate apareció porque la tribu del Valle de Paravachasca fue para allá para la ‘Chaya’ y de alguna manera empezó a tironear para que nos viniésemos para acá”, narra vertiginosamente.

RT: Expectativa y realidad tienen distancias mágicas. ¿Cómo fue cuando llegaste, volver a Córdoba y no a la ciudad, sino meterte en esta zona?

SF: Vinimos en familia los tres, con mi compañero y mi hija, a construirnos la casa para vivir, pero parando en la casa de todo el mundo. Siempre estuvimos muy acompañados. Conozco el nombre de los perros de todos. (risas) Inclusive nos ayudaron a levantar el techo y a empezar a tocar. Fue todo bastante rápido. Hace varios años toco con Susana Freisz (flautista de Villa Los Aromos) en mi proyecto, es una colega, una compañera. Vinimos con mucha gente que nos bancó y nos sigue bancando en esto de remarla con todos los problemas económicos y lo que va sucediendo; y tener siempre el abrazo compañero.

El arribo por Anisacate dio luz también a una canción que reconoce Silvina Fernández como representativa del momento y de las demandas del movimiento feminista: “Mira cómo nos ponemos”. El título deviene del hashtag que supieron acuñar las Actrices Argentinas frente a la revelación de casos de abusos en el ámbito artístico. El impulso que dio vida a la canción tiene dos vertientes, según explica Silvina Fernández: “Una fue el parlamento de mujeres indígenas que se hizo y al que yo fui en representación de la Asamblea de Chilecito. Escuchar a las mujeres ancianas con los mismos problemas, las mismas ansias y las mismas alegrías, fue muy fuerte y quedé pensando. La otra vertiente de este tema es lo que sucedió en 2019 en Los Aromos, cuando una vecina fue prendida fuego por su ex pareja”.

RT: Acabás de dar a conocer una canción llamada “Remedios del Valle”, dedicada a esta figura histórica, conocida como “Capitana de la Patria” o la “Madre de la Patria”, todavía muy desconocida en mucha gente. Contanos de ella, de la canción y de la iniciativa del Ministerio de Cultura de la Nación, a partir de la cual pudiste grabarla.

SF: La canción “Remedios del Valle” parte de un incentivo de Cultura de Nación, a través de un concurso del año pasado para homenajear a la “Madre de la Patria”. Es una de las canciones que más rápido hice, porque había una fecha límite y yo me enteré re tarde de esa convocatoria. Tenía un estribillo que me andaba dando vueltas y que saqué del libro “Espejos” de Eduardo Galeano que habla sobre el concepto de la mujer como carne de cuartel; lo que tiene que sufrir en todas las guerras la mujer como un objeto sexual. Dice el estribillo: “Fuimos carne de cuartel, en caldos de humillación y en esa ollita, mujer, se cocina la revolución”. Lo hice cocinando también, entonces guarda esa relación de la mujer que mientras cocina, va cocinando también sus ideas y lo que va queriendo hacer. Ese estribillo estaba, le metí pata para las estrofitas y siempre la tribu estuvo apoyando. Pedí que me graben unos tambores. Lo que presenté al Ministerio fue mi voz sobre una base de tambores. Juan Basso, que es uno de los músicos del Valle que hace música uruguaya, se fue para el candombe de Los Chañaritos y me grabaron la pista en una noche. Me mandaron el audio y grabé la voz en el baño de mi casa con el teléfono y lo mandamos como estaba. Salió “Mención especial”. A partir de ahí, el Ministerio y el INAMU (Instituto Nacional de la Música) saca becas y estímulo en dinero y con eso tuvimos para poder grabar más profesional.

RT: Se conjugan varias cosas muy tuyas en esa canción; la cultura afro, las mujeres, la historia…

SF: Sí, el candombe es un ritmo que moviliza el cuerpo y el corazón. Nuestra versión es también medio cordobesa y riojana. Lo negro está en todos lados y se expresa de diferentes formas. Inclusive yo tengo ascendencia negra y no se habla mucho en la familia de esos antepasados. Fue un viaje a mis raíces en cierto modo.

Escuchá la entrevista completa:

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