Daniel Cervantes: «El deporte es una puerta grande para que te respeten y te valoren»

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* Por Pablo Rodríguez. Daniel Cervantes tiene 36 años e integra la Selección Argentina de Fútbol Talla Baja, con la que ganó una Copa América y la Eurocopa, y conoció al Papa. En estos días recibió en los premios Cóndor una distinción al mérito deportivo. En diálogo con este Portal, repasó su historia personal y brindó su testimonio sobre la importancia que reviste la contención social y las oportunidades y herramientas para derribar los prejuicios que perviven sobre las personas con discapacidad.

«Nací y vivo mis 36 años acá en Alta Gracia. Toda mi vida viví en barrio Cámara, sobre la calle Agustín Aguirre». A lo largo de la charla, Daniel Cervantes volverá todo el tiempo sobre su relación de arraigo con esta «ciudad pueblo» de la que se siente parte y en la que su familia y sus amigos son su principal sostén.

Daniel Cervantes vive con una displasia que, explica, a diferencia de la acondroplasia (lo que comúnmente se conoce como enamismo) que es a nivel óseo, lo suyo tiene que ver con lo hormonal: «Lo que yo tengo es como el gen Messi. Es la misma condición que tuvo Lio cuando era chico. Con el mismo tratamiento. Pero yo lo corté y decidí buscar una alternativa, que no fuera tan invasiva como las inyecciones«.

Recuerda aquellos primeros años de su vida como un ir y venir de médico en médico, entre inyecciones y consultas con endocrinólogos y nefrólogos que experimentaban diversas alternativas. «Cada vez que iba al doctor, era como una diálisis. Era un catéter, te ponían sangre, te ponían esto… iban probando. Y yo no me sentía cómodo. Tenía diez u once años y le planteé a mi mamá que no quería seguir con eso. Entonces fuimos por otra alternativa y llegué a crecer hasta donde pude, con el tratamiento con pastillas. Si seguía con el tratamiento, podría haber llegado a crecer hasta 1,60 o 1,65, pero decidí no pasar más por eso», recuerda.

Pese a esos molestos tratamientos, Daniel Cervantes recuerda sus primeros años como una «infancia plena», con un grupo grande de amigos y una familia contenedora, que le transmitió el desafío de buscarle la vuelta a todo para alcanzar los objetivos. «Al estar en una ciudad pueblo, en la que todos se conocen, no era un bicho raro. Me respetaban. Como todos los niños, habrá habido algunas burlas; pero yo no les daba importancia. Las maestras de antes no estaban preparadas como ahora para una persona con discapacidad, pero en mi colegio, el San Martín, eran madres y acompañantes y me trataban como uno más«, rememora.

Y cuenta una anécdota que da cuenta de cómo se fue forjando su carácter a lo largo de su vida. Un abuelo suyo que vivía en La Cumbrecita le regaló un caballo a los siete años y le enseñó a montarlo y a ensillarlo: «Me dijo ‘yo te subo, andá, pero la próxima vez, vos buscá la forma; te subís a la tranquera, a un árbol, a una piedra alta y te acomodás’. Y así fue. Rebuscándome, le fui encontrando la vuelta».

Una oportunidad inesperada

PORTAL TORTUGA (PT): ¿Cuál es tu primer acercamiento al deporte?

DANIEL CERVANTES (DC): Fue en el fútbol. En nuestra época era tener un yo-yo, una pelota, un balero o una piedrita para jugar a la payana. Lo primero fue la pelota en mi caso y la primera escuelita de fútbol en la que estuve a los seis años, era en los salesianos. Era uno más, no había deporte adaptado. El que podía, lo hacía; y el que no, hacía otra cosa. Yo elegí eso. Arranqué como un juego, como todo niño. Más de grande, a los diez, me fui al bicicross. Mi amigo de toda la vida, Marcelo Der Ohanessian, cuando era chico corría en el Parque García Lorca. Él me incentivó a eso y mi tío a los diez me llevó a una carrera. Seguí con el fútbol y el bicicross en paralelo. Más de grande me fui a jugar a Córdoba, en Belgrano, y después me di cuenta de que no me iba a dar ni el tiempo ni el cuerpo para las dos cosas; entonces opté por el bicicross. En Belgrano el entrenador veía que yo era muy chico de estatura para estar en una liga. A la par, yo podía correr con un pibe de 17 años tranquilamente. En ese momento estaba muy bien, pero era muy bajito. Me metí con todo en el bicicross y seguí con el fútbol, pero jugando algún que otro torneíto.

La muerte de su mamá, hace unos diez años, lo alejó momentáneamente del bicicross. Particularmente, cuenta, se alejó de esa rutina que se había generado de estar permanentemente yendo a participar a torneos y competencias.

Cuatro años después de esa pérdida, sin embargo, un hecho fortuito abrió una ventana inesperada.

Daniel Cervantes estaba un día en el kiosco de una amiga, tomando mate, cuando llegó con su hijo una mujer que al verlo, le comentó que lo conocía porque iban al mismo gimnasio. En medio de la charla le habló de la selección cordobesa de fútbol de talla baja, que entrenaba en el Estadio Kempes como parte de un programa de la Agencia Córdoba Deportes. Era Sol Maldonado, la mamá de Marcos Mulhall, un joven futbolista que también forma parte del combinado provincial y ha sido convocado al plantel argentino.

«Yo nunca había hablado con ella y de su hijo no me acordaba», recuerda Daniel. «Habían pasado unos años de lo de mi mamá y yo tenía en mi cabeza más presente lo del bicicross», completa.

Sin embargo, las palabras de esa mujer quedaron resonando y Daniel empezó a investigar sobre el tema. «Vi el nombre de Jesús Bordón y cuando lo googleé, vi que jugaba en la Selección Argentina de Fútbol de Talla Baja. Le mandé un mensaje y no me respondió». Y entonces, a través de un contacto familiar, recurrió al ex arquero de Belgrano, Juan Carlos Olave, que acompañaba este proyecto. Al conseguir día y hora del entrenamiento en el Kempes, le pidió a un amigo que lo acompañara: «Fue raro, porque yo nunca me había relacionado con una persona con la misma displasia o con personas con discapacidad en general. Y así arranqué… y nunca paré».

PT: ¿Qué te acordás de ese primer entrenamiento?

DC: Iba mentalizado en el entrenamiento. No me fijaba en otras cosas. Pero estando ahí, pensaba en eso de poder disputar una pelota con alguien que lo tenía más o menos a tu altura. Estaba acostumbrado a jugar con pibes de 1,70 o 1,80, ir a chocar. El primer instinto que tuve fue el de no ir fuerte. Los veía a los demás como personas frágiles y no quería golpear a nadie. El entrenador me dijo entonces, «Daniel, sos uno más. Si lo tenés que chocar, chocalo. Ellos están acá para lo mismo que vos». En los primeros tiempos, me tuve que acostumbrar a muchas cosas de ellos; a sus velocidades y a sus tiempos, que eran nada que ver a lo que yo estaba acostumbrado. Fue una sensación rarísima.

Pocas semanas después, algunos de esos jóvenes con los que entrenaba en el Estadio Kempes, fueron a jugar con la Selección Argentina a Paraguay. A los tres o cuatro meses, Daniel recibió un llamado de Jesús Bordón para ir a jugar a Brasil, representando al equipo nacional.

«Yo no entendía nada. Iba dos veces por semana a entrenar. En ese momento, ellos me empiezan a contar cómo se movían, qué cosas había que buscar. Yo al certificado de discapacidad no lo usaba, no sabía qué era y ellos me empezaron a incluir en eso. Lo de Brasil fue raro. De Córdoba iban Jesús Bordón, Martín Baigorria y Juan Sella. Hicimos una movida en pocos días y terminé yendo, y así jugamos el primer torneo a nivel país con la primera selección brasilera. Y ahí arrancó la locura. Ya son seis años de una atrás de otra».

La puerta grande

PT: ¿Qué te pasó en lo humano cuando empezaste a compartir tantas experiencias con tus compañeros de las selecciones de Córdoba y Argentina? ¿Te encontraste con historias parecidas a la tuya?

DC: Había de todo. En algunos casos era muy triste cómo la vivieron. Por el lugar en el que vivían. Yo recalqué siempre que al vivir en una ciudad pueblo, no tenía una mirada y chistes de mal gusto de los demás. Pero a muchos de los pibes les pasó en ciudades grandes que todo el tiempo tuvieron que sufrir o que los miraran raro. Con las personas con las que charlé, coincidimos en que todos tenemos grupos de amigos grandes que son el escudo y la protección frente a la mirada ajena.

PT: ¿Qué ofrece el deporte ante esas situaciones?

DC: El deporte es una puerta grande para que te respeten y te valoren. El deporte ha ayudado a muchos que tienen las piernas cortas, pero en la cancha juegan a una velocidad, a un nivel, que te lleva a pensar por qué estamos tan errados, por qué ese tabú con quienes tienen algo distinto. Por qué pensar que te imposibilita. Haber ganado cosas abre la puerta para que la gente te valore de otra forma. El deporte ayuda también a tener otras oportunidades.

PT: ¿Sentís que la visibilización que viene teniendo tu historia y la de Marcos (Mulhall) ayuda a cambiar la cabeza de la sociedad?

DC: Sí, tal cual. Yo en el deporte que hacía antes jamás toqué la Municipalidad para pedir algo. Me las rebuscaba. En este caso, nos ha ayudado mucho a la hora de pedir recursos. Y socialmente siempre. El ser más conocido o el tener el logro, hace que la sociedad apueste un poco.

Daniel Cervantes sentencia con firmeza que «la generación de la Selección Argentina de Talla Baja abrió una puerta para los niños que vienen atrás». Y cita la historia de una mujer de un pueblo cercano a Río Cuarto, que no sabía cómo contener a su hijo talla baja porque la comunidad era muy cerrada y los deportes eran muy abocados para la gente que no tiene esta condición.

«El pibe estaba chocho porque la madre le mostraba los vídeos de lo que hacíamos nosotros. Él quería llegar a algo de eso. A eso apuntamos, a que nos demos cuenta que esos nenes no tienen que estar resguardados en cuatro paredes. Lo que hacemos es visibilizar que para los pibes con una condición distinta al resto, sea una displasia, una amputación, movilidad reducida o limitaciones visuales, hay miles de ramas de deportes y oportunidades de estudio«.

Un sueño interminable

PT: Hasta antes de que apareciera esta experiencia, no veías tu condición como una discapacidad, porque tenías oportunidades y una vida de contención con tus amigos y familia, y hoy te ves recibiendo el mensaje de esta madre. Cuando parás la pelota, ¿qué pensás sobre lo que te viene pasando?

DC: Todo pasa muy rápido. Desde el día uno que arranqué con los pibes con la misma condición, me cambió la cabeza involucrarme con gente con diferentes discapacidades en el Estadio Kempes, entrenando distintas disciplinas. Tener contacto con la gente con discapacidad, te hace ver otras cosas. Existen miles de deportes. Yo veía los juegos olímpicos, pero no veía los juegos paralímpicos. Cuando ves a un atleta ciego correr 100 metros de fondo con su acompañante, yendo a la misma velocidad, te preguntás ‘cómo puede ponerse en tiempo y espacio’. Yo no caigo todavía. Una amiga me decía si no me gustaría hacer algún curso para tener herramientas para motivar a la gente. La verdad es que nunca se me cruzó, pero estaría bueno. Yo todavía no asiento la cabeza sobre todas las cosas que me han pasado; vivo el día a día, pero a 200 kilómetros por hora. Haber entrado en la Selección, jugar una Copa América, otra Copa América, ir a ver al Papa, jugar un torneo internacional en Europa. Soy entrenador de badminton y de deportes alternativos para personas con discapacidad y convencionales.

PT: ¿Cómo ves tu futuro, qué mirás en el horizonte?

DC: Por ahora me enfoco en llegar al Mundial de Fútbol el año que viene (del 28 de julio al 5 de agosto del 2023 en Colonia, Alemania). Después veré si me sigue teniendo en cuenta la Selección, que va a ser difícil porque la generación que viene detrás tiene pibes que vienen muy bien y el cuerpo demanda más para estar en un mismo nivel. Yo me enfocaría más en conseguir un trabajo estable, tener mi casa, en otras cosas. Seguiría ligado al deporte. Me gustaría hacer cursos de técnico para paradeportes o para deportes convencionales, pero quiero enfocarme en tener mis proyectos personales. El deporte en nuestro caso no te da plata, no te podés profesionalizar.

PT: ¿Cuánto sentís que te cambió la vida ese momento en el que te hablaron por primera vez de la selección de talla baja?

DC: Uf… Un 70 u 80 por ciento de mi vida. Me cambió un montón la cabeza. Me reacomodó y me hizo conocer mucho.

Daniel Cervantes recibió el 7 de diciembre pasado en el Estadio Mario Kempes una distinción especial al mérito deportivo en el marco de los Premios Cóndor, la cita anual a la que arriban las y los deportistas más destacados de la provincia de Córdoba. «Nunca creí que me darían una distinción en esos premios tan importantes«, dice, como redescubriendo una y otra vez los logros que va alcanzando.

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