Eugenio Talbot Wright: varón trans, militante de DDHH y sobreviviente del terrorismo de Estado

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Eugenio Talbot Wright es un varón trans cordobés, comunicador, activista de Derechos Humanos y sobreviviente del terrorismo de Estado. En una charla con el programa “Tarde para Tirar la Toalla” de la Radio Tortuga 92.9, se refirió al duro presente de las llamadas “disidencias” de género y a la necesidad de incorporar a la persecución que el colectivo LGBTTTIQ+ sufrió en la dictadura dentro de la agenda de Memoria, Verdad y Justicia.

“Como mi historia, debe haber muchas que están silenciadas”, introdujo, al pedírsele su testimonio personal. Y arrancó: “Soy hijo y sobrino de desaparecidos durante la última dictadura cívico militar eclesiástica. Mi abuela paterna fue una de las que viajaba a Buenos Aires en aquella época, con un pañuelo blanco en la cabeza y la pancarta con el rostro de mi viejo para pedir aparición con vida. Viajaba un poco a escondidas, porque la familia había sufrido muchísimo la persecución”.

Al pensar el origen de su militancia, Eugenio Talbot Wright menciona también a su madre, “que sobrevivió a la dictadura y que pudo contarme lo que sucedió desde el momento cero”. Destaca el valor que tuvo este “hablar con la verdad” en tiempos en los que se ocultaba la identidad de hijo de desaparecido “por una cuestión de seguridad social y política”.

Identidad política

Nacido en 1973, Eugenio Talbot Wright descubrió tempranamente su identidad de varón trans, y la represión que azotaba a las (ahora llamadas) disidencias: “Cuando en los años 80 empiezo a caer preso en las comisarías por los edictos policiales y códigos contravencionales, me empiezo a relacionar con compañeras, sobre todo, mujeres trans. Se convirtieron en familia para mí, porque las primeras veces que caí, tuve que decidir irme de mi casa porque no quería hacerle vivir a mi familia el terror que les implicaba a ellos verme preso, torturado por la policía, con golpes, y revivir lo que se había vivido en la dictadura. Fueron etapas muy complejas, que me hicieron tomar conciencia política como a muchos y muchas de nosotros, y salir a luchar por nuestros derechos”.

Eugenio Talbot Wright destaca en su relato que actualmente está invisibilizada la resistencia de la comunidad LGBTTTIQ+ a la represión, que “no empezó en la década del 80”, aclara, sino en los años ’20 con la aparición de los edictos policiales y los códigos contravencionales. Esgrime que también “el relato hegemónico de lo que fue el accionar espantoso de la dictadura” invisibiliza “los grandes frentes de lucha que se armaron en los años ’70” desde esta comunidad, quitándoles de esa manera su carácter de “víctimas de ese plan de persecución y exterminio” y también de “actores políticos muy importantes en la historia argentina”.

Salir de la invisibilización

“Siempre digo que en los organismos de Derechos Humanos, y con esto hablo de Madres de Plaza de Mayo; acá en Córdoba, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas; Abuelas de Plaza de Mayo Filial Córdoba; H.I.J.O.S.; que fue con los organismos que yo me relacioné después de una trayectoria con organizaciones LGTB; hubo una resistencia muy marcada y un desprecio hacia las realidades LGTB, porque se entendió que nosotros y nosotras no éramos presos y presas políticas. Fue una disputa muy dura y muy triste. Esto no implica que yo no agradezca el accionar de los organismos de Derechos Humanos en la búsqueda de la Verdad, la Justicia, la Memoria, porque ha sido una bandera nacional y hemos logrado llevar hechos históricos como los juicios por delitos de lesa humanidad. Pero estos organismos se han centrado en una estructura de familia cis, heteronormada”.

Refiere en este sentido Eugenio Talbot Wright que se visibilizó a las madres que salían a pedir por sus hijos desaparecidos, “cuando nosotros y nosotras de la población LGTB, y sobre todo trans y travestis, no teníamos madres que salieran a pedir por la aparición con vida de nosotros y de nosotras. Porque lo que suele suceder es que somos expulsadas de nuestro hogar o que hay un gran estigma social si una madre se para con un cartel que dice ‘aparición con vida de mi hija travesti o de mi hijo transexual’”.

Rescata, en ese marco, que “el año pasado fue reconocida una mujer trans como víctima de la última dictadura cívico militar”. Se trata de una persona que estuvo detenida en el Pozo de Banfield (ex centro clandestino de detención, torturas y exterminio), y que fue inicialmente convocada a testificar como testigo, por haber presenciado partos clandestinos. “No le quedó otra a la Fiscalía que reconocer que esta persona había estado presa en el Pozo de Banfield y había sido víctima de la dictadura”, sentencia Talbot Wright, quien asevera que, como ella, hay muchas personas a quienes se conoce, con nombre y apellido, que han pasado por campos clandestinos de concentración; incluso en Córdoba por la ex D2 y La Perla.

Contrasta ese derrotero de invisibilización con un presente en el que “algunos organismos y organizaciones, como los de Córdoba, están empezando a reconocer esas historias afortunadamente”. Subraya que hay sitios de memoria que “están apuntando mucho a revisar qué pasó con las mujeres y con las diversidades de identidades que pasaron por esos campos para evidenciar algo que ha sido históricamente ocultado y qué es lo que sucedió con la población LGTB como militantes políticos que fuimos”.

“Es un camino que debemos desandar con urgencia porque las compañeras se mueren”, advirtió con preocupación y detalló: “No tienen trabajo, están en un estado de absoluta precariedad. Tuve la oportunidad de conocer a una sobreviviente de La Perla, que vivía en una casa de chapas, no tenía para comer y ejercía a los 70 años la prostitución como una única forma de conseguir algunos pesos para comer”.

30400

En estos últimos años, organizaciones LGBTTTIQ+ vienen planteando la necesidad de hablar de “30400 desaparecides” para referirse a las víctimas del terrorismo de Estado, como una forma de incorporar en el reclamo a aquellas personas de estos colectivos que sufrieron la muerte y desaparición durante la última dictadura cívico, militar y eclesiástica. En defensa de esta propuesta, Talbot Wright recordó al rabino Marshall Meyer, quien integró la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) que creó el presidente Raúl Alfonsín, con la vuelta de la democracia, para investigar las violaciones a los Derechos Humanos; y que posteriormente a la publicación del informe “Nunca Más”, “se pronunció ante algunos activistas de la población LGTB sobre el ocultamiento de 400 personas que habían sido desaparecidos y desaparecidas por su condición de lesbianas, homosexuales, travestis y que el ala católica de la CONADEP había decidido sacar del libro de denuncias”.

Eugenio Talbot Wright aventura que el número de víctimas es mayor a 400, pero sentencia que es muy difícil reconstruir esa búsqueda, precisamente, por el proceso de invisibilización que azota transversalmente a este colectivo: “Nosotros tomamos ese primer hecho simbólico de invisibilización como un símbolo político y no como un número cerrado, y menos a lo (Darío) Lopérfido, tratando de negar los 30000. Con este símbolo queremos hablar de una política de invisibilización que se llevó adelante hasta ahora. Que tiene que ver con el preguntarnos por qué no hay trabajadores y trabajadoras en los sitios de memoria, hablando sobre la realidad de las poblaciones trans y travestis en esos lugares; por qué hasta ahora ninguna compañera trans sobreviviente de la dictadura leyó un discurso del 24 de marzo o fue invitada a redactarlo; por qué las compañeras y los compañeros y les compañeres (LGBT) que fueron víctimas del terrorismo de Estado y que estuvieron detenidos en los campos de concentración, no son querellantes en los juicios de lesa; por qué las leyes reparatorias hasta ahora no han llegado a esos compañeros y esas compañeras; por qué a la hora de reconstruir las historias del terrorismo de Estado, todos los que hemos militado en los organismos de derechos humanos, lo hemos hecho de forma colectiva al hablar de los militantes de la JUP (Juventud Universitaria Peronista), de los militantes de Montoneros, del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), del PC (Partido Comunista), de aquellos desaparecidos que eran secuestrados por ser estudiantes universitarios; pero a la hora de hablar de la población trans y travesti, no se ejerce una acción colectiva de investigación, sino que se nos llama a que aportemos pruebas, que muchas veces no tenemos y para las cuales necesitamos un aporte conjunto desde el Estado y desde las orgas para hacer ese nexo para recabar información”.

Ante este panorama, abre una ventana de esperanza al referirse a que “en estos gobiernos que empiezan a abrazar o entender ciertas cuestiones populares, o a plantear algunas cuestiones de derechos, vemos que están dentro del Estado, insertadas en estructuras importantes, mujeres trans, varones trans”; también al considerar que “en los sitios de memoria, y hablo de los de Córdoba en particular, se está empezando a hablar de esto, se invita a las compañeras”. Pero reitera que “el tiempo nos apura porque las compañeras se están muriendo”. Y si bien celebra el decreto del presidente Alberto Fernández, disponiendo un cupo laboral trans en las oficinas del Estado, inquiere “hablar de aquellas compañeras que no van a entrar dentro de ese cupo, las compañeras que tienen más de 60 y que fueron víctimas de la dictadura” y propone pensar “cómo hacemos para reparar; cómo hacemos para que esas compañeras no sigan ejerciendo la prostitución en condiciones absolutamente paupérrimas, no sigan teniendo hambre, no se sigan muriendo porque no existen médicos capacitados para sacar siliconas”.

Tehuel

Finalmente, al solicitársele una reflexión sobre la desaparición del joven varón trans, Tehuel De la Torre, en la Provincia de Buenos Aires el 11 de marzo pasado, Eugenio Talbot Wright manifiesta que “hay muchas desapariciones de compañeras y compañeros que no pasan por los medios de comunicación”, que se trata de un colectivo “que aún sigue siendo perseguido” en un genocidio invisibilizado por las estadísticas. Y puntualmente, respecto a Tehuel, subraya que su desaparición fue en el mes de marzo, unas semanas antes del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, cuando iba a buscar trabajo. “Eso habla de las necesidades desesperantes de esta población”, que llevan a que “un pibe extremadamente joven se mueva a otro lugar a encontrarse con alguien desconocido porque tiene la urgencia de trabajar”.

Escuchá la entrevista completa:

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