G. Weller: “Lo que se replica en los medios de comunicación es el machismo que existe en nuestra sociedad”

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Editora de Género de los medios de comunicación de los Servicios de Radio y Televisión (SRT) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y vecina de Alta Gracia, Gabriela Weller fue entrevistada en el programa “Tarde para Tirar la Toalla” de la Radio Tortuga 92.9, donde dispensó detalles de su flamante tarea y expuso posiciones en pos de una comunicación con perspectiva de género y enfoque en Derechos Humanos.

Si bien en octubre de 2019 fue designada en su flamante rol, cuenta Weller que sus objetivos se vieron afectados por la pandemia. Precisa que su tarea no tiene un objetivo censor y que se trata de un rol en construcción, que pocos medios en el país han incorporado y que plantea perspectivas de desde donde y hacia donde hay que trabajar, en un contexto en el que los estereotipos de género han empezado a cuestionarse fuertemente.

Narró Gabriela Weller que en un principio se sentía un tanto observada dentro de su ámbito de trabajo: “En un momento me crucé con dos señores del área técnica. Yo me presenté e inmediatamente me contestaron: ‘ah, usted es la que viene a obligarnos a hablar con la e’. A mí me causó mucha gracia. Para las que llevamos tantos años peleando no solamente en el feminismo, sino sobre todo en la comunicación no sexista, inclusiva, que se enmarque en un enfoque de derechos; ser reducida a ‘la que nos viene a obligar a hablar con la e’, encarnaba todo lo que se malinterpreta de nuestra lucha”.

Amén de aquella primera impresión, rescata Weller que la acogida de sus cerca de 300 compañeras y compañeros de trabajo de los medios de la UNC fue “agradable, muy curiosa, con ganas de aprender y, en el peor de los casos, silenciosa”.

RADIO TORTUGA (RT): ¿Con qué situaciones te tuviste que enfrentar como para empezar a modificar o trabajar, y de qué manera las fuiste abordando?

GABRIELA WELLER (GW): Tenía planificado que comenzáramos con actividades de capacitación y formación. Mi hipótesis de trabajo es que en la mayoría de los casos, en el periodismo no se cometen errores reforzando estereotipos de género con una clara voluntad de hacerlo. Creo que lo que se replica en los medios de comunicación es el machismo que existe en nuestra sociedad y el sexismo inherente a la lengua castellana. Entonces me planteé en un principio hacer una serie de capacitaciones para que la gente advirtiera sola estas características del periodismo y a partir de allí, reflexionando sobre sus propias prácticas, pudiera apuntar hacia un periodismo y una comunicación de mayor calidad, con perspectiva de género y enfoque de derechos. Hicimos una primera capacitación sobre Ley Micaela; un curso virtual que lo completó el 93 por ciento de la plantilla, lo que me puso muy contenta. Al mismo tiempo que la gente iba haciendo la capacitación, fui interviniendo sobre algunos titulares, algunas bajadas de la página web, fotografías y algunos dichos tanto en la radio como en la tele. Dentro de las posibilidades que tengo, porque pensemos que hay una editora de Género para Canal 10, Canal U, la 102.3, la 580 y la plataforma cba24n. Se me escapan muchas cosas, seguramente.

En la continuidad de su relato, Weller menciona un elemento por demás importante a la hora de pensar en los emergentes críticos hacia los medios de comunicación por la reproducción de los estereotipos de género: cuenta que oyentes, televidentes y lectores le empezaron a escribir, comentándole situaciones en las que entendían que debía intervenir: “No sé cómo consiguen mi número, pero me dicen ‘qué barbaridad lo de esta mañana en la 102.3’, ‘no puedo creer lo que han dicho al aire en la Crónica Central’, ‘¿por qué tal periodista dijo tal cosa?’.

Weller reitera que su objetivo es “que la compañera o el compañero que ha cometido el error, lo vea y lo entienda”. Y cita una anécdota, para graficar el procedimiento que lleva adelante en su labor diaria: “Era un artículo sobre el crecimiento de la violencia doméstica durante la pandemia. Se había titulado bien. El copete estaba bien, pero la foto era de una mujer en un rincón, tapándose la cara con los dos brazos, de frente y tirada en el suelo. Y la espalda de un hombre con un contrapicado, muy grande, muy musculoso, que tapaba todo el primer plano de la fotografía. Como bien sabemos, la imagen editorializa. Más allá de que el título y el copete estuvieran bien, esa foto reforzaba el estereotipo de la mujer en posición de debilidad, arrinconada; y el hombre fuerte, alto, grande, con el puño cerrado, en lo que parecía que iba a ser un nuevo acto de violencia. Fui a la redacción de la web y les dije que estaba muy bien titulado y muy bien escrito, que no se caía en ninguna palabra o frase sexista, pero que teníamos un problema con el efecto de sentido de esa imagen. Que allí se estaba fortaleciendo un estereotipo de cuál es el lugar que ocupa la mujer en el mundo y cuál es el lugar que ocupa el hombre. Tuvimos un debate muy interesante. Una persona me dijo que la foto estaba bien porque el artículo hablaba del incremento de la violencia doméstica durante la pandemia y esa foto mostraba una escena de violencia doméstica. Entonces les dije que tendríamos que pegarnos un cartel en la pared o en el escritorio, que diga ‘No voy a fortalecer los estereotipos de género’. Porque esto que parece una tontería, es el origen de las desigualdades, que a su vez son el origen de la violencia. Entonces, yo no digo que haya una relación directa entre fortalecer ese estereotipo y la violencia, como si fuera un camino recto y sin sinuosidades. Pero sí es visible que estos actos contribuyen a que tomemos como natural la violencia hacia las mujeres y una vez que no advertimos la violencia, porque estamos fortaleciendo estos estereotipos, el camino hacia la violencia extrema está allanado. Y del ‘le pegué porque era mía’ al ‘la maté porque era mía’ está allanado el camino, que en la inmensa cantidad de los casos sólo puede frenarse con la intervención de políticas públicas. Si las mujeres están solas en esa situación, es difícil que puedan salir. Finalmente entendimos que esa foto no era la adecuada y la cambiamos por otra del Ministerio de la Mujer de la Nación, que mostraba una mujer bajando unas escaleras con rostro tranquilo. Ahí estábamos intentando derribar el estereotipo de la subordinación, la víctima, hacia la imagen de una mujer con poder, derecha, mirando a cámara, alta, de pie y sin hombres en la imagen. La nota explicaba que en pandemia habían aumentado, y mucho, los casos de violencia doméstica. La imagen mostraba una mujer empoderada. Es realmente un cambio de paradigma, hay que hacer el esfuerzo, hay que tener una creatividad especial no solamente para escribir bien y bonito, ser rigurosos con lo que está pasando y consultar las fuentes. También hay que ponerle este plus de calidad para que aportemos y asumamos nuestra responsabilidad social en pos de derribar los estereotipos. O por lo menos, en una primera etapa, no fortalecerlos”.

Otro de los elementos tradicionales del periodismo que Weller señala que debe revisarse es el de interpretar que cuanto más detalle se incorpora en una nota, mejor se está informando. “Queremos hacer un periodismo que tenga muchos datos contrastados con varias fuentes, pero no necesariamente tenemos que usar todos los datos de los que disponemos. Es más, hay determinados datos que definitivamente no hay que usar para respetar esta perspectiva”, aludió.

RT: ¿Te referís por ejemplo a los datos personales de las víctimas, y en algunos casos incluso de los victimarios?

GW: Exactamente. Los datos personales de la víctima deben ser protegidos en absolutamente todas las ocasiones. Los datos del victimario, depende de qué momento y de cuál es la posición que se asuma frente al hecho. Yo estoy absolutamente en contra del punitivismo por varias razones. Me parece que hay una violación flagrante a las garantías cuando se está acusando a alguien sin que haya tenido la posibilidad de haberse defendido. En el caso de los femicidios, ahí me parece que no. Cuando hay un hombre acusado por la Fiscalía de ser el autor de un femicidio, ya es suficiente elemento y no hay vuelta atrás ni posibilidad de acción reparatoria cuando se produjo esta violencia de género extrema. En ese caso sí creo que puede mostrarse la imagen del femicida y sus datos. No así los de la mujer. No es conveniente porque esa mujer no está sola; en la mayoría de los casos puede tener hijos pequeños, madre, padre, amigas, hermanos, familiares, y el mecanismo de la revictimización funciona también para quienes aman a esa mujer, para quienes la quieren. Por eso es mejor no usar la imagen.

Weller hace una pausa en este último punto para explicar el proceso de la revictimización: “Una mujer es víctima por el hecho en sí. Cuando vas a la Policía o a la Unidad Judicial a denunciar que has sido víctima de abuso, te someten a varias declaraciones con más o menos violencia, según la formación o sensibilidad del funcionario que te toque para tomarte una denuncia; y allí se produce una nueva victimización. Porque para poder denunciar, hay que contar y revivir lo que pasó. Esa segunda victimización es inevitable. Se podría mejorar muchas cosas en cuanto a la formación del personal que se ocupa de esto, pero aún con las mejores maneras y enfoques, revivir el hecho para poderlo denunciar, ya es una segunda victimización. Si encima los medios, vamos a publicar las fotos y vamos a dar detalles morbosos de cómo fueron las cosas, se produce una nueva victimización totalmente evitable. Porque no hay necesidad de decir cómo la violó, cuántos golpes le dio en la cabeza, cómo la arrastró del pelo hasta tal lado. Ahí entramos en tensión con el periodismo tradicional y tenemos que recurrir a la creatividad para tener más datos de otro tipo. Por ejemplo, cuántos femicidios, abusos y maltratos se produjeron en nuestra ciudad en el último año. Preguntar por qué. Y evitar palabras como ‘monstruoso’, ‘animal’, ‘barbaridad’. La sociedad y las comunicadoras y periodistas, como parte de ella, tenemos que asumir que no es ningún monstruo ni bárbaro el femicida; es un producto de nuestra sociedad. Es el emergente de las relaciones sociales que están atravesadas por el machismo y el patriarcado, y que se están cobrando muchas víctimas. Si no empezamos a responder a la pregunta ‘por qué’ mucho más que al ‘cómo’, muy difícilmente vamos a poder cambiar la comunicación y servir al público al que nos debemos.

RT: Esta manera tradicional de comunicar ha construido su público. A diario, ciertas audiencias demandan estas fotos, estos datos y estos detalles morbosos. ¿Cómo pensás que se puede trabajar el abordaje para construir otra mirada en el público?

GW: Sabemos que los medios de comunicación ocupan un lugar central con mucho poder en la conformación de la opinión pública. En nuestro país, en muchos casos no es el cuarto poder, sino que está al servicio del poder. Entonces, muchas veces hay un recostarse en un “el público quiere esto” que no es verdad. Y si lo quiere, tenemos que asumir nuestra responsabilidad para aportar. No olvidemos que la comunicación es un derecho humano. Tenemos que ser capaces de ir construyendo poco a poco otro tipo de comunicación, con enfoque de derechos, y contribuir como medios de comunicación a combatir esta lacra que sin dudas está fogoneada desde los centros de poder, que son los escraches, los linchamientos, los señalamientos. Sobre todo porque no sirven para nada. Los escraches que se hicieron durante los primeros años de democracia, cuando todavía no se habían producido los juicios de lesa humanidad, sobre todo realizados por los organismos de derechos humanos y la organización H.I.J.O.S., eran escraches como única salida frente a situaciones de violencia institucional, cuando el Estado no estaba cumpliendo con su deber, al no llevar adelante los juzgamientos. Hoy no estamos en esa situación y no tienen un efecto reparatorio. Por poner un ejemplo local, que yo publique la foto de un hombre bajo la excusa de que es un pederasta, esperando que al publicar la foto va a evitar que siga actuando como pederasta… Primero, que no hay ninguna constatación empírica de que la publicación de su foto vaya a evitar que siga actuando como pederasta. Segundo: ¿cuál es el fin de las acciones que hacemos? ¿queremos un linchamiento público en la plaza o queremos Justicia en términos de reparación? Ahí hay que tomar una decisión estratégica para ver cómo nos paramos desde el periodismo. Y aquí hago una distinción. Los familiares son una cosa. Yo como madre, si le pasara algo a mi hija, tengo derecho a hacer lo que se me dé la gana y nadie lo va a cuestionar. Pero las militantes, las periodistas, los comunicadores, los dueños de los medios tenemos que ejercer una comunicación con enfoque de derechos humanos. Y eso vale para todos los seres involucrados en esta situación.

Escuchá la entrevista con Gabriela Weller en «Tarde para Tirar la Toalla»:

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