La sala del Cineclub fue bautizada con el nombre de Yolanda Beguier

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El domingo 14 de agosto, el Cineclub Casero llevó adelante una función especial con la proyección de «Belfast», de Kenneth Branagh, que ofició de excusa para enmarcar la celebración del cumpleaños de una de sus acólitas, Yolanda Beguier, y el bautismo de la sala de Emilio Zolá 442 con su nombre.

Nicolás Di Giácomo, uno de los sostenedores de este espacio cultural, de visita por la Radio Tortuga 92.9 contó que la historia del Cineclub Casero, que este año cuenta una década de vida, cuenta a Yolanda Beguier, docente jubilada, mujer de letras y de tablas, como una de sus ineludibles participantes.

«El Cineclub nació por el interés de ver películas y compartirlas», define Di Giácomo, como pintando una isla en medio de un universo de sobreoferta entre plataformas y algoritmos. «Para nosotros y nosotras, el cine es una experiencia compartida», afirma a continuación con una voz colectiva, tomando la palabra por el irregular conjunto de asistentes a la sala que a veces arriba convocado por la propuesta particular que se presenta y otras veces, con el deseo de sorprenderse ante lo desconocido.

Al final de cada proyección, naturalmente, un intercambio suele suscitarse entre los presentes, a veces bajo la forma de un debate y otras, simplemente, de un discurrir de impresiones y sentimientos. Es en este marco donde la figura de Yolanda Beguier, sin erudiciones ni exposiciones altisonantes, suele oficiar de motivadora de diálogos.

«La personalidad de Yoli ha sido vital para nosotros en muchos niveles. Uno puede pensar en el atributo intelectual y en su calidez, pero si hilamos fino, no pararía de enumerar todo lo que aporta a la sala», repasa Nicolás Di Giácomo, y repasando en su memoria, recuerda que en los orígenes más caseros del Cineclub, cuando hace una década errante trashumaba domicilios privados, que se volvían improvisadas salas, Yolanda arribó sin ningún tipo de prejuicio. «Y nunca se despegó del proyecto: va a todas la funciones, sugiere títulos, en los debates es quien toma la batuta, porque es impresionante la receptividad que tiene y la capacidad para analizar y compartir sus sentimientos y emociones».

La idea de bautizar la sala con su nombre surgió hace ya un tiempo, asegura Di Giácomo, aunque reconoce que con su compañera Mercedes Enguerre, otra de las cabezas del proyecto, sentían que la idea era un tanto forzada o que nunca hallaba un momento justo para materializarse.

Curiosamente, fue una iniciativa de la misma Yolanda la que disparó la posibilidad. El 14 de agosto cumplía años y en virtud de ello, propuso proyectar una película, «Belfast», de Kenneth Branagh, a la que definiría en su facebook personal como una celebración de la vida y del amor. Invitaría a algunas amistades a verla, como una manera poco usual de celebrar un año más de vida.

Dicho puntapié habilitó una ingeniería secreta coordinada por María Nahal, que el mismo domingo resultó en la proyección propiamente dicha, un vídeo con fotos, lecturas de poemas y la colocación de la placa que bautiza a la sala con el nombre de Yolanda Beguier. «La energía que se movió en la sala fue increíble. Todos llorábamos y ella estaba entera, muy agradecida», concluyó Di Giácomo, quien destacó la posibilidad de disponer este homenaje en vida a esta persona tan importante en la vida del Cineclub.

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