Opinión: «Hoy 8 de enero de 2020 debería ser feriado nacional»

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En esta columna de opinión y revisionismo histórico, el periodista Mariano Saravia retoma el episodio del «Motín de Arequito» de 1820 y la figura de Juan Bautista Bustos, soldado popular con algo de San Martín, de Belgrano y de Artigas.

-¿Por qué?
-Porque se cumplen 200 años del Motín de Arequito, 8 de enero de 1820.

-¿Y qué fue eso?
-Fue la decisión de los soldados patriotas del Ejército del Norte de rebelarse contra las órdenes del Director Supremo José Rondeau y de la oligarquía porteña, que reclamaba que ese ejército bajara para combatir a las montoneras artiguistas de Pancho Ramírez y Estanislao López.

-¿Y por qué?
-Porque esos oligarcas, centralistas y unitarios, padres de los liberales y abuelos de los neoliberales y terratenientes de hoy, venía haciendo desastre tras desastre. En 1819 había sancionado una constitución unitaria y buscaba insistentemente entregar el país a un príncipe europeo. Es decir, tenían un proyecto centralista y monárquico, absolutamente enfrentado al proyecto artiguista que era republicano, democrático, federal, nacional y popular.

-No podían convivir esos dos proyectos tan distintos para una misma nación…
-Obviamente que no, por eso el enfrentamiento se hizo inevitable. Y ante la amenaza inminente del entrerriano Pancho Ramírez y del santafecino Estanislao López, los porteños temblaron de miedo y en principio llamaron en su auxilio al general San Martín, que ya había liberado Chile y estaba preparando su expedición libertadora al Perú.

-¿Y qué hizo San Martín?
-Dijo que no y que no. Que no iría. Desobedeció las órdenes de Buenos Aires. Por varios motivos: ese no era un ejército argentino sino un ejército continental, de la Patria Grande. Buenos Aires no había puesto un mango, se había formado con el sudor y las lágrimas del pueblo mendocino, y ahí revestían soldados chilenos, cuyanos, cordobeses, altoperuanos, etc. Por eso no podía arrastrar a esos soldados a una guerra que era un capricho porteño, no correspondía. Pero además, no ir a Buenos Aires significó tomar partido a favor de los artiguistas.

-Era muy jugado San Martín…
-Sí, y eso le costó caro. Porque cuando volvió a Mendoza luego de su renuncia en Guayaquil, se lo facturaron. Él quería quedarse en Mendoza tranquilo a vivir en su finca, pero los mismos de siempre, encabezados por Rivadavia, lo acusaron de corrupción, de haberse robado el Ejército de Los Andes por no haber acudido al auxilio de Buenos Aires. Y lo obligaron a irse al exilio en Europa, desde donde nunca más volvería hasta su muerte en 1850.

-Por eso llamaron al Ejército del Norte, por la negativa de San Martín…
-Claro, los aristócratas porteños estaban muertos de miedo y entonces llamaron al Ejército del Norte. Su general en jefe, Manuel Belgrano, tampoco quiso acudir, porque además ya estaba muy enfermo. Pero sí fue el que había quedado a cargo, el general Francisco Fernández de la Cruz, al frente del Ejército del Norte. Pasando por Arequito, en la provincia de Santa Fe, se produce el motín.

-¿Cómo fue eso?
-El líder fue Juan Bautista Bustos, cordobés y segundo al mando. Había peleado a las órdenes de San Martín y era su discípulo y admirador. Tenía algo de San Martín, algo de Belgrano y algo de Artigas. Uno de los más grandes cordobeses de todos los tiempos. Él sublevó al Ejército del Norte. -Y dijo textualmente: “Las armas de la Patria, distraídas de su objeto principal, ya no se emplean sino para derramar sangre de sus conciudadanos, de los mismos cuyo sudor y trabajo les aseguran la subsistencia”.

-Un soldado popular…
-Absolutamente, un ejemplo de soldado preparado para defender a la Patria, para enfrentar a los imperios de turno y a los enemigos exteriores. Nunca para enfrentar a los propios hermanos.

-¿Y cómo terminó la historia?
-La historia terminó que el Ejército del Norte no acudió en defensa de Rondeau, cuyo ejército porteño fue arrasado por las montoneras artiguistas en la batalla de Cepeda ese 1º de febrero. Así se salvó lo poco que nos quedó de tradición republicana y federal. Esas montoneras artiguistas entraron triunfantes a la ciudad de Buenos Aires y llegaron hasta la Plaza de Mayo, atando sus caballos a la pirámide, ante el estupor de la clase dominante porteña. Fue el antecedente remoto de las patas en la fuente. Todo un símbolo.

-¿Y qué pasó con Juan Bautista Bustos?
-Se fue a Córdoba, donde fue recibido como un héroe y a partir de febrero designado por el Cabildo local como gobernador. Gobernó durante 9 años con un proyecto progresista en todo sentido, hasta que fue derrocado por uno de sus antiguos lugartenientes, José María Paz. Pero la historia oficial de Córdoba siempre eligió al general Paz y mandó al olvido al más grande de esos tiempos, Juan Bautista Bustos. Quizá porque sus postulados nacionales y populares molestaron siempre a la clase dominante cordobesa.

-Por eso hoy no es feriado nacional, y ni siquiera se habla del Motín de Arequito…
-Exactamente, ni siquiera en su Bicentenario. Hoy ningún diario de Argentina ni de Córdoba habla de Juan Bautista Bustos. Si ponés Bustos en el buscador, las noticias que salen se refieren a Nahuel Bustos, el jugador de Talleres. El olvido es explícito e intencional, una vergüenza para Córdoba. Pero en algún subsuelo vive esa Córdoba combativa, la que no es sólo de la Reforma y del Cordobazo, sino también la Córdoba de Juan Bautista Bustos, el primero en gritar: “Viva la Federación. Viva la Patria”.

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