Así lo consideró el titular del Juzgado Federal N°1, Ricardo Bustos Fierro. El cura párroco local estaba imputado como presunto coautor de daño agravado por cometerse en perjuicio de un bien de uso público y monumento de carácter histórico.

El titular del Juzgado Federal N°1 de Córdoba, Ricardo Bustos Fierro, dictó el procesamiento del cura párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced de la ciudad de Alta Gracia, Marcelo Siderides, y de tres arquitectos que participaron en la ejecución “ilegítima” de un proyecto de restauración que terminó ocasionando un “daño arqueológico irreparable” en el interior del templo, declarado como integrante del Patrimonio de la Humanidad por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), según publicó el portal web oficial del Ministerio Público Fiscal.

El juez determinó que los ladrillos que formaban parte del suelo y que se llevaron la mayor parte del daño causado, “eran históricos, auténticos y formaban parte de la Iglesia en su totalidad y como tales constituían su patrimonio histórico y cultural”.

Suspensión de las obras

El 5 de enero de 2011, la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos autorizó la ejecución de las obras, permiso que no incluía (para ninguna de sus tres etapas) la remoción del solado histórico, se advierte en la resolución.

Fue este accionar, efectuado sin ningún criterio ni método, el que provocó la destrucción de sepulturas antiguas, la pérdida y destrucción de restos óseos y esqueléticos “que se encontraban diseminados por la superficie de todo el lugar, tanto enteros como fragmentados, que estuvieron allí sepultados desde tiempo inmemorial”.

A tal efecto, el 2 de febrero de 2012 la comisión procedió a la suspensión de las obras. Tras ello, se responsabilizó a Marcelo Siderides y a los arquitectos Melina Malandrino, Pedro Cufre y Juan Pablo Orozco, miembros del Instituto “Marina Waisman”, de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica Argentina, por el daño al solado histórico subyacente, a su patrimonio implicado y al debido respeto a las sepulturas.

“Fue una excavación asistemática, sin sistema alguno, burda y torpe. Máxime teniendo en cuenta que los arquitectos que coordinaban la obra sabían que estaban interviniendo un bien que cuenta con la declaración de patrimonio mundial”, señaló Bustos Fierro.

Huesos en la cancha de fútbol

En relación al destino de los restos extraídos de la Iglesia, el propietario de una empresa de contenedores contratada para trasladar los escombros generados por la obra, expresó que el contenido fue llevado a una cancha de fútbol del barrio Liniers, con el objetivo de contribuir a la nivelación del suelo.

En esa ocasión, la persona que estaba realizando dicha labor manifestó haber encontrado huesos entre el material. Informado de la situación, el cura párroco Marcelo Siderides expresó su fastidio “por no haber tirado los escombros en un basural”, por lo que decidió desvincular al testigo de las tareas encomendadas, y contrató a otra empresa de contenedores, precisaron en el portal web.

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