Pueblos Originarios: el ruido de una frase desafortunada y el desafío de reparar una deuda histórica

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Por Pablo Rodríguez. Esta semana que pasó, una desafortunada frase del presidente Alberto Fernández, al recibir a su par español Pedro Sánchez en Casa Rosada, disparó una nueva polémica en el universo de la política nacional que, más allá de las estridencias mediáticas, lamentablemente no irradia lo suficiente sobre el foco de una deuda histórica que la Argentina no termina de saldar con uno de los actores sociales, culturales, políticos y económicos más significativos de la historia del continente: los pueblos originarios.

Fernández citó una frase que le adjudicó a Octavio Paz, pero que le pertenece a Lito Nebbia, en la que se alude que “los mexicanos vienen de los indios, los brasileros de la selva y los argentinos de los barcos”. Con esta desafortunada cita, Alberto Fernández se reconoció europeísta además de americolatinista (sic), como una forma de brindarle un guiño amable a Pedro Sánchez y el pueblo español.

Primero que nada, la frase de Octavio Paz que confundió el presidente dice “Los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos… de los barcos”. Se trata de una cita irónica del escritor mexicano, que sería aludida también en una conversación entre los escritores Carlos Fuentes, mexicano, y Martín Caparrrós, argentino. Efectivamente, la de Nebbia es más cercana a la mención de Fernández. Dice el cantautor rosarino en su canción “Llegamos de los barcos”: “Los brasileros salen de la selva, los mexicanos vienen de los indios pero nosotros, los argentinos, llegamos de los barcos”.

No faltaron quienes ligaron este bleff con aquel inolvidable “Querido Rey” de Mauricio Macri el 9 de julio de 2016, en pleno acto por el bicentenario de la Independencia, cuando en San Miguel de Tucumán le dijo al Rey Juan Carlos de España que nuestros patriotas seguramente habían sentido angustia por liberarse de la Corona Española en aquellos años de principio del Siglo XIX, cuando las patrias latinoamericanas cortaban sus lazos de dependencia.

En fin, a la reciente frase de Alberto Fernández le valió una respuesta amplísima de repudio. Por un lado, lo hicieron organizaciones y referentes de pueblos originarios, sectores del progresismo, incluso afines o directamente parte del Frente de Todos; o el arco amplio que sostiene a este gobierno o lo defiende circunstancialmente frente a la posibilidad de que la derecha pueda volver al Ejecutivo nacional. También, por supuesto, la corporación opositora se subió al barco del repudio, perdón por la figura, para pegarle al presidente por su alusión, como lo hace regularmente con temas de diversa índole.

Alberto Fernández salió posteriormente a pedir disculpas por el yerro. “A nadie quise ofender”, manifestó. “Se afirmó más de una vez que ‘los argentinos descendemos de los barcos’. En la primera mitad del siglo XX recibimos a más de cinco millones de inmigrantes que convivieron con nuestros pueblos originarios. Es un orgullo nuestra diversidad”, completó su pedido de disculpas Alberto Fernández en una serie de tuits.

Como suele suceder con este tipo de yerros públicos en tiempos de sobreinformación, cierta bruma mediática ira desapareciendo con los días para dar lugar a una nueva polémica que se instalará en el prime time televisivo y youtubero; y se estos dichos serán recuperados en las próximas semanas y meses en los anuarios y en los programas de recortes audiovisuales.

Ahora bien, sorprende que más allá de quienes legítimamente se sintieron ofendidos por esta alusión, por militar la demanda de derechos de los pueblos originarios o por adherir a estos reclamos ancestrales; entre quienes espetaron su repudio hubo quienes no sólo no se manifiestan por estos temas, sino que permanentemente reproducen el racismo doméstico, cotidiano, naturalizado contra migrantes o mismos compatriotas que pueblan las grandes urbes o los asentamientos rurales, las más de las veces precarizados en sus labores e incluso esclavizados por un sistema que les tiene asignado roles marginales aunque imprescindibles para el sostenimiento de este sistema desigual.

El cantautor Víctor Heredia, autor de la inmensa obra “Taki Ongoy”, entrevistado por Alejandro Bercovich en Radio Con Vos, defendió la idea de poder convertir a la Argentina en un Estado Plurinacional como Bolivia, en reconocimiento de las muchas culturas que perviven en este suelo. Bromeó con la circunstancia de que en las escuelas cuando habitualmente se refiere a la educación bilingüe, se piensa en el inglés como segunda lengua y no en aquellas voces originarias que germinaron y se desarrollaron en nuestra región.

En la actualidad, las demandas de organizaciones de los pueblos originarios atañen a conflictos de tierras que muchas veces son resistidos en las trincheras frente a enormes latifundistas, nacionales y trasnacionales, que usurpan los territorios portando en sus manos leyes manchadas de sangre que los validan y un derrotero de apropiaciones que encuentran su “origen” en la expansión territorial llevada a cabo por el Estado, con el apoyo de poderosas entidades privadas, desde mediados del Siglo XIX, hacia el norte y hacia el sur de lo que hoy conocemos como Argentina.

El genocidio sobre los pueblos originarios de América Latina que inició con la llegada de Cristóbal Colón el 12 de Octubre de 1492, se propagó, se reprodujo y se sostiene hasta la actualidad, adquiriendo nuevas formas. Se trata de un genocidio que no cesa. Porque no hay un reconocimiento real, material y absoluto de la dimensión de semejante crimen. No sólo se violó y se asesinó personas; que ya representa un daño tan irreparable como inconmensurable.

También se avasalló una diversidad cultural que, a fuerza de una activa resistencia, recupera lentamente ciertos símbolos que dan cuenta de una riqueza incalculable; y se impusieron una lengua y una religión únicas que pisotearon la riqueza de formas de nombrar lo vivo que pululaban por el continente.

Y se importó un modelo económico que no sólo se apropió de los bienes materiales y las riquezas del continente, sino que se quedó con las tierras y expulsó a quienes las habían habitado por siglos; alimentando con lo saqueado el desarrollo del mercantilismo europeo y el capitalismo global.

“El 76 por ciento de los habitantes contemporáneos de Córdoba posee linaje materno indoamericano, mientras que una proporción menor es de origen europeo (16%) y africano (8%)”, advierte un estudio realizado años atrás por un grupo de científicos del Idacor (dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas -CONICET-), que intenta reconstruir la historia evolutiva de las poblaciones que habitaron el centro de Argentina, a partir de evidencia genética.

“Una parte del ADN de las personas que hoy habitan Córdoba estaba presente ya entre los pobladores de estas tierras hace miles de años. Esa parte permaneció inalterable a lo largo del tiempo, dando lugar a una continuidad biológica que remarca el origen local, específicamente propio, de los actuales habitantes de Córdoba”, señala Candela Ahumada, redactora de UNCiencia, la Agencia de la Universidad Nacional de Córdoba para la comunicación pública de la ciencia, el arte y la tecnología, en su artículo titulado “ADN cordobés: fuerte presencia aborigen y 4500 años de antigüedad”.

Numerosos estudios validan lo que sabemos, pero que ocultamos consciente e inconscientemente cuando apelamos al origen de nuestras sociedades; sólo significando el valor de las familias migrantes que bajaron de los barcos. Es ineludible la diversidad cultural con la que convivimos. Lo injusto es que una de las marcas que moldean nuestra historia imponga su hegemonía cultural sobre el resto. Máxime, cuando la que queda sepultada en el silencio, la marginación y la injusticia; o en cierta mirada complaciente y exotista; es aquella que habitó estas tierras desde miles de años antes de que Europa las “descubriera”.

Hay cierto sector defensor del gobierno de Alberto Fernández que minimiza esta polémica, entendiendo que con la irradiación de estas críticas a la desafortunada frase del presidente, se colabora con el crecimiento de la corporación opositora; se le hace «el juego a la derecha».

Por el contrario, podría pensarse que más allá de la disculpa por Twitter, quizás este bleff podría significar una oportunidad, un punto de partida para profundizar ciertas transformaciones que, ciertamente, y merced a una sostenida militancia de organizaciones de pueblos originarios, desde el quinto centenario de la conquista en 1992 se vienen logrando a cuentagotas y que son necesarias para poner fin a siglos de injusticia.

Para ser cierto y efectivo este corte definitivo, hacen falta no sólo pronunciamientos públicos, sino una revisión precisa de lo que el Estado ha hecho con los pueblos originarios históricamente. La reparación justa que está obligado a hacer el Estado para redimirse de los daños de cinco siglos que, con ropas nuevas, siguen perpetuándose; probablemente deba traer bajo el brazo una consideración más presente de la cosmovisión originaria del «buen vivir» para poner fin a este imperante modelo desigual.

FOTO: MINISTERIO DE CULTURA DE LA NACIÓN

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