Este 23 de agosto la Escuela José Manuel Solares se vistió de gala: 150 años de formar, contener y acompañar el crecimiento de los niños de Alta Gracia. Pero no es sólo un aniversario de “nacimiento”, sino también un elogio a la perseverancia, a la voluntad, a la vocación de aquellas personas que hacen posible que la Escuela tome vida en cada día de clases: maestras, maestros, directivos, personal de maestranza y los mismísimos alumnos, que sin ellos no tendría sentido la existencia de dicha Institución.
Cuando uno habla de Escuela, muchas veces la imagen que aparece frente a nuestros ojos es la de un edificio con aulas y alumnos sentados atendiendo una clase de un profesor frente a un pizarrón. Es eso. Pero también es mucho más.
La escuela como edificio es sólo un contenedor, una caja de recuerdos, experiencias (alegría y dolor, diversión y aburrimiento, aprendizaje y distracción) que fueron sucediendo entre aquellas paredes. Pero lo que creo que es más importante, son las personas que sostienen eso día a día, hora a hora. Todas esas personas que fueron llegando y pasando, algunas más visibles, otras menos, algunas por poco tiempo, otras eternizadas en sus puestos. Pero todas tienen algo en común, por más que algunas hayan querido con todo su corazón estar en aquel lugar o aquellas que sólo era un trabajo más: es que hicieron posible que la escuela llegara a este día, a su 150° aniversario.
Cada momento en que esa escuela abre sus puertas, cuando suena el timbre de ingreso, se escuchan las risas de los niños y los saludos de los padres que los dejan al cuidado de otras personas con la confianza de quien sabe que allí les están dando la mejor enseñanza que pueden recibir nuestros hijo en ese momento, es ahí cuando la magia sucede. Otro día más, aquella institución permite y promueve que las experiencias sucedan en su seno. Experiencias que se dan sin quererlo, otras poniendo todo el énfasis en que se realicen cambios, pero al fin y al cabo, esa escuela con sus maestros y alumnos, está siendo el reflejo de la sociedad en su conjunto: la vida misma con sus dolores y sus alegrías, con sus aprendizajes y sus olvidos.
Con esto no se desmerece la labor de Don José Manuel Solares, todo lo contrario. Él fue uno de los primeros en hacer posible “la escuela” en Alta Gracia y mantenerla el tiempo que pudo para dejársela a las generaciones futuras. De Manuel Solares se toma el nombre para la Escuela, como un honor, como una forma de inmortalizar su dedicación.
Para finalizar, querría mencionar un proverbio africano que alguna vez escuché y que creo que sería muy ilustrador ante las palabras antedichas: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Y esa tribu somos todos nosotros, desde los maestros y alumnos, los padres y madres, inclusive hasta las personas que no tienen hijos, formamos parte de esa tribu que debe estar para que la formación de un niño se realice. Y en este caso, la Escuela José Manuel Solares, con sus 150 años de abrir las puertas para que la educación suceda, es la materialización de aquel espacio de contención y resguardo necesario para la tribu.
FOTO:ARCHIVO