Riojana de nacimiento, cordobesa desde hace más de tres décadas, actual residente de Villa La Bolsa, la reconocida pianista Daniela Mercado pasó por la Radio Tortuga 92.9 donde, entrevistada en el programa «Tarde para Tirar la Toalla», repasó su historia de vida, ligada al piano desde que tiene memoria.
Se reconoce pianista desde antes de tocar un piano. En su La Rioja natal empezó su formación, con una maestra de barrio, a los ocho años, tras una precoz y sostenida insistencia a sus padres. A los diez, llegó a la Ciudad de Córdoba. Un año después recibiría su primer piano y continuaría con sus clases de conservatorio, en un derrotero artístico que empezaría a cobrar forma cuando, a poco de finalizar el secundario, ingresa a la escuela de música “La Colmena”. Allí confirma lo que sintió como una revelación prematura cuando era muy pequeña: que todo lo que podía dar con el piano, estaba adentro suyo, y que era necesario incorporar herramientas para sacarlo. Su familia pretendió convencerla de que tocar el piano podía ser un buen hobbie, al que había que complementar con alguna carrera con mayor futuro. Pero Daniela Mercado ya tenía claro su destino. Actualmente vive en Villa La Bolsa con su marido, el guitarrista Jorge Stevenot, y con su hija Olivia, de siete años. Editó hace poco más de un año “Mercado de tangos”, su flamante disco solista. Pasó por innumerables formaciones colectivas y en estos días se encuentra grabando su segundo material, “Relatos cinematográficos”, en el que conjuga su quehacer musical con su amor por el cine.
RADIO TORTUGA (RT): ¿Sos pianista de tango o pianista?
DANIELA MERCADO (DM): ¡No! Soy pianista. Muchos años estuve muy enfocada al tango, me sigue encantando; en la música que estoy haciendo sigue habiendo tangos, pero se va abriendo para otros lados.
RT: En los diez años que viviste en La Rioja, ¿ya apareció la música?
DM: Desde que me acuerdo, siempre quise tocar el piano. Tenía una prima más grande, de esas que una admira, que iba a piano. Entonces yo también quería ir.
RT: ¿Pero había un piano en tu casa?
DM: No, no. Me dijeron que cuando aprendiera a leer y escribir, podía ir. Desde que tengo memoria, sé que quiero tocar el piano. A los ocho, les volví a insistir y arranqué con la profe del barrio. El regalo de los once fue un piano. En ese tiempo iba a estudiar al conservatorio.
RT: ¿En tu casa se escuchaba música?
DM: Mi papá es una suerte de músico frustrado. Después se dedicó a la Medicina, pero le gustaba mucho la música. Iba a coros cuando era chico, le gusta la guitarreada, toca el bombo. Me cuentan que hubo un tío abuelo que yo no conocí, que era muy bohemio y tocaba todos los instrumentos: acordeón, piano y cantaba. Ésa es la única influencia musical directa.
RT: Cuando tus padres te decían que estudiar piano era para cuando aprendieras a leer y escribir, ¿habrán pensado que en ese tiempo se te iba a pasar el berretín?
DM: Yo pienso que sí (risas), porque a los ocho años les tuve que insistir. Incluso en la adolescencia, hubo una fuerte resistencia. Cuando iba a terminar el secundario y vieron que quería seguir más allá del hobbie, me decían que me iba a morir de hambre. Que siguiera con el piano pero estudiara otra cosa. Cuando vieron que me podía mantener, se entregaron. Yo siento que más que elegir el piano, era algo que tenía que hacer. Evidentemente, era para lo que tenía que venir. No siento que haya sido una elección.
RT: Además de tu padre afecto a las guitarreadas, ¿se escuchaba mucha música en tu casa?
DM: Mucho folklore riojano. Mis viejos son mucho de la tradición de la chaya, del folklore, del encuentro, de esos asados con guitarreadas.
Daniela Mercado recuerda que en sus primeros años de estudio, era muy obediente y que estudiaba lo que estaba en el programa que le pasaban sus profesores. Destaca que a diferencia de su hermano, que tenía un oído más innato, lo suyo era más de trabajar sobre lo sugerido, con la partitura y el método; y que esto empezó a cambiar cuando de la aproximación al instrumento que aprendió en el conservatorio del barrio, pasó a “La Colmena” a los 16 años, donde empezó a descubrir el estudio de la improvisación y la armonía.
Incluso en esos tiempos, la música que escuchaba y con la que estudiaba, todavía marchaban por carriles separados. “Calculo que eso era por no tener una cuna de música”, analiza y compara con la crianza como madre que vive actualmente: “Yo la veo a mi hija, la Oli, a quien nosotros le mostramos tal música y le decimos, ‘fíjate de tocar este ritmo arriba’. Ese acompañamiento sugerido le da una libertad para hacer cosas que yo no tuve ni a palos”.
Si bien reconoce el aporte a su libertad artística que le empezó a transmitir la experiencia en “La Colmena”, menciona que se despojó de ciertas presiones con la maternidad, que le permitieron una mayor proyección creativa: “Ahora compongo bastante. Eso me pasó después de que vino Olivia. Antes nunca compuse. Trataba y era forzado. Una está mucho tiempo tratando de complacer o de llegar a algún lado y cuando nació ella, quizás tenía solamente una hora por día para tocar. Entonces me dije, ‘yo ahora hago lo que tengo ganas’. Y me parece que ahí me dije ‘esto es lo que soy ahora y al que no le guste, que no le guste’. Había una intención de pertenecer a cierto grupo, entonces estudiaba y estudiaba porque nunca llegaba. Después dije ‘mah sí, soy esto’”.
RT: ¿Qué te pasó cuando ingresaste a La Colmena?
DM: Para mí fue tremendo. Imagínate que iba a un conservatorio de barrio, donde tomaba una clase con la maestra, nada más. Y al entrar a La Colmena, vi lo que era un ensamble; había saxo, guitarra, batería. Tocar, tener clases de improvisación. Tomaba clases con Luis Lewin, que era un pianista grosso que ahora está en Los Aromos. Conocer otros músicos. Audiciones. Fue un flash.
RT: ¿Y qué vas descubriendo de vos cuando vas atravesando el tiempo en La Colmena?
DM: Que todo lo que podía dar, estaba adentro. Que tenía que adquirir las herramientas para sacarlo. Que faltaba mucho por crecer y estudiar. La Colmena tenía una clara inclinación hacia el jazz, que me encantó. Más adelante, me metí con la música latina. Mucho tiempo pensé que iba a dedicarme a la música latina, incluso estuve por irme a vivir a Cuba. Apareció el mundo del rock. A su vez seguía estudiando clásico. Se me abrió un abanico de músicas que no escuchaba. En La Colmena empiezan a haber audiciones y conciertos con los ensambles, con los que viajábamos a tocar a Laboulaye, a La Carlota, a Villa María. Con tus compañeros te hacías amigos y empezabas a armar bandas.
Daniela Mercado destaca la experiencia de armar bandas en su vida, el “vamos todos juntos”. Resalta en su adolescencia la marca que dejó un docente de Música en su paso por el colegio Carbó de la capital cordobesa, que en cuarto año juntaba a sus alumnos que estudiaban Música y los llevaba al “Saldán Folklore Joven”, que reunía a estudiantes secundarios en un festival con el estilo de Cosquín. Recuerda entre sus compañeros a Esteban Kabalin y Julieta Duret, entre quienes posteriormente siguieron haciendo carrera en la música. “Fue una experiencia hermosa. Nos armaba los arreglos y nos juntábamos a tocar”, rememora.
Con Esteban Kabalin, precisamente, tuvo una de sus primeras experiencias de banda, “Wayra”, con la que se movían dentro del plano del folklore de proyección. “Hasta el día de hoy escucho lo que hacíamos y me parece súper respetable”, apunta. El bandoneonista Rufo Cruz supo integrar aquella formación también. Más tarde, con compañeros de “La Colmena” armaron un nuevo grupo, que hacía fusión y jazz. Estaban el pianista Raúl Pandolfi, el guitarrista Pablo Arias (actualmente, en La Pata de la Tuerta). Y el siguiente eslabón en su carrera de grupos, la deposita en una banda de salsa de sólo mujeres, que, motivada por el suceso de “Combo 9 Pimienta”, reúne a Adriana Céliz en la voz, Liliana Zavala en percusión, Laura Saavedra en bajo y Daniela Mercado en piano. A esta formación se sumaría también Lucrecia Ortiz en el último tiempo.
La irrupción del tango en su vida llega a los 22, cuando uno de los profesores, “Checho” Audisio, que era flautista de la Orquesta Provincial de Música Ciudadana, la motiva a presentarse al concurso para ingresar a esta formación, que se había armado por decreto pero nunca había validado a sus miembros. “Yo no tenía idea de tocar tango. Tocaba algunas cosas de Piazzolla, pero no del género. Y como soy bastante caradura, me presenté. Éramos como diez pianistas. En el jurado estaba (Rodolfo) Mederos, Hilda Herrera y Carlos Nieto, que era el director de la Orquesta en ese momento”, repasa en su memoria. El concurso fue declarado desierto, recuerda Daniela Mercado: “El jurado nos habló de que todos habíamos tocado Piazzolla y que el tango no era Piazzolla. Que empezáramos a escuchar a (Eduardo) Arolas, a (Aníbal) Troilo. A mí me quedó picando y empecé a escuchar y me enamoré”.
RT: ¿De quién te enamoraste como compositor?
DM: De Arolas, que es un bandoneonista de principios del Siglo XX, que hacía un tango bien arrabalero, bien a lo de antes. Bandoneón, flauta y guitarra. Me re marcó. Después empecé a escuchar todo: (Horacio) Salgán, Troilo. Hasta el día de hoy, uno sigue descubriendo orquestas o los músicos más actuales. Tuve la suerte de estudiar con Nicolás Ledesma, que fue pianista de Leopoldo Federico durante varios años.
Después de aquella experiencia en el concurso declarado desierto, Daniela Mercado empezó a trabajar en el seminario de Danzas Clásicas de la Provincia, y se alejó un poco de la dinámica artística que venía transitando. “Como acompañar danzas de ballet es un oficio muy específico, y lo tuve que aprender haciéndolo, esos años me tuve que dedicar a eso”, explica.
Tras ello, vuelve a apostar a la formación grupal de mujeres con “Huellas de Carmín”, esta vez volcada al tango, junto a Brenda Martin en el bajo (que en ese momento estaba además en “Lucila Cueva” y actualmente lo hace en “Eruca Sativa”), Zaida Echandi en saxo y Julieta Ortiz en saxo alto. Si bien les iba muy bien, Brenda Martin debe dejar “Huellas de Carmín” por la demanda que le insume Lucila Cueva y al poco tiempo, la agrupación se termina disolviendo.
A continuación, y cada vez más metida en el tango, junto a su marido Jorge Stevenot arman “Proyecto Canyengue”, un dúo de formación clásica de piano y guitarra, con el que durante varios años se sumaron a numerosos ciclos, tocaron en la calle y también en milongas como la reconocida “Tsunami” de la capital provincial. Mientras tanto, Daniela Mercado tomaba clases mensualmente con Nicolás Ledesma.
El nacimiento de su hija Olivia la llevó a enfocarse en la crianza, trabajando “de lo que me da de comer” y enfocándose en tocar sola. “Se rearmó un poco ‘Huella de Carmín’, fue mutando y se formó ‘La Yiranta Tango’, con Valeria Martin en violín, Zaira Echandi en saxos, Leonardo Pedrozo Ávila en contrabajo y yo en piano y arreglos. Y ahí empecé a meter algunas composiciones mías. Y empecé con ‘Chapeau Tango Dúo’ con Valeria Martin también, con el que pudimos grabar un disco. Después Zaida tuvo su tercer hijo y paramos. Lo último que hicimos con ‘La Yiranta’ fue grabarle un disco a Jorgelina Piana, que es una cantante que está radicada en Galicia y es nieta política de Sebastián Piana, compositor súper importante de tango, que hizo ‘Milonga triste’, ‘Caserón de tejas’. A ella le gustó mucho la sonoridad del grupo, quería hacerle un homenaje a Piana y nos encargó los arreglos. Se lo mandamos y ella allá le metió la voz. Eso fue en 2017 o 2018. Después vino el Coronavirus y acá estamos”, repasa vertiginosamente Daniela Mercado, embebida del frenesí propio de una artista completa.
En 2019, ganó un subsidio del Instituto Nacional de la Música (INAMU) para grabar su primer disco solista, “Mercado de tangos”. El subsidio, recuerda, alcanzó apenas para tres días de estudio y tres días de alquiler del piano: “Después de eso, para hacer la edición física, hice una campaña por idea.me (una plataforma virtual). Ahí aprendí que se gasta más en la fabricación del disco que en la grabación”.
Actualmente, se halla grabando su nuevo trabajo, “Relatos cinematográficos”, que planea lanzar en plataformas virtuales, ya no como un disco de 12 canciones, sino a través de entregas de tres o cuatro canciones. Con esa idea, va grabando como va pudiendo, algunas tomas en estudio, otras en su casa, con músicos invitados. Para solventar la producción, y a sabiendas de que no va a haber versión física del disco, está ofreciendo sus saberes, clases, arreglos, grabaciones. La bajista Brenda Martin y el baterista César Elmo se encuentran entre quienes se están sumando a su proyecto.
“Una de las cosas que tengo pendiente es hacer música de películas”, manifiesta, al consultársele sobre la propuesta de “Relatos cinematográficos”. “Me gusta mucho relacionarme con las otras ramas del arte. Me gustaría mucho musicalizar cuentos. Siempre tuve pendiente realizar algo con audiovisuales”, agrega. Pero en rigor, “Relatos cinematográficos” no es música para cine. “Agarré películas que me movieron algo o que sentí que puedo decir algo sobre ellas; y compuse músicas inspiradas en ellas. No necesariamente música de películas. Hay una de ‘Psicosis’, otra de ‘Expiación’ de Joe Wright, de ‘Anna Karenina’, de ‘Nacido y criado’ de Pablo Trapero. Es muy ecléctico, muy para mí”, detalla.
Como si le llovieran las ideas mientras va narrando, menciona que este proyecto podría no acabar con la grabación de las canciones, sino que con un productor y pianista rosarino, evalúan la posibilidad de llevar estas composiciones a orquesta de cuerdas e incluso incorporar a un realizador audiovisual en la osadía. “Estamos proyectando para el 2022, porque este año va a seguir siendo igual”, aclara, refiriéndose a las restricciones obligadas por la pandemia.
Paralelamente, de 2018 a esta parte, Daniela Mercado viene estando a cargo de un ciclo de veladas musicales en Villa Roma, un viejo caserón ubicado en Achával Rodríguez 374, en el que ha oficiado de música estable y anfitriona de una serie de cruces artísticos. “Nacieron de una necesidad de poder tocar más regularmente. Al principio no tenía o no me bancaba un concierto sola. Villa Roma es un lugar hermoso y la dueña, Romi Testoni, una gestora cultural nata. Entonces hacemos estos conciertos compartidos, donde estaba yo de anfitriona, invitando a diversos músicos. Lo hacíamos cada mes o dos meses. Yo tocaba un bloque y el invitado otro bloque, y si se podía ensayar, tocábamos algo juntos. Así estuvieron Ana Robles, Mumi Tubert, Clara Presta, Esteban Kabalin, Che de Querusa, Rolo Rossi”. Por razones sanitarias, en 2020 estos shows quedaron en suspenso y vuelven el 13 de febrero vuelve, a las 21, con reservas, con todos los protocolos y con el cantante Matías Quevedo (del grupo “Enroque”) como invitado.