Los límites del culto a la necedad y la violencia como instrumento político

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Por Pablo Rodríguez. En las últimas semanas, el ajuste a los jubilados, legitimado en el Congreso; y la ratificación del veto presidencial al financiamiento universitario; debilitan la imagen pública del Gobierno de Javier Milei, que elige no escuchar como práctica política y apela a los agravios, los insultos y las descalificaciones, para ocultar sus fragilidades.

Lejos de la prédica anticasta que lo llevó al Sillón de Rivadavia, y que pierde valor día tras día, el presidente Javier Milei invitó a un asado en la Quinta de Olivos a los legisladores que le facilitaron el ajuste a los jubilados. Paralelamente, le echó la culpa a los estudiantes extranjeros de la crisis presupuestaria de las universidades; mientras apretaba a las provincias para lograr los votos que le permitieron sustanciar su veto al financiamiento de las casas de altos estudios.

El Presidente no escucha a los propios asesores que, aunque comulgando con su aventura libertaria, le marcan algunas críticas; no escucha a sus consultores afines, que le advierten que está perdiendo imagen positiva; no escucha a sus periodistas amigos ni a los «opositores dialoguistas», que le señalan movimientos torpes que podrían debilitar su gestión; ni a los organismos internacionales que alertan que los buenos indicadores macroeconómicos son insuficientes si no son acompañados por una recuperación salarial con inclusión.

Menos aún escucha a los sectores opositores, que cruzan de cabo a rabo su plan económico de ajuste y recesión, que genera caídas verticales de la actividad productiva e incrementa los niveles de pobreza, indigencia y desocupación; con un poder de compra que no logra levantar, aunque se celebre la desaceleración de la inflación.

Las calles están encendidas estas últimas semanas, a menos de un año de la asunción de Javier Milei. El ataque a los jubilados, uno de los sectores que más sensibiliza a la Argentina; y el apriete a la Universidad, que perdura como una de las instituciones cuyo prestigio no se debilita; parecen haber colmado la cuota de paciencia, que se venía experimentando.

La prédica del equilibrio fiscal parece chocar de frente con una realidad que demanda otras medidas a un gobierno que elige no escuchar y realiza actos ultraideologizados, con el solo objetivo de nacionalizar la institucionalización de La Libertad Avanza, de cara a las elecciones legislativas de 2025.

La política es el arte de abordar los conflictos, para evitar el sálvese quien pueda y la ley de la selva. Es una herramienta que se fortalece con la escucha y con el diálogo; en el consenso y en el disenso. Con un Gobierno que elige la necedad a la conversación abierta y franca, el espiral de violencia cobra vuelo preocupantemente.

En la reciente segunda marcha federal universitaria, una situación violenta que vivió el influencer libertario Fran Fijap, que se inmiscuyó de manera provocadora en la movilización; se viralizó, despertando encendidos e incluso sobreactuados repudios; si se los compara con las pálidas repercusiones que vienen teniendo las agresiones regulares de las fuerzas de seguridad a jubilados, trabajadores y estudiantes en diversas protestas.

El espiral de violencia no debería ignorarse y menos aún analizarse por fuera de la agresiva necedad que encarna el Gobierno de Javier Milei como forma de práctica política.

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