Falleció Julio Ferreyra, «Yul», un rockero inconformista que cambió la piel una y mil veces

0

En la noche del jueves 13 de noviembre, a los 52 años falleció Julio Ricardo Ferreyra, «Yul», reconocido rockero de la ciudad que se subió por primera vez a un escenario en 1993 y, tras un parate obligado por cuestiones de salud, se mantuvo activo hasta los últimos momentos de su vida. Nacido en 1972 en Comandante Luis Piedrabuena, Santa Cruz, desde 1987 vivía en Alta Gracia, donde integró las bandas «NS/NC», «Plesi», «3 Bestias Perfumadas» y las más recientes «Yul y Los Intermitentes» y «Sansanata», entre otras; y forjó un nombre propio gravitante en el devenir cultural contemporáneo local.

Con dos aneurismas y una disección aórtica, hace un par de años «Yul» atravesó un delicado cuadro de salud, consecuencia del cual sus posibilidades de sobrevida llegaron al 10%. Contra cualquier pronóstico, tras estar internado en medio de un mar de incertidumbres, una extraordinaria recuperación y un cambio radical de su vida fueron el paraguas debajo del cual empezó a reinventar su camino artístico.

En diciembre de 2024 volvió al ruedo con un intenso show en Kamikaze Bar, en el que repasó canciones de todas sus épocas, para un público diverso que se amalgamó en un reducto que le quedó chico. «Soy un amateur en esto de la lucidez», había planteado en una entrevista con Tortuga, previa al show. A partir de allí, con la banda a la que sugerentemente bautizó «Los Intermitentes» empezó a programar fechas en diversos reductos de la región para compartir reversiones de sus «clásicos» y nuevas criaturas musicales.

Recientemente, en octubre de este año, participó de la grilla del cumpleaños 17 de la Radio Tortuga 92.9. También estuvo en el escenario del Festival Monumental Sierras de Cine y Artes Audiovisuales, con una inusual «banda tributo» con la que se homenajeó a Palo Pandolfo y Luca Prodan. Y hasta se permitió cantar su balada «Cerca de vos» en clave de salsa, con los Sin Son.

«Yul» tenía un singular compromiso estético con el rock y trashumaba las más diversas manifestaciones culturales de la región. Performático, tensionaba el ambiente con sonidos veloces y etéreos, y una poesía desgarrada y sutil. Había una matriz magnética inclasificable en su figura. Lo que ocurría en vivo, como en los ensayos, era irreductible a palabras y sólo podía comprobarse en el plano mismo de la experiencia.

Su muerte llegó silenciosa, después de un ensayo en la sala a la que le dedicaba largas horas de su existencia. Una dolencia, la necesidad de descansar.

Desde la medianoche del viernes (y hasta el mediodía) se lo vela en la sala Vissani, de Uruguay esquina Paraguay, donde en las primeras horas se congregan juventudes de diversas edades, que se dan permiso para despedirlo con cúmulos de anécdotas, que moldean la memoria de un rockero inconformista, que se reinventó una y mil veces y tras estar al límite de no poder más, pudo permitirse un último cambio de piel, el reconocimiento, el repaso de su historia e incluso algunas inimaginables licencias artísticas.

Fue también diseñador gráfico, herrero, albañil. Desbordante de creatividad y sensibilidad. Y dueño de una lírica tan asertiva como críptica. Una década atrás supo organizar un festival en el patio de su casa, al que denominó «Supra», para contrarrestar la idea de que lo autogestivo siempre se pensaba desde abajo («under»).

En una entrevista que salió publicada en la edición número 6 de Papel Tortuga, en marzo de 2011, definía de la siguiente manera su «yo rockero»: «Soy todo lo que fui, permanentemente. Sigo adoleciendo de cosas y sigo siendo un niño cuando me divierto. El adulto que tengo, muestra bien todo esto. Así puedo mostrar algo adolescente, aniñado y maduro al mismo tiempo. Esto no se piensa al subir al escenario, es más una forma de vida. Se piensa tanto para el escenario como para ir a comprar verduras».

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí