Cosquín Rock: una mirada a los ojos de la bestia

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Por Guillermo Morilla. El festival nacido al calor del año 2001 coronó su última edición con entradas agotadas. Más de 200 mil personas fueron testigos de dos noches repletas de artistas de diferentes estilos musicales. Con una recaudación superior a los 9 mil millones de pesos, y varias ediciones por delante en diferentes países, el festival se consagra como uno de los más grandes de latinoamérica.

Los días 18 y 19 de febrero reunieron a unas 200 mil personas en la localidad de Santa María de Punilla, la convocatoria más grande hasta la fecha. Por los seis escenarios desfilaron diferentes propuestas de alto nivel. Por un lado no faltaron los clásicos del rock nacional como Ciro y Los Persas, Guasones, Juanse, Divididos, Skay y los Fakires, No te va Gustar, La Vela Puerca, Las pelotas y Las Pastillas del Abuelo. Por otro lado, también fue el turno de las nuevas generaciones y estilos musicales entre ellos La Delio Valdez, Usted Señalemelo, Dillom, Vetusta Morla, Trueno, Lara 91k, Conociendo Rusia, entre otros.

El día 1 tuvo sus puntos fuertes con el regreso de El Bordo a los escenarios de Cosquín, donde presentó su último corte “Algo Más”, además de repasar una variada lista de temas junto al público. Pero sin lugar a dudas el plato fuerte de los regresos fue el de Usted Señalemelo, quien supo cobijar a un público deseoso por verlos. Hacia el cierre de su show tocaron “Agua marfil” en una versión acústica que mantuvo hipnotizados a los presentes, como bien dijo el cantante de la banda Juan Saieg: “Volvimos sin habernos ido”.

Un cambio en el ambiente vendría luego con la aparición de La Delio Valdez sobre el escenario Montaña, que imprimió soltura a las caderas del público. Del otro lado del predio Wayra Iglesias se presentaba en La Casita del Blues y la sorpresa entre el público estalló cuando el Tete de La Renga, padre de la cantante, subió al escenario para tocar el bajo.

De un lado a otro la gente se mueve por los escenarios del gigante cordobés, las pisadas de la huestes levantan la polvareda en el aire. Con el pelo y los ojos llenos de tierra el público se desplaza; ahora es el turno de El mató a un policía motorizado, en el escenario Paraguay todo sigue “más o menos bien”.

Skay y Divididos dieron cátedra de rock and roll como ya nos tienen acostumbrados; hacia el final de la noche llegó el turno de Juanse. El ex líder de los Ratones Paranoicos repasó clásicos de su carrera junto a grandes invitados. Mateo Sujatovich de Conociendo Rusia, Alejandro Kurz de El Bordo, Junior de La 25, la gran Celeste Carballo y hasta el mismísimo León Gieco, fueron algunos de los invitados que acompañaron al legendario Juanse, quién cerró la noche un poco avejentado pero con el mismo espíritu rolinga.

El día 2 sin dudas tuvo para todos los gustos. Sobre el escenario Norte el ex líder de la 25, Junior, se presentó con su nueva banda Caras Extrañas encendiendo al público y poniéndolo a punto para lo que viene por delante. Por ese escenario desfilaron luego Las Pastillas del abuelo, Ciro y los persas, La Vela Puerca y Las Pelotas.

Sin embargo, el día 2 merece algunos apartados que vale la pena mencionar.

Fito, un sol sobre el escenario

El músico subió pasadas las 18, a un lado el sol continuaba su marcha hacia el ocaso mientras sobre el escenario Sur otro sol emergía: Fito vestido de amarillo. Desde el primer minuto el artista volcó luz y cariño sobre el público que coreó temas de “El amor después del amor”, uno de los discos más vendidos del rock nacional, que viene de cumplir 30 años y se encuentra añejado como los mejores vinos. Además, repasó clásicos de su carrera como “11 y 6”, “Circo Beat” y “Polaroid de locura ordinaria”.

Algunos inconvenientes en el sonido, en especial la preeminencia del escenario Norte sobre el Sur, hizo que el sonido de Las Pastillas del Abuelo interfiriera con el show de Fito, algo con lo cual el cantante ironizó: “Si sabía que iba a estar tocando otra banda no tocaba, no queremos interrumpir con la música hermosa de nadie”. Sin embargo, a pesar del acople los coros de la gente coparon el predio.

A un costado el sol se oculta poco a poco, en el escenario Fito entona “Un vestido y un amor”, la noche se arroja sobre un público que cierra los ojos, mira hacia arriba y canta: “¡Te vi! Juntabas margaritas del mantel”. La noche invade, las pantallas de los celulares aparecen, un mensaje irrumpe en un buzón de whatsapp, el amor después del amor. Foto.

Sobre el show de Ciro

Pasadas las nueve de la noche dio comienzo el show de Ciro y los Persas, banda liderada por el ex piojo Andres Ciro Martínez. Acá hay que hacer un debido paréntesis luego de la repercusión que trajo el tratamiento de su presentación en el festival por parte de un medio de comunicación, que desmereció la propuesta y devino en un descargo por parte del líder de la banda a través de twitter.

El descargo resulta atendible. Ciro se presentó sobre el escenario, acompañado por la Orquesta Sinfónica de Villa María, la cual tiene su origen en un programa artístico-pedagógico creado a comienzos del año 2000 en el marco de la Cátedra de Instrumentación y Orquestación de la Licenciatura en Composición Musical de la Universidad Nacional de Villa María, a cargo del profesor Luis César Nani, quien dirigió la orquesta la noche de Cosquín Rock.

La orquesta ha realizado más de 200 obras y cuenta en sus haberes con la orquestación, corrección, ensayo y estreno de los arreglos orquestales para el espectáculo “Queen Sinfónico”. En el último tiempo han realizado también espectáculos sinfónicos de Charly García y Soda Stéreo. Por lo tanto, la calidad musical está sobrada y la pregunta sobre si lo sinfónico puede rockear, contestada. Quizás la pregunta que se hizo el autor de la nota fue la de: ¿Puede un espectáculo sinfónico cumplir con las expectativas de un Cosquín Rock?

Está a las claras que sí. La propuesta de Andres Ciro Martinez fue sumamente atractiva y novedosa. La posibilidad de poder escuchar algo distinto, transformado. La orquesta es una pimienta extra al rock que le aporta encanto y con el mismo “power” que pudiese dar cualquier guitarra eléctrica sucia y distorsionada. No solo cumple con las expectativas, sino que introduce una novedad en el lugar más importante de todos: el escenario.

A contramano del panorama actual donde cada vez más los arreglos musicales son disparados por computadora, Ciro trasladó a más de 33 músicos con sus respectivos instrumentos y equipos de sonido. Actuó de la manera más linda que tiene la música, generando el cruce entre artistas, géneros, y culturas. La posibilidad de conocer uno de los mejores ensambles de nuestro país en uno de los festivales más convocantes. Los persas rockearon junto a la sinfónica repasando temas como: “Antes y Despues”, “Pacifico” y “Ruidos”, muchos de ellos ya reversionados en su disco Sueños (Un Viaje a Través del Tiempo).

Además, imprimió uno de los momentos más lindos de la noche cuando interpretó “Canción de Cuna” junto a una pequeña artista mendocina llamada “La Jose”, quien además participó como invitada de su último disco. Luego del espectáculo sinfónico, la noche siguió con una lista variada de temas, muchos de ellos pocas veces interpretados en un Cosquín Rock.

Algo de Dillom y La Vela

Sin dudas el show de Dillom fue caliente. De entrada propuso bajar hasta los rincones más oscuros de la realidad y desde allí salir pogueando con Post Mortem: “Mis amigos están muertos, sin querer los mate”. Un universo paralelo, o mejor dicho un barrio, a 500 metros de otro completamente distinto. Durante su presentación tocó temas de su último disco Post Mortem y contó con diversos invitados.

En el escenario Norte al mismo tiempo sonaba La Vela Puerca, que arremetió con temas de su último disco para decantar en clásicos como “Zafar”, “El viejo” y “Va escampar”. Hacía el cierre ocurrió uno de los momentos más lindos de la noche. El Enano pidió hacer un tema más, los asistentes alinearon el micrófono sobre una banqueta en la que Teysera se sentó con su guitarra. Sin embargo, un problema impidió que pudiese usar el instrumento, por lo cual decidió cantar “José Sabía” a capella. El artista dejó lo más importante sobre el escenario, el alma.

El salto generacional

Aquel festival que nació al calor de una de las crisis económicas más grandes de nuestro país, encuentra su última versión con entradas agotadas en un contexto de elevada inflación. Su última edición movilizó recursos económicos por cerca de 9112 millones de pesos, contra los 1415 millones de su edición del 2022. Un informe realizado por el Instituto Cultura Contemporánea arrojó algunos datos interesantes:

“• De los asistentes, el grupo mayoritario (del 37%) dijo ser universitario, junto a quienes dijeron estar cursando ese nivel (67%). El 50% trabaja y el 20% sólo estudia. 27%, ambas cosas.
• Poco más de 50% asistió por primera vez a Cosquín Rock 2023 y casi 80% de los casos compró abono de dos días, lo que impacta fuerte en el turismo.
• Casi el 70% de los asistentes fue al festival por la experiencia en sí, más allá de la grilla y algún artista en particular.”

Cosquín es un fenómeno que sólo puede comprenderse mirando de frente a los ojos de la bestia. De aquellas ediciones en la plaza Próspero Molina solo queda el nombre, quienes vivieron sus primeras ediciones saben encontrar el dulce sabor amargo de lo que fue. Es que esas ediciones fueron hijas de su tiempo, un rock que había nacido al calor de la democracia, atravesado el menemismo, y sobrevivido al 2001; una generación de artistas que se reunía encima y bajo las tablas de la Próspero Molina para hablar de una época, de una realidad somática y cultural.

Cosquín es un reflejo de su tiempo, las nuevas generaciones nacieron con la democracia bajo el brazo, tampoco fueron testigos de la llegada del neoliberalismo, muchos de ellos son hijos de la pizza con champán y del 2001. Allí pivotea la propuesta del festival, entre los que fueron protagonistas de una época, y entre quienes tienen el derecho de protagonizar la suya.

Parte de lo atractivo para las nuevas generaciones es participar de experiencias, las leyes del marketing que rigen hoy en día son muy claras al señalar que no importa tanto el producto sino la generación de una experiencia en torno al producto. Es por eso que el festival ha sabido transformarse a lo largo de los años, son los hábitos de consumo los que definen parte de su identidad.

Hoy se posiciona como uno de los festivales más importantes de la Argentina, su edición número 23 contó con seis escenarios que reunieron a más de 109 artistas del mainstream. Además cuenta con ediciones realizadas en México, Paraguay, Uruguay, Chile, Bolivia, Colombia, EEUU y España. Un festival a la altura de Lollapalooza, salido del interior de las sierras cordobesas.

Solo en la provincia de Córdoba cuenta con 22 ediciones en su espalda, es decir 22 años de existencia por cuyo interior desfilaron al menos dos generaciones que el pasado 18 y 19 de febrero agotaron sus entradas. El festival supo crecer con su tiempo dando paso a las nuevas expresiones culturales y artísticas, a los nuevos estilos, pero también fue testigo de diversas épocas.

En los ojos de la bestia podemos ver a quienes han pasado por sus escenarios, los que se mantuvieron siempre, los que se separaron, los que se fueron en el camino, los que fueron y volvieron, los que ya lamentablemente ya no están, los nuevos que llegaron, y seguramente a los que vendrán. Lo terrible de Cosquín no es la grilla que casi nunca cumple con las expectativas, sería un error ofrecer siempre lo mismo y no transformarse. Lo terrible de Cosquín son sus ojos.

FOTOS: COSQUÍN ROCK

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