Por Marcelo Riol – Por muchas razones Alta Gracia es elegida por los turistas, sin dudas una de ellas es el Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers. Aunque no solo es atractivo para quienes nos visitan, si no que cada vez más el Museo trabaja y se ofrece para el público local. Ha crecido la diversidad de obras y colecciones, y a lo largo de 2022 se ubicó como un espacio para apreciar espectáculos en vivo.
Hay un trabajo que busca ablandar la mirada que pesa sobre el Museo, de mostrarlo como un lugar del que se puede disfrutar sin tener un alto conocimiento de arte o de su historia. La tarea de incluir al territorio y sus habitantes en cada propuesta es el motor que impulsa al equipo que lidera Tomás Bondone, director del Museo, quien hizo un balance del trabajo realizado en el año.
Marcelo Riol: Hace un año nos contaba que dentro de los objetivos que se proponian para 2022, estaba la idea de acercar al Museo al público local, ¿Cuál fue el resultado de ese trabajo?
Tomás Bondone: De alguna manera fue bastante positivo, se lograron algunas metas que nos propusimos. Ese es el anhelo con el que seguimos trabajando y pensando en estrategias para lograr eso. El trabajar con públicos locales, regionales, tiene que ver un poco con una oferta cultural diversificada, ampliada, enriquecida. Este año tuvimos eventos donde pudimos constatar un poco eso. Es complejo, es dificil traccionar público, hay que trabajar mucho.
Creo que nosotros estamos en una etapa de conocimiento del territorio y a partir de ciertos insumos que podemos conseguir en determinados tipos de sondeos podemos ajustar o focalizar un poco más el tipo de convocatoria. Es dificil.
MR: ¿Porque cree que es dificil?
TB: Los museos tienen como una herencia, una carga que viene desde hace mucho tiempo. Pensados como espacios elitistas, solemnes, inaccesibles, únicamente para albergar la alta cultura. Yo trabajabé durante cinco años como director del Museo de Bellas Artes Evita – Palacio Ferreyra y me costó muchísmo. Claro porque el museo tenía una configuración arquitectónica, un lenguaje, un enclave urbanístico que era muy dificil alivianar, esa cosa de palacio, reja, portal, ese aire de solemnidad, cuando queríamos lograr que sea un museo amigable, abierto, un poco más flexible. Es complejo.
En Alta Gracia, con esta enorme residencia jesuítica pasa un poco eso. Esos muros simbólicos están un poco presentes, y también la propia historia, la tradición que arrastra el museo. En alguna medida, en sus primeros años fue un museo que trabajó con una elite. Es un museo que tiene una carga congénita, un museo castrense, si se puede decir, en su génesis. Eso es un poco lo que nosotros queremos alivianar, romper, derribar. A eso me refiero cuando digo que es dificil traccionar públicos.
Nosotros tenemos un enorme aluvión de público que lo podemos denominar entre comillas público cautivo, ese público turista de paso, que nos interesa mucho trabajar, pero que no tenemos que hacer nada para que venga. De todos modos tenemos que seguir trabajando. Poco a poco podemos constatarlo junto al equipo, durante 2022 creo que el museo se fue abriendo a nuevos públicos.
MR: ¿Qué destaca de la labor realizada en el año?
TB: Por un lado hay un gran esfuerzo en el trabajo interno y quizas en cuestiones que no se ven o que no son mediáticas. La gestión de colecciones, la conservación del edificio, la renovación de la museografía y en eso yo me siento muy, muy conforme, porque con el equipo pudimos lograr ciertos cambios y transformaciones. Mostrar una nueva manera de presentar las colecciones y el patrimonio tienen que ver con acomodarse a esos nuevos públicos.
Por otro lado hemos gestionado muchísimos programas públicos, como por ejemplo las jornadas de Afromiradas que hicimos en noviembre. Hay una constante desde que yo empecé mi gestión, que es gestionar desde una mirada contemporánea y en ese criterio incorporar el arte contemporaneo como estrategia.
Así fue con la exposición del Palais de Glace, que implicó una curaduría muy focalizada en una mirada ambientalista. Nos permitió también diversificar, abrir y tomar otras perspectivas que posibilitan justamente nuevos públicos.
MR: Y en contrapartida, ¿Qué fue lo que no se alcanzó?
TB: Me hubiese gustado ser mucho más radical, insurrecto e irreverente en la modificación de las narrativas, que eso implica recursos que no los tenemos totalmente o son escasos t tambinén esa deuda de seguir trabajando con programas que impliquen mayor participación del público.
MR: ¿A que se referiere con ser más irreberente con las narrativas?
TB: Me refiero específicamente al lenguaje museográfico, a la forma de presentar colecciones en las salas. Nosotros habíamos empezado a hace una renovación quitando elementos museográficos antiguos como cartelas, textos, epígrafes y sustituirlos por pantallas.
Ahora la información dura está en pantallas. Incluir en las salas un poco más de color, otro tipo de texturas. Salir de una museografía tradicional y estática. Tenemos nosotros la carga y el peso, en el buen sentido, del edificio. Eso podría ser una asignatura pendiente, herramientas para señalar más ciertas cuestiones que quizas para el gran público son un poco invisibles.
MR: ¿Cómo es gestionar un museo nacional desde una ciudad como Alta Gracia?
TB: Eso tiene ventajas y desventajas. Lo primero interesante es que estamos lejos de Buenos Aires, sin entrar en derivas intelectuales en relación al centro y la periferia, interior y capital, unitarios y federales, porque ya sabemos cómo está configurado culturalemente el país.
La gestión cultural sigue teniendo un fuerte caracter metropolitano, la mayoría de los museos de la órbita nacional están radicados en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los que estamos fuera de ese centro ocupamos una especie de limbo que a veces nos favorece y a veces nos desfavorece.
Estar lejos nos permite no estar tan invuídos en esa lógica metropolitana y por otro lado a veces somos objeto de políticas que están pensadas desde Buenos Aires y que están descontextualizadas de las lógicas propias de las periferia.
MR: En este sentido, pensando en que el año próximo habrá elecciones, ¿Cuánto influye la política en el trabajo en el museo?
TB: Hace poco estuve en un congreso internacional de museos en Praga y se trataron estos temas que tienen que ver con la gestión cultural, específicamente la gestión de los museos en el marco de las políticas de Estado y las políticas de gobierno.
Siempre intento y siempre lo he hecho, separarme de las políticas de gobierno. Creo en que un director de museo debe ser totalmente neutral. Que tiene una posición política pero no marcada partidariamente, hay colegas que piensan lo contrario.
Brego por trabajar la continuidad de esas políticas de estado y que los museo las vemos, con cuestiones internas un poco más duras, con el tratamiento de las colecciones, con la conservación, con la documentación, la restauración que atraviesan las políticas de los gobiernos que van pasando.
Indudablemente que influye, igual que en la gestión de la salud, de la educación, como la gestión de la justicia. En cultura se ve un poco más esas marcas de cambio. En lo que va de mi gestión trabajé con dos políticas de gobierno casi antagónicas pero siempre con mucho apoyo. Y nunca jamas tuve ningún tipo de injerencia u opinión acerca del estilo o las formas.
MR: ¿Cuáles son los objetivos que se plantean para 2023?
TB: Seguir trabajando con esas ideas de abrir poco a poco al museo a distintos segmentos de público. Trabajar con adultos mayores, trabajar con las infancias y seguir trabajando con cuestiones que no se ven, lo interno. Ahora por ejemplo logramos conseguir recursos para restaurar mobiliarios, estamos contentos por haber logrado eso.
Y para el año que viene, que sabemos que es un año electoral, un año de cambio, de movimiento obviamente estamos sujetos a eso. Sabemos que en determinado momento el año los recursos no van a ser tan fluidos.
Tenemos un gran anhelo para 2023, que es montar una exposición sobre el Virrey Liniers, que nunca jamas en el museo se hizo una exposición, ni se avocaron esfuerzos para repensar la figura de este personaje histórico tan arraigado en Alta Gracia.
Tanto en la toponímia de la ciudad, barrios, calles, instituciones que llevan el nombre de Liniers y no se sabe muy bien quien fue este señor. Pensamos una exposición con mucha potencia para trabajar a lo largo de 2023 y que genere una serie de actividades complementarias para revisitar y rever al Virrey Santiago de Liniers que tuvo que ver con esta casa en algún momento.
El Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers, es un símbolo, un emblema de nuestra ciudad, cada vez más cercano y atractivo para que el público del Valle de Paravachasca pueda sentirlo propio.