(*) Este 24 de marzo se cumplen 49 años del inicio formal de la última dictadura cívico militar eclesiástica que azotó a la Argentina y también se conmemora un nuevo Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. En esta nota se recuperan nombres propios que dan cuenta del impacto del terrorismo de Estado en Paravachasca: sus desaparecidos, sus genocidas y también un centro clandestino de detención que siembra vida para salir del olvido.
En el Valle de Paravachasca, año tras año, cobran especial valor las actividades que llevan adelante los colectivos de Derechos Humanos y Memoria de la región, que permiten nutrir los debates respecto a cuánto del terrorismo de Estado impuesto en nuestro país recayó en estas tierras. Dicho ejercicio de reconstrucción histórica permite actualizar los debates sobre la vigencia de los Derechos Humanos y el compromiso comunitario con su defensa.
En esa tarea están, entre otros grupos, el Colectivo Paravachasca por la Memoria, el Nodo Paravachasca de la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos y el Refugio Libertad. El testimonio de los sobrevivientes, los familiares y las inquietas nuevas generaciones es fundamental para que esta tarea no se abandone.
En línea con esa labor, se presenta el siguiente informe, que no busca ser exhaustivo ni acabado; apenas una puerta de entrada para seguir investigando.
Los D’Ambra
Carlos y Alicia D’Ambra están desaparecidos desde 1976. Él fue secuestrado en la ciudad de Córdoba, ella en Buenos Aires. Ambos pasaron su infancia y adolescencia en Alta Gracia. Su padre y su madre, Santiago (“Charo”) y Emilia Villares (“Emi”), en sus búsquedas se fueron convirtiendo en importantes referentes de la lucha por los Derechos Humanos de la provincia.
Sara Waitman, ex presa política, fue detenida junto a su novio Carlos en la Terminal de Córdoba el 20 de noviembre de 1976. Consultada por Tortuga, recordó que en su cautiverio en el centro clandestino de detención Campo La Ribera, supo desde el patio que él estaba en el mismo lugar porque desde un calabozo le silbó la “Zamba para olvidar” de Daniel Toro: canción que les gustaba a ambos.

“Quienes lo vieron en La Perla, cuentan que le daba ánimo a sus compañeros y compañeras que estaban detenidos, aún estando con la venda puesta y tirado en el suelo”, recupera Waitman, quien lo define a Carlos D’Ambra como “un tipo solidario y alegre”.
Ambos estudiaban el profesorado en Educación Física. El cuerpo de Carlos nunca fue recuperado. Su desaparición fue juzgada en la Megacausa La Perla.
Sobre Alicia D’Ambra, su prima Clarisa Villares, trabajadora del Archivo Provincial de la Memoria, manifiesta: “Creció entre clases de ballet y partidos de fútbol con sus hermanos en Costanera Norte, hoy Hermanos D’Ambra, a la vera del arroyo”.
A partir de un trabajo de recopilación de testimonios, Villares dice que a Alicia “la recuerdan como una persona llena de amigos, que abrazó desde pequeña el amor por las lenguas y estudio de Inglés, Francés, Alemán”.
Fue estudiante secundaria del Colegio Misericordia y al egresar, se incorporó a la Escuela de Lenguas.
En su detención, Alicia pasó por cinco centros clandestinos de detención, durante casi nueve meses. “Su destino final fue el Pozo de Banfield, una conocida maternidad clandestina”, refiere su prima.
Respecto de “Charo” y “Emi” D’Ambra, se expresa Gustavo Tissera, integrante de la organización Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas: “No solamente aportaron a Familiares, sino a toda la política de memoria, verdad y justicia. Fueron dos personas con una integridad y fortaleza increíble. Ellos habían perdido en la dictadura a dos hijos, a quienes empezaron buscando y muy pronto empezaron a reivindicar los 30 mil desparecidos, que pasaron a ser también sus hijos”.
Hugo Pavón
Hasta 2007, la desaparición de Hugo Pavón se conocía fragmentaria entre pocas personas. Una investigación de la periodista Susana Salas y el historiador Luis Rosanova permitió precisar que fue secuestrado el 30 de abril de 1976 de su domicilio de Avenida del Libertador al 1700, conducido a la comisaría local y luego alojado en el Departamento de Informaciones (D2) de la capital cordobesa, donde días después lo asesinaron.

A su madre le dijeron que lo habían liberado y se había retirado por sus propios medios. Hasta la actualidad, no se han recuperado sus restos.
Susana Salas brindó a Tortuga los siguientes detalles: “Hugo Pavón nació en Buenos Aires. Allí fue adoptado por Anolino Pavón y Amalia Quiroga, quienes lo trajeron a vivir a Alta Gracia. Cursó en el Obraje. Vendía artesanías en la entrada al Cine Monumental. Usaba anteojos tipo John Lennon. Testimonios lo recuerdan como un chico alegre, solidario y comprometido”.
Luis Carnevale
Pedro Gaetán, militante peronista y ex preso político, brindó detalles de la vida de Luis Agustín Carnevale, quien fue secuestrado el 14 de abril de 1976 por una patota de Coordinación Federal y de La Perla, y asesinado en Martínez, Buenos Aires.
Carnevale creó en nuestra ciudad la Escuela Libre y participó de la fundación de la Escuela de Minería de José de La Quintana. Fue además presidente de la Cámara Minera Argentina, secretario del bloque del Partido Justicialista en la Cámara de Senadores de la Nación y cumplió un rol muy importante en la conformación de la CGT de los Argentinos que lideró Raimundo Ongaro.

Partícipe del Cordobazo, destaca Gaetán que “tuvo la posibilidad de salvarse e irse al exilio, pero sus convicciones eran quedarse en la Patria”.
En 1984, sus familiares recuperaron sus restos. Desde 2024, la Escuela de Minería de José de La Quintana lleva su nombre.
«La Negra» Navarro Iriarte
Hace pocos años, el Colectivo Paravachasca por la Memoria hizo pública la historia de Elba Rosa Navarro Iriarte. Nacida en nuestra ciudad, fue secuestrada el 16 de agosto de 1976 en la ciudad de Córdoba.
Era delegada gremial de la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC) y militaba en la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO). La ex presa política Soledad García destaca que “Elba respetaba la lucha antiburocrática y la autonomía sindical; era reservada y le encantaba la música”.
Estudió el secundario en la escuela Normal Superior “Agustín Garzón Agulla”, de donde egresó en 1963 como maestra normal. En la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) se recibió de psicóloga y al momento de su secuestro, trabajaba en el Instituto Diferencial Hipólito Irigoyen con personas con discapacidades.
Era conocida entre sus pares como “La Negra” y de ella destacan sus convicciones, su vocación por el trabajo, su compromiso con el sindicato y con la revolución.
Los responsables de su desaparición fueron juzgados en la Megacausa La Perla.
Conociendo a Lucio
En 2022 el Colectivo Paravachasca por la Memoria mencionó a un desaparecido desconocido: Lucio Bernardo Altamirano.
Clarisa Villares contó a Tortuga lo poco que se conoce sobre él y que se ha logrado reconstruir: “Nació en Alta Gracia el 3 de febrero de 1953. Lo apodaban ‘El Negro’, vivía con sus papás y sus hermanos en Alta Gracia y de joven se fue a vivir a Buenos Aires”.
Agregó la investigadora del Archivo Provincial de la Memoria que el 1º de abril de 1972, “a sus 19 años, un patrullero de la Comisaría 48 en Buenos Aires lo detuvo, se lo llevó y desde ese momento está desaparecido”.
Su secuestro se produjo en el marco de la dictadura autodenominada “Revolución Argentina”, que entre 1971 y 1973 asaltó la democracia del país, bajo la conducción de Alejandro Lanusse.
La “Peco” y Carlitos
Dos nombres que se incorporaron también al grito de “Presentes” de cada marcha del 24 de marzo en Alta Gracia son los de la “Peco” Viviana Beatriz Real Meiners y Carlos “Carlitos” Castagna, quienes estuvieron refugiados en la ciudad, meses antes de ser secuestrados y desaparecidos.
De la siguiente manera, recuperó sus historias el Colectivo Paravachasca por la Memoria:
La “Peco” había nacido el 21 de enero de 1950 en La Falda y Bruno el 16 de octubre de 1947 en Cosquín. Ella era maestra y licenciada en Pintura y en Grabado, egresada en 1973 de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Córdoba (un año después recibió el Premio Universidad, Medalla de oro y Diploma). En 1968 cursó el primer año de abogacía. Cuando conoció a «Carlitos», supo con quién y cómo quería vivir. En 1976 tuvieron a Bruno Salvador, su primer hijo. Eran militantes del PRT- ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo), donde sus compañeres les llamaban “Sofi” a ella y “Luca o Pelado” a él.
Antes de ser secuestrados el 26 de mayo de 1976, en una pensión de Unquillo, donde vivían entonces, la “Peco” y su compañero vivieron entre cinco y seis meses en Alta Gracia donde encontraron amor y abrigo en el hogar de “Tito” y Matilde Barreiro quienes les cuidaron como si fueran sus hijes. Cuentan que Matilde acompañó a la “Peco” hasta el dispensario local, donde aún debe estar su ficha. En aquellos tiempos convulsionados, donde nadie se jugaba por nadie, en esta ciudad del “no me acuerdo”, el compromiso de esta familia fue de una grandeza total.
Al momento de su secuestro, la “Peco” tenía 26 años y un embarazo de un mes y medio. Su hijo o hija debe haber nacido en 1977 en cautiverio. Por testimonios, pudo saberse que ambos permanecieron detenidos en el centro clandestino de detención, torturas y exterminio «La Perla». Todes están desaparecides.
El 141
A la vera de la ruta E-56, entre Villa San Isidro y Los Molinos, el ex Grupo de Artillería 141 de José de La Quintana está reconocido como centro clandestino de detención que funcionó durante la última dictadura y está sospechado de haber sido un sitio de fusilamientos y enterramientos clandestinos.
El periodista Adrián Camerano participa del proyecto “Refugio Libertad”, que desarrolla en el predio un proyecto de recuperación de memorias y producción sustentable de alimentos y economía popular, viene investigando lo ocurrido en este lugar.

Consultado por Radio Tortuga, narró que “el 141” cumplió diferentes roles a lo largo del tiempo: “Funcionó entre la década de los 60 y mediados de los 90. Por allí pasaron conscriptos que hicieron el servicio militar obligatorio. En la década del 60 reprimió en el Cordobazo, en los 70 fue enviado al Operativo Independencia, preludio del terrorismo de Estado. Desde 1976 fue un centro clandestino de detención”.
Vecinos de Paravachasca conocieron el 141 en los primeros años de la recuperación de la democracia y han narrado que algunos militares solían contar anécdotas del terrorismo de Estado en el lugar.
Si bien la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación señaló formalmente al 141 como sitio de memoria, al reconocerlo como eslabón del engranaje represivo de la provincia, es una cuenta pendiente de la Justicia echar luz sobre los crímenes allí cometidos.
En la actualidad, el Refugio Libertad permite acceder a su historia, de manera didáctica y a partir de una resignificación que cosecha vida donde otrora se sembró el miedo, el silencio y la muerte.
Genocidas de Paravachasca
Arnoldo José “Chuby” López y Carlos Alberto “HB” Díaz son dos represores que fueron condenados a sendas condenas a prisión perpetua por cientos de crímenes de lesa humanidad; entre ellos secuestros, imposición de tormentos, privación ilegítima de la libertad y asesinatos.
Ambos vivieron impunemente durante décadas en el Valle de Paravachasca: “Chuby” López en La Bolsa y “HB” Díaz en Alta Gracia.

La periodista Ana Mariani, autora del libro “La Perla. Testimonios e historias de un campo de concentración”, detalló respecto a ambos: “Arnoldo José López, Chuby, se desempeñaba como personal civil de Inteligencia; y Carlos Alberto Díaz, HB, era sargento primero”.
La investigación de Mariani arrojó que en numerosos casos, ambos genocidas actuaron en conjunto en los operativos represivos.
El conocimiento de sus nombres, rostros y prontuarios genocidas forma parte del ejercicio de memoria necesario que debe hacer la región para entender acabadamente el impacto del terrorismo de Estado en el plano local.
El valor de la Memoria
En un contexto en el que desde las altas esferas del Gobierno Nacional se revalidan posiciones negacionistas y reivindicacionistas del terrorismo de Estado, cobra especial significación darle continuidad a la lucha por Memoria, Verdad y Justicia.
Porque 49 años después del inicio de la última y más sangrienta dictadura que azotó a nuestro país, el número de 30 mil desaparecidos todavía está abierto, mientras los archivos no se desclasifican y los genocidas se mueren sin decir dónde están los cuerpos de las personas secuestradas y qué hicieron con los cientos de hijos e hijas que les arrancaron a sus padres y a quienes hace casi medio siglo que se les niega su verdadera identidad.
(*) Esta nota fue realizada con material que los medios de la Cooperativa de Trabajo Fábrica de Ideas viene trabajando año tras año.