Por Agus Moreno (*). Star Wars puede presumir de ser la única franquicia de cine que es un evento cultural en sí mismo. Desde que salió a la luz, está saga cambio las reglas de juego: de repente el fanatismo y frikismo propio de otros medios más under como los cómics, saltó a la vista de todos. Con el flamante spin off de Han Solo, esa magia está diluyendo.
No era raro que la gente se disfrazara de Dart Vader o Luke Skywalker cuando se estrenaba la nueva película; había algo más en el aire. La «magia» de Star Wars estaba en que cada uno de sus estrenos representaban un momento único y no pasaba desapercibido para nadie.
En 2012, Disney compró los derechos de Star Wars y como plan de negocios, se planteó una serie de películas anualizadas entre capítulos de la saga principal y varios spinoffs, en la cual se encuadra el estreno de este año: «Han Solo: Una historia de Star Wars».
Como era de esperarse, luego de cuatro películas en cuatro años, la «Magia» se empezó a diluir de a poco; el rico universo expandido de Star Wars se empezó a secar, dando como resultado este desastre que cuenta los orígenes del personaje Han Solo.
Le digo desastre porque esta película sufrió la renuncia por «diferencias creativas irreconciliables» de sus directores originales, Phil Lord y Christopher Miller (LEGO Movie), cuando ya se había filmado el 80 por ciento de sus escenas.
Cuando algo así sucede en una producción de este calibre, alguien debe tomar el mando, solucionar lo mejor que puede la situación y estrenar lo antes posible la película. Esta tarea le tocó al neutro de Ron Howard, un director mediocre que tiene tantas películas malas que una vez le tocó hacer una buena, y no, como dije, no fue ésta.
En «Han Solo» se nos plantea una galaxia decadente en guerra, los tonos marrones y grises inundan la pantalla para darle un look de western crepuscular y lo único que consigue son dolores de cabeza.
Una película apagada en todos los sentidos, desde la chispa entre sus personajes hasta el carisma de sus villanos; hasta se esforzaron en arruinar la banda sonora, un elemento en el cual Star Wars siempre cumplía de manual.
Está película es un chiste sin gracia con una explicación que nadie pidió, y no, no es una metáfora, hay tantos momentos de vergüenza ajena que asusta y preocupa para lo que se viene. Recordemos que esta película está planteada como la primera en una propia trilogía.
Como película de acción cumple, supongo, pero el que se sienta a ver Star Wars busca algo más que acción, busca un mundo vivo lleno de personajes memorables, una opera espacial que por dos horas nos lleve de mundo en mundo en un viaje inolvidable… Éste no fue el caso.
Si el plan era mostrar al anti héroe mas carismático de la historia del cine como un personaje vacío y lleno de referencias, lo lograron. Quizás quitar la magia de nuestros héroes sea ese enfoque «adulto» que tanto quieren conseguir hoy en día, pero en este caso no se trata de una deconstrucción de la figura heroica: se queda sólo en una caracterización puramente referencial y falta de alma.
Se destaca la actuación de Donald Glover, en el papel de Landó Calrissian. Es el único actor que jugó a ser un personaje de Star Wars y se nota lo mucho que lo disfrutó, como cuando esos chicos se disfrazaban de Han Solo hace 30 años y hoy se tienen que sentar a ver cómo sus personajes favoritos se desvanecen en la pantalla.
Que la fuerza los acompañe a ellos.
(*) Conductor del programa radial «Todo Puede Malir Sal», que se emite los jueves de 16 a 18 en la Radio Tortuga 102.7