En esta edición en su columna literaria para Diariotortuga.com, Germán Masgoret nos llama a reflexionar sobre la importancia de la literatura y la poesía como herramienta y como sobrevivientes en este contexto de covid-19
No hará falta detallar el momento particular que nos toca vivir y del que ya estamos un poco empachados de información de todo tipo. Y es porque cada uno lo vive de formas diferentes, sea por decisión, obligación, oportunidades o privilegios. Habitamos la cuarentena de forma particular según las condiciones reales, materiales, socio-económicas, afectivas y psicológicas. Condiciones que por, sobre todo, están dadas por un sistema perpetuo de injusticia caracterizada con un común denominador: la pobreza estructural y la desigualdad socio-económica.
Y es necesario entender al mundo que habitamos, desde una mirada en el que uno no tiene la cosmovisión verdadera en lo que respecta vivir el encierro, o anhelar su afuera, sino que debe estar clara la visión de que existe una otredad, con otras realidades complejas, distintas, diversas. Todo esto va para aquellos que puedan pensar al leer este intento de ensayo, que alguien que escribe desde una perspectiva, que ineludiblemente refleja a una determinada clase social, no necesariamente está avalando la mirada romántica de un hecho como el de la pandemia ni la decisión política del aislamiento social obligatorio.
Por lo tanto, no debe interpretarse como un sesgo de la realidad. Más allá de toda mirada romántica, de introspección, de interpelación, la cuarentena claramente pone en tensión realidades diversas, y potencia en muchos casos, la violencia física y psicológica en los hogares.
Desde una mirada parcial del asunto, entonces existen casos en el que aparecen miedos, ansiedades, necesidad de expresar lo vivido, la nostalgia, sobre todo para quienes no están acostumbrados a encontrarse consigo mismo. Algo que, en el mejor de los casos, nos obliga a interpelarnos.
Y es que no puedo comenzar con un análisis de lo poético sin dejar en claro que el asunto es más complejo; que no toda la persona está dentro de su casa cumpliendo con el aislamiento; algunos porque son esenciales en la labor de combatir la pandemia y deben estar ahí con escasos recursos como es el caso del cuerpo de salud médica, y otros trabajadores no están en sus casas porque están produciendo para llenar nuestras góndolas todos los días, y otros no se mantienen en sus casas por ser simples transgresores egoístas.
«Sino escribo lo que siento…»
Es frágil la realidad económica que hereda el país; y esto sumado a la pandemia que afecta a nuestra cotidianeidad. Estamos en presencia claramente de una recesión económica. El sector trabajador del país ha sido fuertemente golpeado. Y entonces, cabe empezar a redondear: ¿A qué voy con esto? Es que el universo de los artistas no es ajeno a toda esta problemática. Y dentro del mundo de los artistas, el mundo literario. Y al interior del mundo literario, el pequeño sitio defendido por la poesía. Y es acá donde me voy a detener, desde una visión un tanto optimista sobre el arte poético, en el que no se pretende invisibilizar las problemáticas concretas sino en detenerme en una fracción que creo es necesaria y valiosa para que la podamos mantener como una estrategia de resistencia, si se quiere.
Con todo esto, donde obviamente las prioridades se reacomodaron, entonces, la poesía pareció arrinconada. Ya venía caminando siempre por lo Under, en el silencio de la noche, en lo minoritario; la poesía fue clandestina y contestataria por cultura y por naturaleza, porque en ella se pueden concentrar mensajes muy poderosos con la magia de lo breve. La poesía claro que ha llegado a editoriales comerciales, y ahí entra un factor favorable, que esta es breve, concisa, para los tiempos de hoy. La poesía ha resistido y aun lo hace en los slams de poesía oral en todo el mundo. La poesía es sobreviviente que muta, ante un mundo donde son otros los atractivos y estímulos dinámicos, visuales, efusivos, impactante a las retinas, que piden el menor esfuerzo, ante lo fugaz. Y por ello, que la poesía queda apartada de una vorágine que exige velocidad y superficialidad, y no en detenerse a tomarse unos mates, abrir unas páginas, sentir la brisa, acariciar el papel de un libro nuevo o viejo, detenerse en una frase, remarcarla, subrayarla, anotaciones al margen, repensar el mundo desde esa frase, crear a través de lo leído otras cosas nuevas, enamorarse de una palabra que nos pega fuerte. No. Y con eso se destruye todo lo anterior, porque es trabajoso. El mundo se mueve en otros tiempos que la poesía no está dispuesta a negociar, porque de otra manera, quedaría sumida en una versión cuyo contenido solo sería una cáscara y nada más; con otros fines que se apartan totalmente de lo que pretende (o no pretende) el acto poético.
Entonces, ante una situación de fragilidad, se suma el hecho de una pandemia que amenaza con comerse todo; el mundo, la psiquis de las personas, el bolsillo, las actividades cotidianas, el tiempo para reflexionar. Donde no se sospechaba que la poesía podía entrar, ahí escarbó, o será que nosotros escarbamos dentro nuestro encontrando la poesía esperándonos como un germen milenario.
En el último mes y medio, el encierro ha propiciado el brote de grupos de WhatsApp, páginas de Instagram, Blogs, podcast, Wattpad, ebooks, Youtubers, Booktubers, y editoriales visionarias, que promueven el intercambio poético mirado desde la vivencia en tiempos de estar en casa, repito, para quienes tienen esa oportunidad. En diversos lugares del país han nacido movidas literarias que nos invitan a crear y nos recuerdan la urgencia de expresar cualquier cosa que tenga que ver con habitar este tiempo extraño. Uno de los casos que se me viene en este momento a la cabeza es el grupo de Instagram que se llama Amores_entiemposde_covid19.
Estos espacios virtuales nos invitan a compartir la experiencia de cómo uno habita los espacios disponibles, y cómo uno atraviesa el encierro físico o la exposición al afuera donde el otro, en tiempos de pánico se convierte más en una amenaza que en una oportunidad.
La pandemia entonces se convierte en un alimento en el que la poesía, empezará a comer, y a nutrirse, y a crecer, y a llegar a muchos usuarios de las redes sociales. Será momento de comprender que la poesía no es una impostura, sino una necesidad inherente al ser, para poder ser; mostrarnos a nosotros mismos y posicionarnos en el mundo que habitamos. Diversas son las maneras en las que se la combina: La expresión, el pensamiento, el cuerpo, la militancia, el canto, el color, el baile, la palabra. Y si bien ya se usaban las redes virtuales para intercambiar la cultura poética, ha sido este encierro el detonante que ha hecho estallar a las redes en una explosión primaveral de poesía a pesar que ya entramos en lo profundo del otoño.