Por Guillermo Morilla. Sin cumplir un mes de gobierno, las medidas económicas de Javier Milei ya muestran sus múltiples efectos en los bolsillos de los argentinos. “No hay plata”, el mantra que baja del palacio y se vuelca al conjunto social. “Vivíamos en una economía de fantasía y ahora en una real”, se escucha en las calles. Los precios “sinceros”, los salarios que carecen de sinceridad, la austeridad como bandera junto al realismo capitalista. ¿Fantasía o realidad?.
Y un día entramos al supermercado y estaba ahí aquella imagen que se presenta como conocida sin conocerla aún. “Nunca lo viví”, dicen algunos, sobre todo los más jóvenes, pero sin embargo saben de que se trata: los precios ilógicos, irrisorios, desbocados, los productos que miran desde la góndola (ese incesante fetiche de la mercancía), y nosotros que miramos entre góndolas, buscando el mejor precio, y, ahora, lo que se pueda comprar.
Las cuadras de filas de autos por la noche buscando la estación de servicio más cercana para ganarle al aumento de la nafta (los que votaron la economía sincera están entre los primeros en la fila para aventajarle unos mangos a las petroleras). Los que dejaron de comer carne; tiempo de vegetarianos (pero que caro está el tomate). Los que dejaron de ir al bar. Los que van de Branca a 1882, y de Coca Cola a Cunnington sin escalas. Los alquileres con precio de piso en new york y los techos de chapa que no paran de volarse en este temporal.
Y aprieta todavía más: Los que no saben si van a conseguir laburo, los que no saben si pronto dejarán de tener laburo, los que se quedaron sin laburo repentinamente. Tiempos de crisis y olfato de que el caldo se está poniendo espeso: “Son tantos los cocineros que joden la sopa”.
“No hay plata”, el símbolo discursivo de una época marcada por un abandono total al estado de austeridad. Y muchos sostienen que “este es el precio real de las cosas”, salir de la burbuja proteccionista “empobrecedora”, finalmente tenemos la economía que siempre nos negaron pero no era para nosotros.
Si esta es la realidad ¿Por qué en el sinceramiento no entran los salarios?. Está bien, en esta realidad esto tenía que valer la nafta, esto tenía que valer la luz, esto tenía que valer el gas, esto tenían que valer los útiles escolares, esto tenían que valer los alimentos. ¿Y los salarios? En el pago de los sueldos de los trabajadores se ve que la fantasía todavía cabe.
¿Universidad, Escuela y Salud pública?. No more. La única realidad es la del capital. “Shock” para divertirse, mientras persiste la idea de que todo lo previo era una ficción, una fantasía de la que había que despertar. Finalmente despertamos y sobre la pirámide estaba el ojo que todo lo ve.
“El negocio fue creciendo para todos, para todos menos para los que esperan. Para esos que transpiran de impaciencia, los sin zapatos que no pasan a esta fiesta”
Ay! Música para pastillas. Abundan de todos los colores. En la selva de la incertidumbre y la ansiedad se entra con el Tramontina entre los dientes para que quede de rosario en el botiquín del baño. Clonazepam, alprazolam, sertralina, zolpidem, “deme pastillas para no soñar”. Vivir en la realidad tiene como contrapunto evadirla. Precios reales y chute farmacopornográfico. La depresión sin épica.
¿Querés ver hasta dónde llega el agujero del conejo? ¿Pastilla roja o azul?. Fuimos por la roja y acá estamos, sin un mango, no hay plata; y la libertad es la libertad, pero no la que imaginaban. “No la ven”, dicen, y arman una realidad con miopía; nadie la ve, pero alguien tiene que decir que vió la zarza ardiente.
Como en el truco, se arranca por las malas: Que en quince, que en veinte, que en treinta y cinco años vienen las buenas. Moisés pasó cuarenta años en el desierto purificándose para entrar a la tierra prometida.
¿Llegaremos los argentinos a nuestra tierra prometida o nos construyeron un desierto a medida?. En mayo del 68 la sociedad francesa se preguntaba ¿Qué hay debajo de los adoquines?. Sous le pavés, la plage. ¿Y si la «realidad» de la que tanto hablan es la fantasía? Aquella realidad de la que no se puede escapar, la que no permite imaginar otra cosa, la que no tiene bordes ni contornos.
¿Fantasía o realidad? Vengan todos, levantemos los adoquines, busquemos puntos de fuga.