Por Pablo Rodríguez (*). En medio de la incertidumbre generada por la pandemia y la preocupación derivada de los incendios que se propagaban en las sierras, en 2020 un puñado de vecinas y vecinos de Anisacate empezó a pensar la forestación con árboles nativos como un instrumento para colaborar con la remediación ecológica de la región. Cuatro años después, el “Vivero Forestal Garabato Cuna de Nativas” se transformó en una organización no gubernamental que produce diez mil especies por año y esparce su prédica ambiental en cuanto espacio educativo y sociocultural lo requiera.
“En un principio nos juntamos a producir especies nativas en una casita de sombras en lo que era el predio de la Escuela Ambiental de Anisacate, con la convicción de que una parte de la solución venía de la mano de la producción de especies nativas”, recordó Marta Fontana en una charla con Papel Tortuga.
“No somos ajenos a la problemática global del cambio climático, pero nuestra región ha sido particularmente un territorio de mucho agronegocio y principalmente la zona de Anisacate”, subrayó Fontana y puntualizó que tras la sanción de la ordenanza que prohibió las fumigaciones con agroquímicos en el ejido municipal, los territorios que dejaron de sembrarse, quedaron “pelados y sin árboles”, y se fueron transformando en nuevos barrios.
En ese marco, destacó la importancia que tiene forestar con especies nativas: “La remediación ecológica se da de manera natural; porque si sembrás árboles exóticos, se dispersan semillas exóticas; pero si sembrás árboles nativos, las aves y el viento dispersan semillas de árboles nativos, que van al monte”.
(*) LEÉ LA NOTA COMPLETA EN LA EDICIÓN 216 DE DICIEMBRE DEL PAPEL TORTUGA.
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