Por Pablo Rodríguez (*). En los cinco tracks de su nuevo disco, “El recuerdo es un reflejo”, Fran Loyola cruza envolventes melodías con riffs carnales. “Habla de cómo nos relacionamos con quienes fuimos”, dice el cantautor neuquino de 32 años, afincado hace casi una década en Paravachasca, respecto de este nuevo trabajo que da a conocer, como una forma de revalidar su compromiso con el acto creativo; y en particular, con su inquieto devenir artístico.
Accidentalmente, según cuenta, fue en el mismo estudio Desdémona, de los hermanos Martín y Sebastián Bergallo, donde surgió la idea de grabar el disco en formato banda y en simultáneo.
Le indicaron que el trabajo de grabar las baterías, no distaría en esfuerzo, tiempos y costos de lo que implicaría sumar al resto de los instrumentos. Lo orgánico del resultado da cuenta de lo acertada de esa experiencia.
Excepto el track 2, “El reflejo”, compuesta inmediatamente previo al inicio de la grabación; el resto de las canciones que componen este álbum ya existían e incluso habían salido a la luz con alguna otra versión: “Todo está dispuesto”, “La marea”, “Entre tanta noche” e “Insolación”.
En el estudio, acompañaron a Fran Loyola el bajista Facundo Irazábal y el baterista Juan Catania. Además, brindaron sus voces el “Negro Yoni” Díaz y Buji Molas con sendas colaboraciones en “Todo está dispuesto” e “Insolación” respectivamente: el primero, con un pasaje de rap y la segunda, con una espinosa intervención a la manera del “Great gig in the sky” de Pink Floyd.
Loyola enmarca el sonido general del disco en el género “rock stoner”, por lo progresivo de la propuesta y la apelación a lo más crudo de las guitarras rockeras. Empero, incorpora también pasajes funky y sobresalen melodías vocales, que colaboran con el viaje etéreo sugerido.
(*) LEÉ LA NOTA COMPLETA EN LA EDICIÓN 211 DE JULIO DEL PAPEL TORTUGA.
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