El paleontólogo cordobés Jeremías Taborda, investigador del Conicet, participó del hallazgo del Huayracursor Jaguensis, un dinosaurio de hace 230 millones de años cuyo esqueleto fue encontrado casi completo en la Precordillera de La Rioja. El descubrimiento fue publicado en la revista Nature y aporta claves sobre el origen de los grandes saurópodos.
El hallazgo se dio a más de tres mil metros sobre el nivel del mar, en la Quebrada de Santo Domingo, un territorio de difícil acceso en la Precordillera riojana. Allí, un equipo de científicos descubrió el esqueleto casi completo de un dinosaurio que vivió hace unos 230 millones de años, durante el período Triásico Tardío. Lo llamaron Huayracursor Jaguensis, que significa “corredor del viento del Jagüé”, en referencia al pueblo más cercano al sitio del descubrimiento y al característico viento de la zona. “Siempre hay mucho viento en esa zona, incluso nos ha volado el campamento”, contó el paleontólogo cordobés Jeremías Taborda en diálogo con Radio Tortuga 92.9.
El Huayracursor era un dinosaurio bípedo de tamaño pequeño. “Medía unos dos metros de largo, un metro de altura y unos 20 kilos de peso aproximadamente, era como un perro más grande y más largo”, describió Taborda. Sin embargo, para su época representaba un ejemplar de gran tamaño: “Era uno de los dinosaurios más grandes que existían en ese periodo Triásico, recién estaba comenzando la historia evolutiva de los dinosaurios, por eso sus tamaños eran mucho más chicos”.
La investigación comenzó en 2015, cuando el equipo decidió explorar una región casi inexplorada por las condiciones extremas. “Fuimos a esa zona porque nadie quería trabajar ahí, un poco por cuestiones climáticas, es siempre cordillera, 3 mil metros de altura, un lugar difícil para trabajar”, relató Taborda. Sin embargo, las primeras expediciones fueron infructuosas: “En la primer campaña del 2015 no encontramos nada. Encontramos unos pedazos medios dudosos y dijimos de hacer otra campaña”. Con el tiempo, el esfuerzo dio frutos: “Ya la tercer campaña empezamos a entender más cosas y empezamos a encontrar de todo, dinosaurios del Cretácico, fósiles del Triásico, y fósiles mucho más nuevos”.
Según Taborda, el trabajo en campo es arduo y profundamente colectivo. “En las expediciones hacemos un poco de todo: prospección, extracción y las tareas diarias del campamento, donde colaboramos todos. No es que cada uno va y cumple su tarea, porque además vamos medio a pulmón”, explicó, aludiendo a las dificultades que enfrentan por los grupos reducidos y el escaso financiamiento. Una de las tareas que suelen realizar cuando no cuentan con apoyo técnico especializado es la extracción de los fósiles, un proceso que exige técnica y precisión: “Delimitamos un pedazo de roca donde está el fósil y lo cubrimos con yeso, lo que se llama ‘bochón’, para trasladarlo y que no se rompa”.
El descubrimiento del Huayracursor es clave para comprender los inicios de la evolución de los dinosaurios. “Es de los primeros que existieron, nos marca el inicio de la línea evolutiva de este grupo que fue tan exitoso que abarca unos 200 millones de años, hasta la gran extinción”, destacó el investigador. Además, señaló que las aves actuales continúan esa línea evolutiva: “Las aves son un grupo de dinosaurio”.
El Huayracursor pertenece al linaje que dio origen a los grandes saurópodos de cuello largo, como el Argentinosaurus. “Si bien era un animal pequeño y bípedo, a lo largo de la historia evolutiva termina llevando a estos grandes dinosaurios cuadrúpedos”, explicó Taborda.
Hoy, el panorama para la investigación científica se presenta difícil a raíz del desfinanciamiento impulsado desde el Gobierno Nacional. “Estamos en una época complicada, con muchos recortes, no hay proyectos, antes había proyectos de la Agencia de Ciencia y Técnica nacional y ahora está todo cortado”, advirtió. Pese a las limitaciones, el equipo continúa trabajando gracias a apoyos internacionales y esfuerzos autogestionados. “Solemos conseguir financiamiento en proyectos del extranjero, o campañas más pequeñas y puntuales. Y si no, queda lo que estuvimos recolectando a lo largo de estos años para trabajar en el laboratorio”, concluyó el paleontólogo, que ve en cada fósil una ventana abierta al pasado profundo de la vida en la Tierra.








