Por Germán Masgoret*- Resulta que vas a comenzar una lectura que te recomendaron o que viste por la web. Es un libro que te llamó la atención por su título, sinopsis o por su tapa. Sabés que esta tarde vas a encontrar un tiempito libre para poder escaparte a leer en alguna parte de la casa o en lo posible en algún lugar abierto. En definitiva, con el ritual que más te guste. ¡Y pasa algo espantoso! ¡Oh, por Dios! Te das cuenta que la lectura no te atrapó y que estás a mitad de camino. Entonces ¿Vale la pena terminar de leer un libro que no nos cautiva?
Tenemos dos posturas, sí, las que te imaginas; aquellos que bajo ningún motivo dejarían un libro por la mitad y otros que directamente dicen “Meh” (aunque esto sea una interjección inglesa, sirve) porque me refiero a los que no sufren con un libro inconcluso.
Entonces, por un lado, están los que bajo ningún motivo pueden dejar una lectura por la mitad. El problema con esto radica en la aparición de la culpa al dejar las cosas a la mitad o por la incertidumbre de no poder finalizar con una lectura por le hecho que luego (si son lo suficientemente honestos) sabrán que no podrán hacer una crítica redonda de esa obra sin terminar de leer.
Puede que los fines por los que leemos sean muy diversos: realizar un análisis de ello, criticarlo, o revisar un texto, y eso ocurre mucho con quienes trabajan reseñando obras o se dedican a ser correctores ortográficos y de estilo.
Pero si la lectura es sinónimo de un tiempo de esparcimiento y disfrute, lo cierto es que, con una imposición como ésta, no estaríamos acertando al motivo por el cual elegimos leer un libro.
El problema de no darnos cuenta de que estamos sufriendo una lectura, es cuando no sabemos por qué la leemos. Y esto se agrava cuando no le encontramos el hilo y nos vamos perdiendo.
Por último, aquellos que se proponen a terminar de leer una obra, está relacionada con una idea no menos interesante y lógica, y que sin dudas puede ayudar a generar algún tipo de motivación.
Es decir, según esta mirada de “ponerle esfuerzo” a lo que leemos, una lectura, aunque cueste, siempre lo vale. Porque te enfrentas a un texto que te obliga a conocer nuevas formas de escritura de otras personas, te aporta información muy útil. Uno logra ponerse a leer lo que no lee normalmente, y eso, te abre caminos a otros mundos que no imaginabas hasta ese momento.
Entonces leer es una exploración inevitable (fuera de la comodidad de aquellas lecturas que nos son encantadoras o que estamos de acuerdo ideológicamente). Es una exploración obligatoria para todo lector que recién comienza o que nunca se interesó por otros estilos literarios o géneros. En definitiva, termina enriqueciendo nuestra percepción y posición en el mundo.
En la vereda opuesta, están los que «sí está permitido siempre dejar las lecturas», muy alejado a quienes creen que toda lectura debe ser obligatoriamente terminada. Por supuesto que hay matices, pero en esta columna nos vamos a manejar con una especie de binarismo entre blanco y negro para que haya un mejor contraste en los ejemplos.
Esta postura está más orientada a esas lecturas aptas para momentos recreativos, y se trata básicamente de dejar fluir lo que leemos; y aquello que no nos cautive, entonces, es tiempo de dejarlo sin ningún tipo de culpa.
La lógica que opera en esta posición es que hay demasiados libros buenos para leer como para detenernos en algo que nos disgusta, que no es de nuestro estilo o que no nos ha terminado de cuadrar.
Porque más allá de lo que se cuenta, prevalece ese disfrute de cómo se cuenta y cuánto nos aporta a nosotros como tiempo recreativo cualquier tipo de lectura. En esto entra la forma de narrativa, la manera en la que escribe un autor o cómo está traducido un texto; todo eso es tan central como lo argumental o como la construcción de sus personajes (en el caso de una novela) y que para quienes pregonan esto de leer lo que nos cautive, sin dudas que son elementos muy importantes para fundamentar una u otra opción de lectura.
No hay que confundir la fatiga que nos produce un libro con la inexperiencia del “Ser lector/a”. Porque si nuestro camino de lector recién empieza, entonces deberíamos optar por lecturas más simples e ir complejizándolas a medida que nos vayamos sintiendo preparados para afrontar nuevas lecturas.
Entonces, esta experiencia en la que nos encontramos con un libro que no es de nuestro agrado y que ya hemos empezado a leer puede que nos cueste demasiada vida y entonces tengamos que replantearnos si realmente lo vale. Y si vamos a decidirnos por dejarlo, hay que tener en cuenta que no tiene que existir ningún tipo de culpa al respecto. Simplemente porque vendrán lecturas mejores y porque vamos a saber elegir mucho mejor en el futuro una lectura.
Con el tiempo, la experiencia en ser lector/a, sumado a nuestros objetivos claros de porqué leemos, nos permite en pocas páginas saber si un libro nos va atrapar o no. Si lo vamos a seguir o no. Siempre sin culpa ni incertidumbre. Por eso, reitero, que hay que tener en claro la finalidad por la cual uno lee, si es un trabajo, si es para desarrollar algún tipo de análisis o si es por puro disfrute (claramente puede haber un poco de todo, pero cada uno sabrá como tamiza sus ansiedades de lector o lectora).
Para terminar, pienso, que el balance entre leer o no leer una novela si bien no es simple, al final debe ser determinante: estar seguro de ello, no titubear, siempre en un contexto de lectura consciente. En ninguno de los dos casos tiene que aflorar esa culpa de: “He dejado de leer” o “¿Por qué sigo leyendo esto?”
Algunos tips que se me ocurren para quienes estén en zonas grises, limbos literarios, o sientan demasiada culpa en dejar algo por la mitad y estén sufriendo en la novena capa del infierno:
Dejar la lectura unos días, y luego retomarla.
Pausar la lectura mientras empezás otra nueva
Ralentizar la lectura mientras seguís con tu vida literaria, (como dejando en segundo plano la otra lectura).
¿Vos qué opinas? ¿Tenés otros tips o preferís ver el mundo arder? Dejanos tus comentarios y experiencias para enriquecer esta columna de opinión.
*Escritor. Docente. Músico. Autor de: #cautiverio123 (2020)