Por Eliana Lacombe (*). Después del siglo de las guerras mundiales y las dictaduras del Cono Sur, sin lugar a dudas, el aislamiento masivo por la amenaza del coronavirus, será de las experiencias traumáticas colectivas que más nos aportará para estudiarnos y comprendernos como sociedad del siglo XXI.
Apenas llevamos tres meses desde que se hizo pública la enfermedad en China, menos de un mes que llegó a nuestro país, y nuestra vida colectiva ha dado un vuelco radical, absolutamente inesperado para la gran mayoría de los mortales.
Hace unos días -exactamente dos semanas- en el aula conversaba con mis alumnxs de sexto año (de entre 17 y 20 años) sobre libros prohibidos durante la última dictadura en Argentina y reflexionábamos sobre la dificultad de comprender un período que les resultaba tan “lejano”; porque ellxs son de las pocas generaciones privilegiadas en este país que han vivido toda su vida en democracia… Y la experiencia -en tanto vivencia personal- es intransferible, aunque pueda ser comunicada culturalmente.
Pienso entonces en mis alumnxs, que no conocen de restricciones a la circulación, a las reuniones, a las salidas… que no conocen del miedo masivo… Sus restricciones habitualmente estaban más ligadas a las carencias económicas, pero no a las imposiciones normativas del Estado…
Es claro que hay enormes diferencias entre las restricciones a la libertad cotidiana de las dictaduras y las guerras y el actual aislamiento preventivo por el coronavirus. No obstante, quiero reflexionar a partir de algunas vivencias de estos días que encienden alarmas sobre la formación y “contagio” del miedo y la sospecha en torno a la construcción de otrxs: lxs infectadxs, lxs que salen y lxs que están afuera.
ESCENAS DE LA VIDA REAL I: LXS INFECTADXS
Es viernes 20 de marzo de 2020 (de la Era cristiana y según el calendario gregoriano). Me despierto con la pesadumbre de haber tenido pesadillas y lo primero que quiero ver son las novedades en el Whats App. En el grupo “las amigas de siempre” (integrado por las entrañables amigas del colegio secundario), leo la historia clínica de un nuevo contagiado de coronavirus que estuvo en el pueblo. También hay una foto evidentemente bajada de facebook donde la persona está remarcada con un círculo rojo. Y, a continuación, un listado con nombre y apellidos de personas que habrían tenido contacto con él bajo la leyenda: “Si ven a estas personas circulando por el pueblo, denúncielos a la policía”. Se me hace un nudo en el estómago y desde allí me brota la indignación… Escribo, borro, reescribo… “Todo esto es ilegal” -pienso mientras no encuentro el tono adecuado para responder en el grupo. Pero no es la ilegalidad en sí misma lo que me enerva… Contesto al mensaje comentando que nuestra familia hace una semana está en aislamiento preventivo porque en la escuela de mi hija se confirmó un caso de coronavirus. Les digo que no hay que tratar a lxs enfermxs como delincuentes, que cualquiera se puede contagiar de la manera más absurda y que nadie -contagiadx o no- puede salir por estos días. Recibo la aprobación de una de las amigas que vive en Ibiza (España) y fue la primera en advertirnos sobre la gravedad del asunto… Se suma el comentario de la amiga que vive en Buenos Aires y el silencio de las demás… Ni siquiera me preguntan cómo estamos… Me imagino que mi nombre y el de todxs lxs integrantes de mi familia pueden estar en una lista circulando por los celulares de lxs vecinxs de mi barrio.
Me levanto y salgo al patio. “Somos unxs privilegiadxs de tener patio”-pienso una vez más. Me pregunto cómo estarán las personas que deben permanecer encerradas en departamentos… cómo estarán las personas que viven de changas… Recuerdo que la última vez que estuve en Córdoba sólo le di diez pesos al limpiavidrios y me siento una miserable…
Con sombrero de alas y pala en mano me pongo a remover la tierra de la huerta que habíamos abandonado después de las vacaciones. Mi compañero se suma a la tarea. Con el cuerpo doblado sobre la tierra vamos arrancando las “malezas”… Digamos mejor: discriminando entre las plantas que comemos y las que no… Algo queda todavía: rúcula, pimientos, zapallos y varias aromáticas… El clima de este marzo es increíblemente bello. Sereno y cálido. Vivimos a cuatro cuadras de una autopista y apenas a una cuadra de un autódromo… Ahora percibimos el silencio. El silencio se siente… Hasta el aire se ha purificado.
ESCENAS DE LA VIDA REAL II: LXS QUE SALEN
Mientras riego la huerta y percibo el olor a tierra húmeda, comienzo a escuchar el auto propalador. Es un mensaje de la Municipalidad. Solicita que lxs vecinxs no saquen la basura, ya que no habrá recolección el lunes. Recuerda que está prohibida la circulación de personas y recomienda denunciar al 101 a las personas que violen esta normativa. La grabación se repite por altoparlante en todas las cuadras…
Mi microcosmos se rompe en mil pedazos… Recuerdo el taller que hicimos con Elizabeth Jelin en el Archivo Provincial de la Memoria sobre las marcas de memoria en Alemania; recuerdo las reproducciones de las órdenes del Estado nazi que prohibían la circulación de “los judíos” y las instrucciones para delatarlxs, pegadas en los postes de las veredas de Berlín… Siento escalofríos…
A los pocos minutos, escucho una moto que frena abruptamente en frente de casa. Por estos lados no tenemos timbre. Sabemos que alguien llega a nuestra casa porque ladran los perros o bien reconocemos un motor que se detiene… Me acerco a la salida para ver quién es y escucho un grito: “Poné las manos ahí”. Es la policía. La persona de la moto dice que salió a comprar. El policía está alterado, le habla a los gritos; le dice que lo pasó por la ruta, que anda sin casco…y no sé que otras cosas más… Quedo paralizada. No les veo la cara, el cerco de jazmines es alto y está tan tupido… Estoy inmóvil escuchando. Recuerdo las razzias contra lxs pibxs de la calle, me atraviesan en una sola sensación todos los relatos de detenciones arbitrarias sufridas por lxs chicxs de La Luciérnaga… Me dan ganas de llorar… No intervengo, sigo paralizada.
En el grupo de Whats App del “barrio”, la mayoría está indignada con la gente que no cumple la cuarentena, quieren “mano dura”. ¿Alguien les pregunta a las personas que circulan a dónde van, si necesitan algo, antes de denunciarlos?
A la tardecita, prendo la tele. No he querido “saber nada” durante el día… (aunque todo el día el coronavirus ha estado moldeando nuestra vida, nuestras sensaciones, nuestras actividades inusuales, nuestro espacio, nuestro tiempo, nuestro ritmo…). Entre las noticias, al número de contagiadxs y muertxs, se ha sumado la cifra récord de detenidxs por violar la cuarentena. Veo la imagen de una joven, tendrá 18 años, está esposada y la suben a un patrullero. Pienso en mis alumnxs del secundario, encerradxs… sin saber estarlo… Me vuelve el nudo en el estómago…
ESCENAS DE LA VIDA REAL III: LXS QUE ESTÁN AFUERA
Leo en el portal de noticias -y me siento una privilegiada por aún tener datos- que la ministra de seguridad dice que quienes se fueron de vacaciones no podrán volver a su casa. Que se queden dónde están… Otro titular afirma que son 30 mil lxs argentinxs que salieron después del 13 de marzo, día en que se declaró la pandemia. 20 mil aún están en el exterior. Dice que el Estado nacional privilegiará la repatriación de las personas que se fueron antes.
Los comentarios sobre la irresponsabilidad, la falta de solidaridad, la inmoralidad de lxs que se fueron a la costa, de los que salieron del país en plena pandemia, se replican en todos lados. Las condenas y repudios están en todos mis grupos de Whats App, tanto en los de centro-derecha, los filo-progresistas y de izquierda….[1]
Un capítulo completo merecerían las construcciones de otredad y peligro en relación a lxs extranjerxs que están en el país.
Mientras la seguridad está adentro, en la casa, todo el peligro está afuera o viene de afuera. Podríamos reconstruir escalas morales de sospechosxs y condenables del afuera en orden ascendente: lxs argentinxs que salen a dar una vuelta por el barrio, lxs que se van a veranear, lxs que llegaron del extranjero, lxs que están en el extranjero y lxs que se fueron al extranjero durante la pandemia, lxs que llegaron del extranjero y no cumplen la “cuarentena”, lxs infectadxs que vinieron del extranjero y salen de sus casas.
Mientras tanto, 20 mil personas de carne y hueso están varadas en aeropuertos extranjeros, siendo carne de cañón del virus, queriendo, necesitando, volver…
ALARMAS Y REFLEXIONES
Estamos ante una experiencia social absolutamente inédita para esta generación. Nuestra vida ha dado un vuelco que es difícil aún de significar… Pero algunas memorias sociales del pasado pueden servirnos para encendernos alarmas sobre caminos que no debemos re-transitar. La construcción de lxs otrxs como peligrosxs y merecedorxs de segregación, represión, castigo y hasta aniquilación, ha sido prodigiosamente estudiada… Sin embargo, ¿por qué somos tan susceptibles a la construcción de otrxs como merecedorxs de nuestras violencias?
Claramente quienes violan la normativa de aislamiento son irresponsables e insolidarixs, nos ponen en riesgo a todos… Pero de allí a reclamar para ellxs linchamientos mediáticos, delaciones, detenciones, esposas, calabozos… creo que hay un gran abismo…
No reniego de las políticas epidemiológicas de este gobierno; pero sí temo al desborde de las acciones civiles alentadas por los discursos moralizantes en relación a lxs que salen y lxs que están afuera. Entiendo la importancia de las medidas que el gobierno tomó en Argentina. Temo a la demonización de lxs enfermxs. Temo al miedo. A lo que las personas con miedo pueden hacer, al desconocimiento de la humanidad de lxs otrxs, a la insolidaridad con lxs que necesitan salir y lxs que necesitan volver. Temo a las vejaciones a la intimidad de lxs infectados y sus redes de vínculos… Temo a la “caza de brujas”… A los “excesos policiales”… Estamos encerrados y el encierro nos afecta emocionalmente… Temo a los desbordes ciudadanos… a la “justicia por mano propia”… a la fragmentación social…
Tenemos que decir y comprender que las personas enfermas son víctimas que el Estado debe proteger, que lxs irresponsables deben aprender y que lxs que están afuera, están a la intemperie, mucho más en riesgo que lxs obedientes privilegiados que podemos quedarnos en casa.
Tenemos que estar más unidos que nunca en este “distanciamiento social”. La persona que se enferma es una víctima del virus, no un monstruo. Preguntémonos cómo estará de salud, si tiene miedo por sus seres cercanos, si teme por lxs desconocidxs que ha contagiado sin saberlo…si necesita ayuda…
Sobre lxs irresponsables que violan la cuarentena, son “irresponsables”, no asesinxs…
En marzo, a pocos días de un nuevo aniversario del “Desastre de Taym”, me llama la atención que estxs prófugos del aislamiento por el coronavirus pueden llegar a pagar penas mayores que lxs (i)responsables de la Planta de tratamiento y enterramiento de residuos peligrosos, que por sus violaciones sistemáticas a las normas ambientales y protocolos de seguridad, colaboraron con la inundación y contaminación del canal Los Molinos que abastece de agua a medio millón de habitantes de la ciudad de Córdoba. Y contaminaron con residuos peligrosos el suelo, el aire, el agua subterránea de un enorme territorio nunca dimensionado. Lxs (i)responsables de este desastre ambiental jamás fueron, ni serán, detenidxs… Pues, el delito por contaminación tiene penas máximas de dos años, excarcelables… Ni hablar, de lxs responsables públicxs que autorizaron la instalación de esa Planta en un lugar inundable; ellos ni siquiera han sido convocados por la justicia… Pensemos entonces en la inequidad de las medidas reclamadas…
El presidente Alberto Fernández dice por estos días: “No quiero declarar el Estado de Sitio”…
La sangre se me hiela… No quisiera jamás estar en su lugar… Se nota que no quiere… pero la opinión pública asustada y lxs irresponsables que no se quedan en casa, lo presionan… “El miedo es mal consejero”, dicen en mi pueblo.
Hoy es 24 de marzo, día de la Memoria, la Verdad y la Justicia… y no puedo evitar que todo mi cuerpo recuerde que la construcción de otrxs peligrosxs merecedorxs de represión, de linchamientos públicos, de delaciones, de detenciones, de esposas y calabozos… nos conduce a un lugar donde juramos como nación Nunca Más volver…
(*) Eliana Lacombe es Doctora en Ciencias Antropológicas – FFyH – UNC. Este texto fue escrito en Villa Parque Santa Ana el 24 de marzo de 2020.
[1] Sobre los discursos en redes sociales en relación al coronavirus, la autora recomienda el artículo de Sonia Budassi: “Los discursos de la pandemia. Voceros del virus: Pseudoprogres, tibios y extremistas” en Anfibia, marzo 2020. https://revistaanfibia.com/ensayo/voceros-del-virus-pseudoprogres-tibios-extremistas/
FOTO: TÉLAM