En su primer discurso como primer mandatario nacional, en la Plaza de los dos Congresos de la CABA, adujo haber recibido la peor herencia de la historia para anunciar que «no hay alternativa al ajuste y no hay alternativa al shock». Pese a que en campaña había mencionado que este costo caería sobre la política, reconoció que «impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes»; ya que «habrá estanflación».
De espaldas al Congreso y tras recibir los atributos en la Casa Rosada, este domingo 10 de diciembre Javier Milei pronunció un discurso que inició con una frase mesiánica: «Hoy comienza una nueva era en Argentina. Hoy damos por terminada una larga y triste historia de decadencia y declive y comenzamos el camino de la reconstrucción de nuestro país».
Tras anticipar una era de paz, prosperidad, crecimiento, desarrollo, libertad y progreso, Milei repasó la historia nacional, con paradas en el 9 de julio de 1816 y la sanción de la «liberal» Constitución en 1853. «Para principios del siglo XX éramos el faro de luz de Occidente», expresó, aludiendo a los tiempos en los que Argentina servía de materias primas a los países desarrollados.
Y en una particular mirada sobre los años que siguieron, afirmó: «Nuestras costas recibían con brazos abiertos a millones de inmigrantes que se escapaban de una Europa devastada en búsqueda de un horizonte de progreso. Lamentablemente nuestra dirigencia decidió abandonar el modelo que nos había hecho ricos y abrazaron las ideas de la libertad y las ideas empobrecedoras del colectivismo».
Pese a que su gobierno, finalmente, se nutre de buena parte de ex funcionarios de las gestiones de Carlos Saúl Menem (que gobernó entre 1989 y 1999) y Mauricio Macri (2015-2019), e incluso de nombres que siguen en funciones de la gestión saliente; Milei aludió críticamente a los últimos 100 años de la política argentina como un «modelo que lo único que genera es pobreza, estancamiento y miseria».
En materia económica, apuntó Milei que «ningún gobierno ha recibido una herencia peor que la que estamos recibiendo nosotros», y la mencionó en indicadores como peor al «Rodrigazo» de la última dictadura y a la hiperinflación con la que se fue Raúl Alfonsín.
Según el nuevo presidente, la continuidad del modelo actual llevaría la pobreza por encima del 90% y la indigencia por encima del 50%. Bajo ese argumento, planteó que «no hay solución alternativa al ajuste» y que «tampoco hay lugar a la discusión entre shock y gradualismo».
Aludiendo al slogan «no hay plata», que se convirtió en remera para los seguidores del presidente libertario que lo acompañaron en la Plaza de los dos Congresos, a continuación, pese a que en campaña una y otra vez remarcó que el ajuste recaería sobre la política y no sobre la vida privada de las personas, manifestó, como buscando en el pueblo argentino un acompañamiento a la crisis que devendrá de las decisiones que tome como primer mandatario nacional: «La conclusión es que no hay alternativa al ajuste y no hay alternativa al shock. Naturalmente, eso impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes. Habrá estanflación, es cierto, pero no es algo muy distinto a lo que ha pasado en los últimos 12 años».
Tras este panorama desolador, aseguró que se tratará de un «ajuste ordenado» y que supuestamente caerá «con toda su fuerza sobre el Estado y no sobre el sector privado».
Y recurrió a una frase de Julio Argentino Roca para intentar enaltecer el sacrificio que implicará para la población común la política económica de este gobierno: «Nada grande, nada estable y duradero se conquista en el mundo cuando se trata de la libertad de los hombres y del agradecimiento de los pueblos si no es a costa de supremos esfuerzos y dolorosos sacrificios».
«No tenemos alternativas y tampoco tenemos tiempo», expresó Milei para justificar lo que se viene. Asimismo, tomó distancia de las consecuencias que esto generará y volvió a cargar sobre quienes le precedieron: «No buscamos ni deseamos las duras decisiones que habrá que tomar en las próximas semanas. Pero lamentablemente no nos han dejado opción».
«Sabemos que a corto plazo la situación empeorará», reconoció Milei, respecto de las políticas que implementará desde su asunción, pero prometió que «luego» (sin precisar cuándo) llegarían los «frutos de nuestro esfuerzo, habiendo creado las bases de un crecimiento sólido y sostenible en el tiempo». Aunque, se escudó de la ola de críticas que podrían sobrevenir si estos prometidos cambios no llegan, al manifestar que «100 años de fracaso no se deshacen en un día».
Finalmente, a sabiendas de que su propuesta generará un daño en el tejido social y reclamos por la profundización de la pérdida de la dignidad y la calidad de vida en amplios sectores de la población, anticipó que no percibirán programas sociales quienes demanden respuestas con cortes de calle.
Y a la «clase política argentina», principal némesis construido durante la campaña por el libertario, bajo el difuso calificativo de «casta», adelantó que no la perseguirá ni le pide «acompañamiento ciego»; aunque adelantó que no van a tolerar «que la hipocresía, la deshonestidad o la ambición de poder interfieran con el cambio que los argentinos elegimos».