Santiago Bouchon, creador del Rocsen: «La Cultura no puede ser elitista»

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*Por Belén Trucco

La localidad de Nono se encuentra en el mítico Valle cordobés de Traslasierra. Fue fundado en el año 1700 ganando el puesto del pueblo más antiguo de dicho valle, su nombre deriva de Ñu-ñu que en lengua quechua significa “senos de mujer” y hace referencia a dos cerritos gemelos que aparentan esa forma.

Es enero, en Nono la mañana está calurosa. Aún no hay perspectiva de ir al río, después de un almuerzo liviano en la sombra de los árboles de la iglesia, decidimos una vez más llegarnos al ya famoso Museo Rocsen. No importa la cantidad de visitas que hayas hecho, siempre se vuelve, siempre hay algo para descubrir.

Al llegar, a lo lejos, se ve un hombre con la típica vestimenta tipo “safari”, color caqui,  tiradores, cabeza blanca por las canas, pero está lejos de ser un cazador o un Guarda parque. Es Santiago Bouchon, el dueño y creador de uno de los museos más fascinantes de Latinoamérica, que se tomó unos minutos para conversar con Papel Tortuga.

¿Me cuenta su historia?

Siempre aclaro que la idea del museo la tengo desde la edad de ocho años, desde chico, se nace con una vocación. Junto elementos distintos desde los tres años. Siempre he tenido los bolsillos llenos de cosas raras, piedritas, caracolitos, semillas, un sapo o un lagarto vivo. Todo me llamó la atención siempre y simultáneamente el deseo  de compartirlo, de mostrarlo.

(…) Verifiqué con mis estadísticas que la persona que no tiene una formación científica especifica, en un museo unitemista o bitemista, al rato se cansa (…).

Por eso, quiero llegar a todos los seres humanos de la misma manera sin diferencia porque pretendo que la cultura sea el derecho más absoluto, no puede ser sectorial y mucho menos elitista.

¿Me puede contar sobre las estatuas de la fachada?

Soy veterano de la guerra del 40 en el centro de Francia. Millones de muerte inútiles para enriquecer a algunos. Nuestro trabajo en la guerra era salvar gente, no matar gente, por eso me enrolé, entonces considero que no hay ningún conflicto que justifique la muerte de un solo ser humano. (…)

Sentí la necesidad de dejar un mensaje de paz, constante, permanente, e hice las estatuas de la fachada.

 ¿Quiénes están representados allí?

Míticos, filósofos, pensadores, científicos, artistas, no quiero la más mínima arma en la fachada, siempre hubo modelos.  El sistema negro, denso, oscuro, político y socioeconómico internacional, minorías ocultas, masonismo, superinfiltrados, lo denso, lo terriblemente negativo, dejaron de lado todos esos modelos.

¿Dónde dejaron por ejemplo ética de Aristóteles, Ética de Baruch Espinoza, Paz perpetua de Kant? Cuando uno lee Paz perpetua de Kant, no comprende cómo este sector está armando la tercera guerra mundial.

 ¿Por qué eligió Nono?

No es al azar, no estoy aquí porque no podría estar en otra parte. He tenido grandes ofrecimientos, pero estoy aquí por un microclima muy especial, que desgraciadamente ya se ha deteriorado en un 80 por ciento.

Pero  estoy sobre todo por la formación precámbrica de las sierras de Córdoba, con su gran contenido en cuarzo, que da un magnetismo muy especial a la zona, el cuarzo es energizante.

¿Qué podemos encontrar en el museo?

El inventario del 31 de diciembre de 2013 arrojó la cantidad de 48.728 elementos y en el 2014 hemos agregado más de cien. Considero que nada es separable de nada, todo es parte de un todo, todo está mucho más interconectado de lo que se cree en general. Por eso mi museo es un intento de sincretismo universal, la unión de todas las disciplinas, no hay nada que no sea interesante.

 ¿Es feliz en Nono?

Si, de no ser así, ya no estaría aquí. Hay que vivir con una utopía crónica, con proyectos, hay que mirar el porvenir con la frente, no con la nuca, es muy triste pasar por esta vida sin darse cuenta.

A tener en cuenta:

Santiago tiene 86 años, nació en Niza, Francia. Estudió en París.
Vino a trabajar a Argentina para la embajada de su país en el año 1951 para una prueba piloto de aumento de turismo argentino en Francia, luego de esa experiencia se quedó aquí para siempre.
Tiene seis hijos, de los cuales algunos trabajan con él en este proyecto. Está formando gente en diferentes disciplinas para dar continuidad a su trabajo.
El museo está abierto los 365 días del año, desde las 9 hasta que cae el sol.
El precio de la entrada es de 55 pesos por persona, hay descuentos para jubilados y es gratis para escuelas.
 
*Esta nota es parte de la sección de Turismo de Papel Tortuga.   

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