Por Marcelo Riol — El sábado 9 de agosto, en Kamikaze Bar Serrano sucedió algo más que una noche corriente, de buena gastronomía y escenario sencillo; hubo un hechizo leve y el espacio fue todo encuentro, celebración y homenaje. El protagonista de esta velada especial fue el bajista Marcelo Liberali.
Junto a su banda, integrada por dos de sus hijos, entre otros jóvenes y talentosos músicos, dieron una muestra contundente de jazz, de comunión familiar y artística, y de cómo se trasvasa el encanto por la música a las nuevas generaciones, de una manera natural y fluida. Desde temprano vibró en la atmósfera la energía de una comunidad reunida allí, no solo para escuchar, sino además para sentir y honrar a quienes hacen de la música su vida.
El concierto sirvió para la presentación del disco «Colibrí», un viaje creativo que llevó dos años de trabajo y que refleja la búsqueda musical de Liberali. Él y su grupo abordan un género complejo con solvencia y buen gusto. Animarse a las profundidades del jazz, fusionarlas con el funk y salir bien parados, pocos lo logran. Junto a su banda, compuesta por Juan Cruz Garbi en batería, Facundo Irazábal en bajo, Mateo Liberali en guitarra y Noel Liberali en teclados, desplegó un repertorio personal y sólido, sin disimular la influencia de grandes bajistas, como Victor Wooten y Marcus Miller. En cada tema y en cada solo, crearon un puente entre el virtuosismo técnico y la emoción genuina.
El escenario se enriqueció con la participación de invitados que aportaron aún más matices al encuentro. Matías Bruno en saxofón, amplió los colores musicales cuando estuvo en el escenario. Por su parte, Azul Liberali realizó una interpretación muy personal del clásico de Stevie Wonder, «Isn’t She Lovely».

Pero esta presentación no fue solo un concierto, sino también un acto de cariño y homenaje. Antes de comenzar, se realizó el bautismo del escenario de Kamikaze Bar Serrano con el nombre de Jano Ávila, un referente musical muy querido en Alta Gracia y el Valle de Paravachasca, recientemente fallecido — y a quien, “Colibrí” también está dedicado— . La iniciativa fue un gesto sentido por parte de músicos y artistas, que reconocieron en Ávila una figura que dejó huella en la historia musical local. La placa con su nombre fue descubierta entre aplausos y palabras llenas de emoción, que de algún modo mantiene vivo el espíritu musical de Jano Ávila.
La noche en Kamikaze Bar Serrano fue, en definitiva, una celebración de los lazos que la música genera y que aunque sea por un rato, allí el arte fue alimento. Una experiencia que reafirmó la importancia de mantener viva la música local, de honrar a quienes nos precedieron y de seguir creando, siempre. Sin dudas el show ciento catorce en Kamikase Bar Serrano quedará grabado como testimonio de que la música, cuando nace sin condiciones, tiene un poder superior y que si se lo permitimos puede dejar huellas trascendentes.
Fotografías: Santiago Vivaqua