En esta nueva edición de su columna literaria el escritor Germán Masgoret nos trae una reflexión acerca de el “Plan de Lecturas de la Nación”
Estuve pensando cómo iniciar este espacio en la columna del Diario Tortuga, donde se pretende pensar la literatura de una forma integral vinculada al contexto social que nos permea y a las diferentes realidades de nuestro presente. Y creí conveniente hacerlo con un tema fundacional para este 2021 en relación a lo literario: se trata de El plan de lecturas de la Nación.
Creo que este tema es necesario propalarlo porque estamos a una altura de febrero en el que puede pasar cuanto menos, desapercibido, porque las atenciones están puestas en otros asuntos también importantes: discusión de salarios a nivel general, presupuestos nacionales, y entre otras cosas también se está coordinando el inicio lectivo con las instituciones educativas abordando múltiples dimensiones. Es decir, un momento complejo y entendible. No es un año fácil.
Las escuelas están en medio de un panorama agitado en el que todavía se discute la modalidad de la vuelta a clases y sus protocolos para que tanto personal docente y no docente como alumnos y alumnas gocen de un espacio seguro, con los cuidados necesarios pero que sabemos que en la práctica existe una complejidad social e incluso edilicia para cada establecimiento en particular.
Y es que, en medio de tanta cosa, está esto de un Plan Nacional de lecturas, poco comentado, poco instituido en el común de la sociedad y que pasa desapercibido entre tanta pandemia, vacaciones, salarios e incertidumbre.
Para iniciar con este tema literario vale preguntarse desde ya, qué es El Plan Nacional de Lectura. Bueno, según las fuentes oficiales consultadas del gobierno, se trata deun programa del Ministerio de Educación de Argentina que trabaja en todo el país para la formación de lectoras y lectores, como lo establece la Ley de Educación 26.206.
Desde su creación, el Plan Nacional de Lectura ha llegado a 2.254.721 personas en 11.041 acciones. Asimismo, ha publicado y distribuido gratuitamente 40.000.000 de ejemplares de cuentos y poemas y más de 15.000.000 de libros en todas las escuelas del país y en espacios no convencionales.
Más de un centenar de autores (escritores, ilustradores, artistas) han colaborado con el Plan Nacional de Lectura y participan del ciclo “Autores en Escuelas”, visitando instituciones educativas para llevar historias, cuentos, lecturas y compartir sus propias experiencias como lectores.
El alcance cualitativo no se limita a que un chico o chica lea o no, sino que se vincula a Talleres de lectura y literatura, trayectos de formación y perfeccionamiento para docentes, bibliotecarios, profesionales de la educación e interesados, provisión de libros y textos a bibliotecas, apoyo a proyectos institucionales de lectura son las principales líneas de acción que se desarrolla para fortalecer la presencia de la lectura en la escuela, y promover el encuentro de docentes, estudiantes y la comunidad con el libro y la literatura.
El objetivo, entonces, es promover el desarrollo de competencias lectoras a través de acciones educativas en todos los niveles del sistema y fomentar el gusto por la lectura desde edades tempranas, en los niños, adolescentes y jóvenes. Así como también la focalización en las estrategias de formación y perfeccionamiento docente, en su calidad de mediadores de lectura.
“El ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, afirmó el Plan Nacional de Lectura que habilite la lectura de 180 cuentos, uno por cada día de clases, para establecer espacios ad hoc en las escuelas “tanto con libros como en formatos multiplataformas”. Llegará a diez millones de niños”. – Prensa Municipios.
¿Cómo se incorpora el Plan Nacional de Lecturas en medio de este complejo panorama?
Aunque su aplicación eficaz es más compleja en principio la respuesta es simple: con libros.
Recuerdo cuando todavía estaba cursando el secundario, allá por 2006/2007, llegó una tanda de libros destinados a escuelas en el marco del PNL, Plan Nacional de Lecturas, y me tocó un libro de color violeta “Leer la Argentina” con un par de cuentos clásicos. Lo qué no puedo asegurar es qué impacto tuvo en mí esa experiencia, pero recuerdo eso, un libro en mi mano, un libro para mí. Un “regalo” que llegaba al aula y que algo tenía para decir. Un libro solamente, nada más o menos loco que eso. Nada más o menos poderoso.
Desde inicio, aquel encuentro entre el objeto libro y uno con sus manos recibiéndolo, tiene un impacto enorme. Uno recibe algo que no está pensado para obtenerlo ni venderlo; es un libro, que lo máximo que uno puede hacer es leerlo o dejarlo y creo que eso tiene algo de maravilloso.
El libro, un objeto resistente.
El libro como un objeto que interpela al menos unos segundos hasta que uno decide que va a hacer con ello. Porque se descarta que un libro de lecturas que otorga el estado tenga un valor de mercado como para que uno lo piense al menos como una mercancía. El valor está explicito. Es un libro cuyo único tesoro es lo que tiene dentro y eso único lo hace en parte, resistente. Será por ello, que Bradbury, piensa en Fahrenheit 451, que el fuego es lo único capaz de eliminar el libro de la faz de La Tierra.
En fin, volviendo al tema central, se podría analizar, luego, cuál es la mejor política para implementar este plan de lecturas o si existen algunas formas más actualizadas para ello. El libro es un libro y no un archivo que vos lo podés borrar tan fácilmente y a otra cosa mariposa, sino que es un objeto que a lo sumo se tira y aparecen oportunidades para que alguien lo levante y se lo lleve.
También puede que quede dentro de una mochila escolar, latente, a la espera de ser valorado o revalorado. De ahí la importancia por la coherencia y la integralidad de este plan de lecturas que nos haga parte a todos y todas para estimular el interés por la lectura.
Este año se relanza nuevamente el plan de lecturas de la nación y tiene el mismo objetivo, de ponerle en la mano un libro a cada chico y chica de la escuela. Entonces ya de por sí, este acto poderoso de entregar un libro, tiene que ser potenciado, con una mirada integral que no se limite solo la lectura en la escuela sino hacerlo entrar en los hogares de todo el país, entendiendo las dificultades y por ello la necesidad urgente de seguir por el camino solidario de la redistribución de las riquezas e igualar las oportunidades, sino, sin las necesidades básicas resueltas, difícilmente todos y todas pueden tener el mismo acceso a la lectura.
Yo creo que por el momento con que se logre articular espacios y experiencias de lectura dentro de los espacios educativos es un buen comienzo. Es necesario lo humano para todo esto, que los y las docentes sigamos siendo parte de estos espacios de lectura, entendiendo a la práctica de leer como algo transversal a cualquier materia o enseñanza. Y desde lo político, lo ideal es que se mantenga una continuidad más allá de lo partidario. Que como la ley lo establece se siga como política de Estado, trascendente a cualquier momento social y político del país. De esta manera, será cosa de trabajar para que los espacios de lectura vayan tomando el lugar que se merecen en nuestra sociedad.