Columna Literaria: «El ritual, una forma para construir nuestro Espacio de Lectura»

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En esta edición de su columna literaria para DiarioTortuga.com, el escritor Germán Masgoret nos habla sobre la importancia de crear un hábito de lectura dentro de esta sociedad acostumbrada a lo fugaz e inmediato.

¿En qué momento se le puede dar espacio a la lectura? Estamos en un contexto en el que cualquier artefacto eléctrico nos inunda de estímulos visuales.

Aparecen los primeros síntomas de una sociedad acostumbrada a lo fugaz e inmediato. Y resulta que no se logran encontrar los tiempos justos para darle prioridad aquellas actividades que requieren de un mayor esfuerzo y paciencia.

Buscamos un lugar a la mañana; nos sentamos a leer mientras tomamos un té o un mate, pero pasan tres renglones y ya estamos pensando en los objetivos del día o en las compras que hay que hacer antes que cierre el súper. Entonces no hemos encontrado un lugar para lectura y es el punto de inflexión que alimenta la procrastinación literaria.  No encontramos ni un lugar ni un tiempo para la lectura.

Acá es donde debería aparecer una salvación que denominaremos: El ritual.  El ritual del lector sirve para crear o construir un espacio y un tiempo destinado solo para esa actividad que es distinta a las otras, que no hay que mezclar, que, si es preciso, darle su territorio y su temporalidad fija a la actividad que nos proponemos realizar. Darle su lugar a la lectura, y cuánto más amplio ese espacio, mejor así no cometemos el error de hacerle una ensalada de actividades a la mente que solo van a lograr cansarla. Hay otros ingredientes en este ritual de lector como: la tranquilidad, la constancia, el hábito, el esfuerzo, el momento presente entre el objeto libro y su lector; siempre en el marco de un goce genuino.

El ritual tenemos que construirlo, en nuestro lugar; un patio, o un parque, la habitación, un sillón en algún cuarto. Ambientar: luz, color; hay quienes aromatizan con sahumerios o inciensos o concurren a bibliotecas. Hay quienes no necesitan nada. Hay quienes ponen música muy baja o solo silencio. Otros necesitan salir de cuatro paredes y rodearse en la espesura natural y verde de cualquier lugar que lo tenga.

Otra forma de construir espacialidad en nuestro ritual literario es darle un tiempo a la lectura: un horario reservado, darle un valor. Se puede empezar con diez minutos, quince, luego media hora, una hora. Lo que sea. Pero darle continuidad, y ahí en el hábito repetitivo estaremos construyendo tiempo. Entonces el ritual de la lectura es fundado en categoría de espacio-tiempo; una tan importante como la otra.

Para que el ritual funcione, hay un denominador común a todo, y es la desconexión. A los quehaceres, al trabajo, a las obligaciones, a los aparatos que nos alimentan la dependencia como las consolas de videojuegos, computadores, tv y celulares.

Así es como la lectura se nos presenta como una construcción personal, que no debe estar relacionada con obligación, sino con goce, con eso genuino de querer sentarse y entrar al mundo que nos plantea la lectura. Si no hemos sido educados para la lectura, uno puede tomar riendas en el asunto y empezar por la roca fundamental: encontrar ese libro que vamos a leer. A veces encontrar un lugar como lector, no es buscarlo. Puede que no haya ninguno hecho para nosotros a nuestra medida. Por eso que al espacio-tiempo de lectura debemos construirlo si es preciso desde cero. Sino siempre estaremos con el riesgo de no conseguir un tiempo ni un lugar para abrir la primera página.

Portada: “La lectora de novela” (1888) – Vincent Van Gogh (modificado) 

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