Cuarentena: Aparecieron zorros y pumas en el Tajamar

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La presencia de personas y el avance inmobiliario en una localidad serrana como Alta Gracia, han hecho que muchos animales se muden a los pocos lugares sin habitar que quedan en el Valle de Paravachasca. Sin embargo, la cuarentena fue un alivio para muchos animales que recuperaron la ciudad.

El periodista de Radio Tortuga caminaba por la calle en búsqueda de noticias y se cruzó con algo que hace dos semanas era inimaginable: un zorrito negro y amarillo comía cucuruchos desechados de una famosa heladería de Avenida Belgrano en la esquina del Tajamar.

Cauteloso, el comunicador de la única radio con nombre de animal de la ciudad, se mantuvo a una distancia prudente y alcanzó a pronunciar un «fuira carajo» movilizado por el miedo. «Se miraron frente a frente, en sus ojos había fuego», dice una canción de la Mona, pero volviendo al tema del animal en el centro de la ciudad, sin importarle la presencia humana, siguió consumiendo las sobras de un helado que por el estado, se presume fue comprado antes de que se decretara el aislamiento social obligatorio.

Sin prisa, pero sin pausa, el testigo que vale aclarar, es el periodista más grande en edad de la radio, se acomodó los lentes y continuó su camino, que tomó mayor velocidad cuando escuchó los ladridos del zorro.

Sin embargo la historia no terminó ahí. A unos 50 metros escuchó un sonido que lo estremeció. Era el mítico puma. Si bien su vista no está pasando por el mejor momento, logró avezar entre los árboles del «Taja» un pelaje inconfundible, tupido y con una extraña mezcla de colores. El panorama se aclaró cuando el ser vivo, en tiempos de controles extremos por la pandemia, gritó: «Agarrénse de las manos».

«Hace 15 años que no levantaba velocidad como lo hice en ese momento. Eso que venía para la radio y tenía que tomar el subidón de la Sarmiento», esbozaba nuestro colega mientras tomaba grandes bocanadas de aire producto de la agitación.

Consultado por sus compañeras y compañeros de trabajo, el testigo reflexionó: «En un primer momento, cuando vi el primer animal pensé en el mal que le estamos haciendo a nuestra tierra. Pero luego lo entendí, nos hicieron ‘agarrar de las manos’ para que nos aislemos y así poder tomar las calles».

Si bien desde esta redacción no compartimos la conspirativa teoría de nuestro compañero, nos queda claro que cuando las vecinas y vecinos se resguardan en sus casas, en las calles de Alta Gracia ocurren cosas raras. Y cuando no se resguardan, también.

ILUSTRACIÓN: IVÁN ROSANOVA

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