Nacido y criado entre Rincón, Santa Fe, y San Luis, y formado universitariamente en la música en la capital cordobesa; Mariano Crespo vive hace 12 años en Villa La Bolsa, desde donde viene desplegando su creativa manera de expresarse en “Infusión Sonora”, “Sombraitoro”, “La Bon Voyage” y también de manera solista. En esta entrevista con #TTT “Tarde para Tirar la Toalla”, por la Radio Tortuga 92.9, mechadito con canciones, hizo un repaso de su historia y su presente.


Por necesidad económica, por gusto y porque se aburre si hace siempre lo mismo, el tiempo vital de Mariano Crespo se reparte entre la música, oficios de mantenimiento, la construcción de su nuevo hogar entre Los Aromos y La Paisanita, y el disfrute del patio de su morada actual en La Bolsa, donde se permite, entre otras cuestiones creativas, la escritura de poesías que probablemente se vuelvan canciones, la ejecución de la guitarra e incluso el armado de mates con porongos.
RADIO TORTUGA (RT): ¿Con la música tenés disciplina?
MARIANO CRESPO (MC): Depende la época. El 2020 fue un año particular, lo considero aislado. Fue extraño. Me estoy haciendo la casita y metí la energía en eso, porque tenía el tiempo y no se podía hacer mucho. Me metía todos los días en la obra. Me alejó el 2020 de la música. Los primeros meses que había que estar encerrado, sí le metí. Es más, fue muy provechoso porque toqué mucho y pude escribir algunas canciones nuevas. Cuando se empezó a abrir un poco el tema de la construcción en la zona, volví a la obra y a empezar a changuear, con tareas de jardinería. Ahí la música quedó en un segundo plano en lo presencial.
Cuenta, en este sentido, que pese a ser poco constante con las redes sociales, regularmente subió canciones todas las semanas a una iniciativa llamada “Canción Minuto”, lanzada por un músico rosarino en Instagram. “La propuesta era todos los viernes a la noche con una palabra clave, que había que usar para componer una canción que durara un minuto o menos, y tenías 24 horas para subirla al Instagram. Me copó la idea, me gustan las canciones cortitas; eso de poder crear en un fragmento corto de tiempo, rompiendo el estereotipo de la canción clásica de tres minutos, estribillo, estrofa, estrofa, estribillo. Con eso me copé y estuve compartiendo varias semanas canciones de un minuto. Me pareció muy lindo”. También supo sumarse a #DesdeCasaConTortuga, una invitación que se lanzó desde la Radio Tortuga 92.9 a través de su página de Facebook, a la que se sumaron muchas y muchos artistas de la región, que enviaron sus vídeos con interpretaciones de canciones propias o covers. Precisamente, la versión de Mariano Crespo de “Ah basta de pensar” de Luis Alberto Spinetta, de su disco “Kamikaze”, fue una de las más respaldadas por el público. Al punto de que si bien hace casi un año que se compartió originalmente, aún es compartida y comentada en las redes.
Mariano Crespo nació en 1985 en Santa Fe capital y en Rincón, a pocos kilómetros de allí, vivió sus primeros años entre la costa, el río, las empanadas de surubí. Si bien su estadía allí fue breve, sostiene en su memoria “muchas cosas lindas del Litoral”. Si bien con su familia chica se mudaron a San Luis, el lazo con Rincón quedó, ya que allí están muchos parientes. “Así que siempre estamos yendo y viniendo”, expresa, aunque reconoce que en estos tiempos de pandemia, la espera para el reencuentro se viene haciendo larga.
RT: ¿Cuándo entró la música a tu vida?
MC: Siempre estuvo dando vueltas por casa porque mi vieja toca, mi viejo también. mi vieja estudió guitarra en conservatorio en Santa Fe. Desde muy chico, con mis hermanas tenemos la fotografía de estar sentados de sobremesa, cuando mi mamá agarraba la guitarra y mi papá le hacía la segunda voz o viceversa. Siempre mucho folklore. De chiquitos teníamos un incentivo. A los ocho años, era un culo inquieto bárbaro y mis viejos se fueron dando cuenta de que siempre estaba cantando encima de los cassettes o arriba de la radio y que le atinaba a la afinación. Como a los diez, empecé a estudiar guitarra con profesores particulares y de ahí ya no paré. Ya en San Luis, a los 13 años estaba componiendo algunas canciones, buscando un rumbo. Escribía poesías, con todo lo que conllevaba en aquella época por las gastadas de los vagos que decían, “míralo a éste, escribiendo poesía”. Pero a mí no me importaba (ríe). Me juntaba mucho con chicas, que eran más sensibles y podíamos conversar. Como a los 15, armamos una primera banda con unos pibes del barrio, que se llamaba “La Confidencial”. Hacíamos rock, covers. Tuvimos algunas presentaciones en bares de San Luis. Y cuando me vine a estudiar a Córdoba, me puse a estudiar más formalmente en la Facultad: Composición. Y de ahí que vengo tomando a la música como un trabajo más formal y más comprometido desde el estudio y desde el alma.
RT: Por tus viejos se escuchaba folklore. ¿Cuándo empezaste a elegir tu música, por dónde arrancaste?
MC: Al principio no elegía mucho. Eran más propuestas que me daba la gente con la que estudiaba. Después me volqué más al rock. Me acuerdo que en una época, mi viejo viajaba dos o tres veces por año a Buenos Aires por laburo y nos traía algún regalo. Y me acuerdo que me traía cassettes. Allá había mas variedad y me voló la peluca “Un baión para el ojo idiota” de los Redondos, que no había escuchado nunca. Habré tenido once años. Después me trajo “La mosca y la sopa”, “Luz Belito”, que los tengo todavía con el papelito original. A mis viejos les gustaba el folklore pero escuchaban de todo. Tengo recuerdos de chico, escuchando Jaime Roos, Tom Waits, Buena Vista Social Club, Hermeto Pascoal. Mis viejos, hoy en día, que usan internet, consumen mucho youtube buscando artistas nuevos. Mi mamá es más de la partitura y mi papá es de la escucha y de meterle canciones cada tanto agarra la guitarra.
RT: Después de la primera experiencia con La Confidencial, te metés más de lleno con la música a partir de la Facultad. ¿Qué es lo que descubrís ahí, qué es lo que te motiva?
MC: Entre las primeras bandas, empecé a descubrir que mi parte creativa iba más por la composición. Poder mostrar canciones propias y letras escritas por mí. Viniendo de paseo a visitar a una hermana que estaba viviendo en Córdoba Capital, me encuentro con que en la Facultad podías estudiar composición. Empecé a investigar, fui a pedir los cuadernillos y pensé que era una buena oportunidad de afianzar todo lo que tenía. Porque por más que estudié de chico, era bastante orejero, no sabía leer partituras. Tenía la intriga de si lo que se me ocurría, era algo mío o algo que tenía mamado en el oído. Después fui entendiendo que la composición es una simbiosis de esas dos cosas y que estamos atravesados por un montón de cuestiones que tienen que ver con lo popular y con los géneros, que ya están de alguna manera sellados. Si tocás folklore, tiene una estructura. La magia está en la melodía, en la voz que pueda tener una cantante o un cantante. Si le sacáramos a la música popular la melodía y la voz, no sabríamos qué tema es. Meterme a la facultad me voló la cabeza. Era otro mundo. Que siempre fue muy controversial porque tenía una orientación muy europea, que ha ido cambiando con los años. Mi intención era poder volcar los conocimientos de la facultad a las canciones. Te hacían componer una fuga, una invención para piano, cuarteto de cuerdas. Yo lo que quería ver es cómo se escribe para violín, cómo se escribe para viola para poder volcarlo en proyectos míos. Iba para más para ese lado.
RT: ¿Cuando empezás a volcar todo eso en tus canciones? ¿Es dentro de proyectos colectivos o en una faz solista?
MC: En ambas. Me vine a vivir a La Bolsa en 2008 y desde que estoy acá, empecé a tocar como loco. Cuando estaba en Córdoba, en la Facultad, estudiaba música y lo que menos hacía era tocar porque me consumía mucho el estudio. Hice la facultad hasta tercer año, un ciclo básico que me permitió enfocarme más en la carrera de cantautor. Cuando llegué a esta zona, empecé a tocar en “Infusión Sonora”, al palo durante varios años. Después estuve con los chicos de “Sombraitoro”, que es una banda del Valle de Punilla, y con “La Bon Voyage”, también acá de la zona. También en la murga “Arrastrados por el Río” y en el coro de la Facultad. Pero siempre con una inquietud personal de generar espacios más íntimos en los que uno se abre solo, medio desnudo, para encontrarse con el público.
En las canciones de Mariano Crespo se conjugan ritmos populares con sonoridades singulares que revelan búsquedas creativas muy personales. Sobre esa plataforma, las letras se muestran lúdicas, como queriendo tomar posición o disparar mensajes, aunque siempre con toques de humor o ribetes de vuelo poético. “Cuando hago canciones, trato de que cada una se aparte de la otra”, manifiesta. Dice admirar a las y los artistas que se sostienen en el tiempo dentro de un mismo género. Nombra a Aníbal Sampayo, a Aníbal Troilo, a Mercedes Sosa, pero se reconoce “muy inquieto”: “Hago un poquito de una y ya quiero hacer un poquito de la otra”. Se acepta de esa manera. “Me interesa mucho la palabra. Si quiero contar una historia, pienso la música para eso. En general, compongo desde la poesía. Escribo algo y después lo musicalizo. Al momento de musicalizarlo, no puedo forzar a ponerle a todas las canciones el mismo ritmo o el mismo estilo, porque cada canción dice cosas distintas”.
Muchas de sus creaciones y muchos de sus sonidos andan repartidos en grabaciones rústicas y en intervenciones colectivas en algunos discos grupales. No le entusiasma la idea de armar un disco propio, a la vieja usanza, pero no descarta habilitar alguna plataforma virtual para compartir su cancionero.
Mientras tanto, en el siguiente audio se puede escuchar la entrevista completa y las canciones que fue mechando, mientras respondía preguntas: