Nicolás Di Giácomo: «La música es una experiencia que se transita»

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Nacido y criado en Alta Gracia, Nicolás Di Giácomo es guitarrista y también una de las cabezas detrás del Cineclub Casero, junto a su compañera Mercedes «Mechi» Enguerre. Entrevistado en el programa “Tarde para Tirar la Toalla” de la Radio Tortuga 92.9, contó la manera apasionada con la que vive estas dos dimensiones del arte en su vida diaria.

A los 12 años empezó a tocar la guitarra, tras el flechazo inicial que le generó ver de frente el instrumento en peñas folklóricas. Se formó musicalmente entre profesores particulares y algunos pasos inconclusos por instituciones. “Al principio era todo como gusto. Después, por el ámbito, me empecé a preocupar en que había que estudiar y aprender música, me enganché con el folklore y caí a lugares con profes muy técnicos. Mi familia se hizo amiga de músicos mucho más grandes que yo, muy académicos y de mucho nivel. Ahí vino un rollo de vara alta que tuve que transitar para bajar las exigencias. El recorrido de la música se volvió una filosofía de vida”, repasa rápidamente.

Respecto de la música que empezó a elegir cuando la música se incorporó a su vida, añade que de chico gustaba de grupos folklóricos “muy de otra época” como el Dúo Salteño: ”No había algo actual que me generara el gusto que una música que había sido creada mucho tiempo atrás. Mi gran referente era Raúl Carnota, que puso la vara muy alta en el folklore. Todo lo que era vanguardia estaba expresado en ese músico y ahí se empezaron a agotar las posibilidades. No había más que eso. Estaba el ‘Chango’ Farías Gómez, Mercedes sosa”. Lo distanció del folklore la ola de folklore joven que en los años ’90 tenía como principales referentes a Soledad Pastorutti, Luciano Pereyra o Los Nocheros y que, entiende Di Giácomo, eran “más palo y a la bolsa”. Distingue que en la actualidad, con la explosión de la internet y las redes sociales, escucha a “un montón de referentes jóvenes que hacen cosas aluscinantes”.

Recuerda también que sus hermanas mayores escuchaban rock y que una precoz vista de la película “The Wall” de Pink Floyd construyó en él una ligazón emocional del rock con el morbo y la oscuridad que lo traumó y lo alejó de esa sonoridad. Fue Luis Alberto Spinetta quien, de la mano de amigos que le insistían con que lo escuchara, “vino a romper ese prejuicio con el rock y el cansancio con el folklore”. A partir de él, se abrió a otros géneros, entre ellos, el jazz.  

RADIO TORTUGA (RT): ¿Ahí pensabas a la música como un hobbie?

NICOLÁS DI GIÁCOMO (NDG): A los 12 arranqué a tocar y ya quería dedicarme a eso, y sabía que no iba a dejar la música. Transité cantidad de crisis con la música, etapas, búsquedas; p probar y no encontrarme. Para mí, la música es una experiencia que se transita. No es que estoy en un lugar y ahí me quedo. Está en movimiento, es una búsqueda. Soy un apasionado de la música. De hecho, en la sala (el Cineclub Casero) los viernes estamos haciendo escucha de discos. Eso es darle cabida a un gusto.

En la entrevista lo acompaña un joven guitarrista, Gero Oviedo, quien además de compartir con Nicolás Di Giácomo el gusto de tocar stándares de jazz, con su grupo de amigos, precisamente, es uno de quienes sostiene estas escuchas colectivas de discos en penumbras que surgió semanas atrás con la “proyección” del álbum “Nuevo Tango: Hora Cero” de Ástor Piazzolla, de quien este año se cumple un centenario de su nacimiento.

Entrevista a Nicolás Di Giácomo, Parte 1

El cine como punto de encuentro

RT: ¿Cómo y cuándo nació la idea de armar un cineclub en la ciudad?

NDG: A partir de los 17 o 18 empecé a ver mucho cine y la experiencia de mirar una película en una sala era muy diferente. Mucho más con la experiencia de un cine debate, cuando uno se está formando en esto de ver películas. Las reflexiones que pueden venir a partir de visionar películas, es aluscinante. Entonces se nos ocurrió la idea. A veces uno consigue una película que hace mucho está esperando y llama a amigos y amigas para compartir de manera grupal. Ahí vino la idea de crear un espacio, pero como un anhelo inalcanzable, porque todo dependía de conseguir un proyector. Siempre quedó sujeta la idea de una sala a conseguir un proyector.

Doce años atrás, Nicolás Di Giácomo consiguió por fin el tan deseado proyector, que habilitó encuentros en casas particulares para ver películas, que empezaron a tener mayor adhesión y a generar ciertas incomodidades. No sólo porque los lugares quedaban chicos. “Veíamos cine nacional y no se entendía nada de lo que se decía por el mal sonido y la falta de acústica”, recuerda. Entonces, repasa Di Giácomo, la disyuntiva se centró entre avanzar hacia un desafío mayor o dar de baja la propuesta. “El gran salto fue la sala propia, que llegó en abril de 2016 con un lugar acondicionado para ver cine. Cambiamos el proyector, compramos uno Full HD. Nos fuimos perfeccionando”, subraya.

RT: De estos doce años del Cineclub Casero, ¿que hitos o momentos podés destacar como particulares?

NDG: Recuerdo algunos éxitos de proyección. Pasar una película y de golpe tener que hacer un montón de funciones, porque la quieren ver todos. Con “Parásito” (la película surcoreana multipremiada en los “Oscar”) fue un delirio. Nosotros la proyectamos ni bien había estrenado y no se hablaba de que estuviera nominada al Oscar. La proyectamos como seis meses antes y casi no fue gente. Y después, con toda la promoción que tuvo, la quería ver todo el mundo. Eso previo a los Oscar. Y cuando ganó todo, también. Ahí se dio la particularidad de que no estrenó en grandes salas, porque no se sabía que iba a ganar. Fue raro. Mínimo, fueron diez salas llenas, nunca nos pasó con nada. Después, otro gusto pasa con los ciclos, en los que hacemos recorridos de directores o actores y actrices. Nos pasó con (Pedro) Almodóvar, que pasamos todo lo que hizo; 20 o 25 películas. Nos pasamos los domingos viendo películas de Almodóvar. Ahí se sumó gente nueva, fue muy bien recibido ese ciclo. Arrancamos de adelante para atrás, porque vimos “Dolor y gloria”, que es la última de él y anduvo bien; y ahí propuse que veamos todas sus películas. Otro ciclo que recuerdo es el de la actriz Isabelle Huppert, de la que vimos la mayoría de las películas que hizo, que son como 25. También con buen público. Lo de los ciclos de música son también osadías que llegaron a buen puerto.

A partir del mensaje a la radio de una oyente, Di Giácomo recuerda también otro momento singular de estos doce años del Cineclub Casero: “Otro hito de la sala fue haber convocado a dos músicos, Lucio Prego de Buenos Aires, con un amigo de Misiones que toca la viola. Tienen un dúo y me dijeron que querían tocar música arriba de una película. Yo no entendí. A eso lo hace poca gente. Hicieron una primera experiencia, sacaron los instrumentos y tocaron sobre los créditos y se volvió una cosa tremenda. Les propuse que vinieran otra vez, elegimos una película muda muy loca, de estilo surrealista, de un director canadiense. La musicalizaron integral. A la película le bajamos el sonido original. La hicieron de principio a fin y se llenó”.

Sin embargo, apunta Nicolás Di Giácomo que es muy impredecible lo que ocurre con el público. “Ese grupo tocó el martes, musicalizando la película, para promocionar un show que iban a hacer el viernes con sus composiciones y el viernes no fue nadie”.

En este contexto de pandemia, la falta de certezas ha sumado una nueva variable que han sido no sólo las restricciones, sino las aperturas y posteriores cierres con la segunda ola. En virtud de ello, en la actualidad se aferran a un formato que incluye los viernes de escucha de discos, las películas de los sábados y algunas actividades particulares que pautan y comparten con grupos culturales o instituciones. Además, implementan una entrada a la gorra, para que el costo del ingreso no sea un impedimento para la participación.

Entrevista a Nicolás Di Giácomo, Parte 2

El Cineclub Casero está ubicado en Emilio Zolá 442, a pocas cuadras del Museo del Che.

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