Por Marcelo Riol – Frente a cualquier injusticia, frente a lo que nos revuelve el estómago, frente a todo lo que nos revela, brota el rock deslenguado, aparece el grito desordenado y veloz. Tres acordes y a pudrirla, tres acordes y una fresca o mejor dos. Tres acordes y adiós a las sutilezas. Tres acordes, punk rock y el fin de los buenos modales.
La tarde se va. En la sala de ensayo “El Barco”, bajo la fraternal dirección del Capitán Tati, comienzan los preparativos para el ensayo de los Pankrioyo y Los Repartidores. Hace algunas semanas que no se juntan y las ganas se perciben en las risas y los abrazos. Ya sobre el comienzo va la primera visita al kiosco, que no será la única. Amplificadores, cables, micrófonos, una guitarra, un bajo y una batería que a simple vista no tiene buena pinta. Todo sencillo, sin cáscara.
Las baquetas de “El Dami” marcan el tempo, Martín y “El Yeicop” entran certeros. A lo largo de casi una hora de música, repasan primero la lista de canciones que acaban de grabar y que son parte de su primer material de estudio. Y sobre el final tocan algunas canciones que no son de su autoría pero que versionan a su modo, con gran resultado.
Cuando formaron Pankrioyo y Los Repartidores, llegaba Macri a la presidencia y la provincia estaba teñida de amarillo. Los integrantes del trío venían de otras formaciones que no estaban directamente ligadas al punk. Sin embargo en ese primer encuentro un sentimiento era compartido: hacía falta ruido en el Valle, hacía falta punk en Paravachasca. Ese sentimiento los llevó a componer un puñado de canciones que expresan, sin medias tintas, su mirada sobre el deterioro social o sobre las problemáticas ambientales que atraviesan a quienes habitamos el Valle.
A cinco años de su formación y con la misma naturalidad con la que dieron forma al proyecto, el trío sintió que era momento de plasmar en el estudio esas canciones. Acompañados por Yul y JC Moreschi (ambos son músicos reconocidos de Alta Gracia) en la producción técnica y artística, los Pankrioyo buscaron ser fieles a ellos mismos. Las tomas las hicieron en vivo en “El Barco”, que es como su casa. Los instrumentos que usaron son los que los acompañan desde siempre, sin sobregrabaciones y ni pirotecnia digital.
El resultado es un sonido directo y honesto con el espíritu punk más puro. Se destaca el costado menos reconocido del movimiento contracultural, que es la autogestión del arte y una forma autónoma de entender la vida. Producir uno mismo, con lo que se tiene a la mano. Si la batería debe completarse con un bombo de murga, adelante, pues allí no hay imposturas. Si los equipos no son los mejores, adelante, porque lo importante no está en el maquillaje, sino en lo que expresan y en el modo en que lo hacen.

Para los Pankrioyo es importante sostener esa estética, tanto sonora como escénica. “Si hay un guachín viendo nuestro show, queremos que vea que si le gusta la música puede tocar con lo que tiene a mano, que no hace falta tener el mejor instrumento”, sostienen convencidos. También lo es para el trío sostener el espíritu juvenil, tomarse la vida con un poco de sorna, decir cosas fuertes apelando al humor, señalar con un poco de cinismo e incluso cuando es merecido, ser un poco irrespetuosos.
Como cuando le preguntan al de la camioneta a dónde quiere ir tan apurado por la autovía, autovía que no es prioridad. O cuando dicen “millones entraron y salieron, millones de hambre se murieron, campeones del mundo financiero”, en referencia al mejor equipo de gobierno de los últimos cincuenta años, ese que logró endeudarnos de una forma monstruosa. O cuando señalan que “Johny es un culiado, que maneja un bombardero”, en la versión más cordobesa de la canción de La Polla Records.
Este es un momento felíz para los Pankrioyo y Los Repartidores. No solo porque han podido grabar su primer material, sino porque celebran hacer lo que les gusta, rodeados de gente querida, sin mayor aspiración que la de hacer canciones que no miren de costado una realidad a veces dolorosa, a veces incomprensible y la mayor de las veces injusta.
Tres acordes y a pudrirla. Tres acordes y una birra. Tres acordes para decir una verdad, lo mismo para desnudar una mentira. Tres acordes y la eterna adolescencia. Tres acordes para incomodar. Tres acordes y un abrazo fraternal. Pankrioyo y Los Repartidores, un sonido que viene de la orilla.