Romina Cannistraro: «Mis canciones cuentan historias que he vivido o que me han contado»

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Con sus 33 años, Romina Cannistraro es una cantautora de Anisacate que en sus composiciones rescata historias de su pueblo. Entrevistada por el programa “Tarde para Tirar la Toalla” de la Radio Tortuga 92.9, contó cómo viene abriéndose camino en la música, de la mano de los espacios que ganan las mujeres colectivamente en los escenarios; también adelantó material de su debut fonográfico, próximo a ver la luz; y compartió los desafíos que tiene como responsable del Área de Cultura de la Municipalidad de Anisacate.

Romina Cannistraro se ha criado en Parque El Aromo, uno de los barrios que se encuentra a la orilla de la Ruta 5, sobre la Recta Montenegro en Anisacate. “Muy cerquita del espacio cultural del Rincón Criollo”, dispara en la entrevista, como tirando coordenadas a los despistados.

RADIO TORTUGA (RT): ¿Cómo llegaste a la música o cómo llegó la música a vos?

ROMINA CANNISTRARO (RC): No vengo de una familia de músicos académicos, pero siempre se escuchó música en mi casa; era parte de la cotidianeidad. Me acuerdo que la radio estaba encendida a primera y a última hora del día. Era como un acompañamiento constante. Tengo muchos tíos que siempre se juntaban a guitarrear y el recuerdo de un abuelo de Buenos Aires que era tanguero, cantor de la calle. Desde esos sonidos es que yo primero me acerco a las poesías. Empiezo a ahondar en ese mundo y después llego a la música.

Al desempolvar aquellos primeros recuerdos, Romina se remite a los tiempos de la escuela primaria en Alta Gracia, cuando una docente les llevó a una radio a mostrar unos trabajos sobre la presencia de los pueblos originarios en América: “Me salió una lectura que era como una poesía, a la que después le incorporé una melodía. Me hicieron ver que era muy lindo lo que hice”. En su relato, liga este recuerdo con su experiencia de ensayos del Coro Juvenil Municipal, de la mano de Gabriela Torres Nadal, en el patio de la Casa de la Cultura de Alta Gracia. “Ella nos abrió un universo de lo latinoamericano en la música. En mi casa siempre se escuchó la música de las radios más masivas. Si no hubiera sido por ese espacio (el Coro Juvenil Municipal), no habría conocido a grandes como Mercedes Sosa”, rememora. Refiere Romina Cannistraro que esas dos situaciones generaron una disrupción en sus inquietudes de niña, en un contexto en el que la Conquista de América se contaba como un “Descubrimiento”.

Los desafíos para llegar al escenario

“Para las mujeres, acceder al mundo de la música ha sido siempre un poquito más difícil que para los varones”, analiza Romina, al acercarse en su relato a la forma en que su inquietud por la palabra y lo latinoamericano fue derivando en su vocación de cantautora. “En mi familia no había conciencia de la música como un oficio. Era más un pasatiempo, para escuchar, para divertirse”, recuerda. Desde esa perspectiva familiar, arribó a Córdoba para vivir en una residencia estudiantil del sindicato al que estaba afiliada su familia y estudiar una carrera redituable: Licenciatura en Recursos Humanos.

“Salí del secundario y no sabía qué estudiar y la música no era una opción. Estudié algo que me decían que iba a tener futuro y plata. Y un día, caminando por Córdoba, vi un cartel que decía ‘Diplomatura en Musicoterapia’. Empecé a investigar, me metí y ahí conocí una persona que me habló del Instituto de Culturas Aborígenes, el ICA, que es un terciario. Me contó que tenía orientación en música popular. Me endulzó el oído y me anoté en la Tecnicatura de Investigación Folklórica primero y después en el Profesorado de Música. Ahí sentí el mismo universo que Gabi (Torres Nadal) me había mostrado en el patio de la Casa de la Cultura de Alta Gracia. Con todas esas personas que pensaban parecido a mí, empecé a descubrir la música de América y me crucé con otros artistas y ahí me empecé a animar a cantar en los escenarios. Primero, canciones de otros y en los últimos años, canciones propias”, relató.

RT: ¿Cómo fue ese confrontar con ese designio familiar que ponía en un segundo plano a la cuestión artística?

RC: Fue duro. Me decían que cómo podía ser que era licenciada en Recursos Humanos y quería ser música, cantar y salir a los escenarios. Fue fuerte pero lo entendieron.

RT: ¿Y en vos cómo fue? ¿Veías la posibilidad o empezaste a tocar en vivo como viendo qué onda?

RC: Subirse a un escenario es un desafío, porque uno está diciendo algo. Por eso para mí es importante decidir qué cantar. Fue dándose al compartir la música con otres. Siento mucha convicción al cantar. Me paro, me planto, suelto la voz y elijo qué decir, por más que eso no sea lo que todos quieran escuchar.

RT: Cuando empezaste a incorporar canciones propias, ¿qué pasó con el público?

RC: Empatía. Risa. Me gusta mucho cantar de Córdoba. De Anisacate, de Paravachasca. Me hallo mucho cantando de mi identidad. El cordobés, el chuncano, el serrano es bastante pícaro en su humor para decir las cosas. Mis canciones cuentan historias que he vivido o que me han contado.

El andar colectivo de la visibilización

“Los impulsos que yo he tenido de cantar y subirme a los escenarios, del acercamiento a la guitarra y a la percusión, siempre han sido a través de otras mujeres. Que te animan, te escuchan, te reconocen y te dan letra”, apunta Romina cuando se le consulta sobre este movimiento global que derriba prejuicios y barreras, y que en el Valle de Paravachasca en particular, tiene diversas exponentes que suelen presentarse juntas y separadas en los escenarios.

Marcó como un punto de inflexión una participación suya en un encuentro de mujeres artistas, que compartió con pares de la canción, la danza, la fotografía. “Al ver a las otras mujeres poniendo sonido, sacando fotos, tocando instrumentos, me generó un empuje para decir que yo también puedo. Porque hay un montón de mujeres más que están en esta ola. Me subo porque nadie me está juzgando ni diciendo que mi voz es muy dulce para cantar folklore o ni en las guitarreadas ocurre que no me pasen la guitarra. La ley de cupo femenino en los escenarios es muy importante. Tuvimos que hacer una ley para empezar a ver en los escenarios propuestas de mujeres. No teníamos espacios, estábamos invisibilizadas”, reflexiona.

Se vienen las «Doñas»

“Estoy muy contenta porque en estos momentos estamos en un proceso de grabación de algunas canciones y quienes me acompañan son Susana Freisz en los vientos, que vive en Los Aromos; una guitarrista que es también militante de la música que es Dani Medrano; y Brenda Mamani, que es de Jujuy pero vive en Córdoba y es percusionista”, adelanta con entusiasmo. Al mismo tiempo, subraya, desde una mirada de género que “el contacto con estas mujeres es todo un desafío, porque si sos madre y sos música, es doble trabajo para juntarte a ensayar porque tenés que organizar tu quehacer para poder tener ese espacio”. Y concluye: “Muchas mujeres, cuando maternan, dejan de ser músicas”.

RT: ¿Para cuándo vendría este trabajo que estás preparando?

RC: Estoy juntando el dinero, no es fácil. Estamos terminando de trabajar las maquetas, creo que para mitad de año va a salir. Tiene cinco canciones, se llama “Doñas Dueñas” y habla de cinco mujeres. algunas del Valle de Paravachasca. A mí me encanta escuchar discos pero ahora es todo más virtual. Es mi primer trabajo discográfico, costó muchísimo, se veía lejos. Me costó mucho reconocerme como trabajadora de la cultura. Nos falta muchísimo en la sociedad para darnos cuenta de que la cultura es esencial para que deje de ser precarizada. Hay que organizarse y pensar en colectivo.

La Cultura como Derecho

RT: Además de cantautora, estás a cargo del Área de Cultura de la Municipalidad de Anisacate. Hay mucho prejuicio en el arte y la cultura con la política y particularmente con la gestión pública de la cultura. Mucho más cuando están a cargo personas que no tienen experiencia. ¿Cómo fue para vos hacerte cargo y cómo lo abordás, viniendo de la experiencia musical?

RC: En el quehacer cultural uno va teniendo una mirada más amplia. Estando del otro lado, siento que las dos miradas tienen que unirse. Hay una desconfianza con el Estado desde el sector artístico cultural. Lo primero que me propuse fue conocer el territorio cultural. Quiénes están haciendo por acá y qué es lo que la gente considera como artístico y cultural. Por qué se generan algunas propuestas artístico culturales y no hay público. O siempre es el mismo. Hay una demanda de la cultura como algo efímero, como espectáculo de temporada. Como si fuera eso nada más. El desafío es que las políticas culturales tienen que salir desde las bases comunitarias: desde el encuentro con los hacedores y los consumidores de la cultura. Hay grandes abismos y brechas que hay que abordarlas como un ida y vuelta. Hay que encontrarle una vuelta para que la cultura sea un derecho y que sea accesible, para que no quede cerrado a un pequeño público.

Escuchá la entrevista completa:

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