Por Marcelo Riol – La noche no tira ningún salto mortal. Translúcida y apacible, en ella pueden verse todas las estrellas y una luna fina que empieza crecer. Como toda noche encierra algún misterio. En la puerta del Cineclub Casero algunas personas conversan mientras esperan para asistir a la presentación de «Vinilo», el último libro de Fanue.
La puesta es sencilla. Escritorio, micrófono, velador, pantalla. Una bandeja, una selección de vinilos y un buen sistema de sonido, en una sala impecable. Algunos fragmentos impresos y un recorrido por los trece cuentos que integran los dos lados de Vinilo.
Con la misma facilidad que tiene para imaginar situaciones delirantes o escenarios desbordados, Fanue maneja las palabras con las que introduce cada relato. Agrupados más por su tono que por sus temáticas o estilos, los más oscuros, quizás siniestros y en algunos casos algo perturbadores, en el lado A. Los cuentos más amables, la tragedia cotidiana atravesada por el humor y lo fantástico en el lado B.
Como un satélite que se aleja, describiendo una trayectoria que lo distancia del centro, del inicio, Fanue parece dejar cada vez más atrás las historias y acertijos para niños. Hace tiempo ya, que fue internándose en el desafío de descubrir que otros escritores coexisten en él. En esa búsqueda encontró un tono más sombrío, descarnado a veces y porque no, cercano al terror.
Cuando se le pregunta por las influencias, le cuesta hacer nombres. No tanto por no querer etiquetarse a si mismo, sino más bien porque siente que si nombra a algunos estará dejando fuera a otros igual de valiosos. Sin embargo en esa lista están Ray Bradbury, Philip K. Dick, Cristopher Priest, Úrsula K. Leguin y también alguno de estas latitudes, como al uruguayo Mario Levrero, cuyas obras siempre le impactaron.
La narrativa de Fanue es precisa, activa. La acción surge fluida, los fenómenos climáticos, el agua, la nieve, los paisajes desolados, son elementos recurrentes en estos relatos. Los fue escribiendo en distintos momentos de los últimos seis años, y como a muchos, la pandemia le trajo la posibilidad de recogerlos, pulirlos y finalmente con una curiosa diagramación, publicarlos.
La literatura de ciencia ficción, fantástica y de terror necesita de la complicidad del lector. Es su credulidad la que el autor explota para llevarlo por situaciones y escenarios improbables. En Vinilo (igual que en el resto de obra), Fanue no subestima a quien navega por sus páginas y deja que cada cuento sea redondeado por la complicidad del lector.
Con la lectura de breves fragmentos, Fanue fue presentando a alguno de los relatos, un asomarse apenas para luego despedirlos con una música. Con la asistencia de Nico Di Giácomo como Dj, después del primer fragmento, Newborn del pianista Lyle Mays, agregó una atmósfera cinematográfica en la sala.
Luego fue ChildHood´s End de Pink Floyd, con su combinación equilibrada de poesía y rock psicodélico. Para el siguiente la selección musical dio un salto tan ecléctico, como acertado y fueron los Tres Minutos con La Realidad, de Astor Piazzola, los que pusieron el marco.
Las Tardes del Sol, Las Noches del Agua, que grabó Fito Páez en Circo Beat fue otra elección de sensibilidad certera, cargada de oportuno dramatismo musical. Y para cerrar la lectura de los fragmentos con los que presentó Vinilo, Fanue eligió a Benny Goodman haciendo Cést Si Bon.
Sobre el final los emotivos agradecimientos llegaron para quienes hicieron posible que Vinilo vea la luz. Nombró a Natalia Rojo, responsable de la diagramación, a Guau Ediciones a través de quienes viene publicando sus últimos libros. Por su puesto a su familia, que lo acompaña en cada aventura literaria, pero sobre todo a su círculo más intimo de amistad, aquellos con los que se sostuvieron mutuamente en tiempos difíciles.
La noche, ya entre despedidas y agradecimientos, guardaba aún algunos misterio. Similares quizás, a los que Vinilo guarda entre sus páginas.