«En una milésima de segundo todo cobró sentido», escribió el fotógrafo Gon Granja en su página de Facebook cuando compartió la foto que sacó en Merlo, San Luis, el 2 de julio, la tarde en que buena parte del país se dejó conmover por el eclipse solar. El altagraciense pensó esa foto con tiempo, la imaginó y la pudo capturar. En esta nota, cuenta cómo fue el proceso y qué sintió cuando logró por fin conquistar su objetivo.
El joven realizador audiovisual de nuestra ciudad, es un inquieto viajero que ha gastado suelas recorriendo Islandia (dos veces), Nueva Zelanda y los rincones más impensados de la Provincia de Córdoba y que se haya en estos días, preparándose para una nueva aventura humana y de registros fotográficos por la mágica Ruta 40.
Para la foto del eclipse de sol, que tuvo inmediata réplica en medios de comunicación y redes sociales, se permitió un paciente proceso de cerca de un año. Recuerda que todo se originó en una cena con amigos cuando escuchó por primera vez sobre este evento. «Desde entonces me dediqué semanalmente a investigarlo», relata en un texto que hizo público. «Mientras más buscaba, más me daba cuenta de lo afortunados que éramos de poder presenciar semejante momento», rememora.
Conforme pasaba el tiempo, empezaba a dimensionar que se trataba de un hito para la Provincia de Córdoba y una oportunidad fotográfica única. Ahora, sin embargo, la pregunta que le daba vueltas en la cabeza era «¿cómo retratarlo?». Tras meditarlo por algunos días, imaginó la foto con una figura humana, «dando relación y escala de la persona ante este espectáculo» y de manera figurativa, refiriendo al vínculo de la humanidad con el universo.
El elegido para protagonizar la postal fue Sebastián Giordano, amigo de Granja y ciclista especializado en la modalidad de «Trial», en la que el equilibrio y figuras con saltos son sellos distintivos. «Debía ser alguien que admire por su dedicación, que sepa lo que estaba haciendo a la perfección y a su vez tener la confianza para poder hablar sin filtro sobre la marcha», repasa Gon Granja en este recorrido por el proceso que llevó a la foto final.
Dos meses antes del fenómeno, fotógrafo y ciclista recorrieron las sierras con una aplicación que permite calcular aproximadamente cómo se moverán los astros ese día. «La búsqueda fue difícil», continúa, «debía de coincidir con el eclipse, estar ubicado en la franja de totalidad y tener una distancia puntual según el lente que iba a usar que permita enfocar y encuadrar todo en la cámara».
La búsqueda de posibles escenarios los llevó al que inicialmente parecía el indicado (y de hecho lo fue): el filo de Merlo, en el límite provincial.
Con el sitio determinado, Granja contactó a un fotógrafo que se dedica a registrar deportes para conseguir un teleobjetivo que permitiera disparar a larga distancia. Compraron láminas solares por internet para no dañar el equipo y los ojos, y empezaron a seguir el clima de cerca, «cruzando los dedos y rogando que las condiciones se den y no se nuble ese día».
A todo esto que detalla, hay que sumar el hermetismo con el que se manejaron durante todo ese tiempo, ya que no querían anticipar nada para no «generar expectativa de algo que tenía grandes probabilidades de que no se dé».
El 2 de julio estaba previsto que para las 16.30 comenzara el eclipse, más desde las cinco y media de la mañana ya estaban trabajando el fotógrafo con el ciclista. «Fuimos con un equipo de personas y llevamos handys para poder comunicarnos. Seba debía tener las manos al volante y yo en la cámara, pero a la vez poder hablar a 120 metros de distancia como si estuviésemos al lado», recuerda Gon Granja, denotando el nivel de precisión que perseguían (y que finalmente alcanzaron).
Durante el mediodía, volvieron a medir la situación, almorzaron y se sumieron en la paciente espera. A la hora señalada, ya estaban cada uno en su posición y las pesadas agujas del reloj fueron avanzando como si algo las retuviera hasta que a las 17.40 de ese inolvidable 2 de julio, «todo cálculo sorprendentemente coincidió», repasa Gon Granja en su relato. «Siento que teníamos un número de lotería entre un millón y salió», concluye. «El sol, la luna, el salto y la cámara se alinearon en una anécdota que vamos a contar hasta el último de los días por acá», rememora con satisfacción.
En diálogo con diariotortuga.com, se sincera: «Honestamente, no caigo del todo de lo que pasó: mientras más pienso menos entiendo, había muchas posibilidades de que algo falle pero salió». Y describe: «En una milésima de segundo todo cobro sentido, La luna y el sol se alinearon, la temperatura bajo bruscamente varios grados y una oscuridad total hizo que los animales enloquezcan». Esferas enlazadas, destellos, un centro celeste y un aura oscura, la silueta del ciclista y la noche en plena tarde, invaden la mirada curiosa de quien se deja cautivar por la fotografía, conmovido registro del eclipse.
Respecto a la repercusión que tuvo la imagen, Gon Granja manifiesta que se les «fue de las manos», mas se muestra «profundamente agradecido» y se alegra de que esto pueda motivara otros a «salir a la naturaleza o a encarar proyectos con mucho tiempo y determinación en una era en la que parece que todo tiene que ser instantáneo y que se maneja una ansiedad bastante particular».
«Cuando se hizo de noche por dos minutos y 40 segundos y hasta se encendieron las luces de Merlo abajo del filo de las sierras en que estabamos, percibimos todo esto que sabíamos pero que nunca lo habíamos asimilado», recuerda todavía emocionado este joven fotógrafo y realizador audiovisual que ahora se mete en un mes de descanso, previo a partir para la mágica Ruta 40, donde se propone en cinco meses, recorrer 5190 kilómetros a lo largo de once provincias, «en búsqueda de documentar el patrimonio natural de nuestro país, entorno al principal nervio vial de la Argentina».