Despedida a Palo Pandolfo: un hacedor de himnos subterráneos y gritos de guerra

0

Por Pablo “Pelado” Rodríguez. El jueves 22 de julio se murió Palo Pandolfo. Así, de súbito. Cayó desplomado en la calle. Sobran las preguntas sobre las razones de su muerte. Desde ese día, muchas y muchos no paramos de llorar. ¿Y por qué lloramos a Palo Pandolfo? (*)

Un detalle curioso y hasta indignante del parte policial sobre la averiguación de la muerte de Palo Pandolfo, rescatado por el periodista Juan Ignacio Provéndola, de alguna manera resume las razones por las cuales es importante dar a conocer la vida y obra del artista. Dice el texto: “En el lugar se hizo presente el sobrino del fallecido, que explicó que se trataba de su tío Palo Pandolfo, músico de la banda Soda Stéreo”. ¿Soda Stéreo?

El desconocimiento que existe sobre él, habla un poco de la manera en que el mismo Palo Pandolfo encaró la vida pública y su lugar en la industria musical.

En trazo grueso, habrá que decir que este nacido en Buenos Aires en noviembre de 1964, cursó toda su escuela secundaria en dictadura. En esos años, supo que salir a la calle era enfrentarse constantemente a fuerzas represivas de diversas fajinas. En la noche se hizo uno con el rock, que ya venía escuchando a partir de los discos que llegaban a su vida de la mano de sus hermanas y respectivos novios y maridos; y sus amistades, con las que empezaba a leer el mundo en clave de rebeldía. En un llamativo cruce entre rock y política, en las puertas de la caída del terrorismo de Estado, se afilió inesperadamente a la Federación Juvenil Comunista, de la mano de su amigo el documentalista Polosecki.

Promediando los años 80, tras terminar el secundario, la fusión de dos bandas adolescentes dio lugar a la hoy mítica Don Cornelio y La Zona: una propuesta ligada al post punk y la new wave argenta, que en la vuelta de la democracia mezclaba oscuridad y rabia con el destape propio de la post dictadura. El inesperado éxito de “Ella vendrá”, del disco inaugural y homónimo de Don Cornelio, de la mano de Andrés Calamaro como productor, los ubicó en un lugar incómodo de exposición que los empujó a un segundo álbum, mucho más agresivo y contestatario, que llevaba por título la sugerente frase: “Patria o Muerte”. Con él, se alejaron un poco del buen gusto de la crítica y el público masivo.

En los 90, con Don Cornelio disuelta, Palo Pandolfo dio vida a Los Visitantes, un armado de apariencia más luminosa. Todavía con un dejo spinetteano en las composiciones y una lírica de poeta maldito, propia de su menos conocida faz literaria; Palo Pandolfo introdujo en esta banda, de manera sutil y sin estridencias, un enjambre de sonoridades del Río de la Plata que dotó a Los Visitantes de ciertas oportunidades dentro del llamado mainstream rockero. Así, el tango, el candombe y diversos aires folklóricos se colaron en la oscuridad pandolfa. A esta altura, su nombre propio no pasaba desapercibido dentro de la escena nacional, aunque siempre en segundo plano detrás de las bandas y los solistas que empezaban a llenar estadios.

Con la crisis del 2001, Palo Pandolfo lanzó su primer disco solista, “A través de los sueños”, en el que se reinventa nuevamente, en una conjunción entre canciones acústicas y distorsiones rockeras. La voz deforme, entre risa desencajada, afinaciones complejas y tormentos dramáticos, vuelve a ser protagonista en esta etapa que arranca, entre letras tan directas como crípticas y profundas, armadas de humanidad y transversales con una realidad que ardía entre urgencias.

A continuación, editó “Antojo”, que tomando el nombre de una canción de Los Visitantes, se presenta a primera vista como un disco más de covers. Sin embargo, a contramano de la moda versionera, en “Antojo” hay un ejercicio de deconstrucción y autodeconstrucción para elegir un repertorio que no teme hilar la Cantata de Santa María de Iquique con el Ok Computer de Radiohead, David Bowie, Mano Negra, Silvio Rodríguez y Bob Marley; en un entramado en el que Palo Pandolfo reinventa todo y lo devuelve como una pieza de arte nueva. Moderna. Quizás con el oculto interés de dejar marca de cuánto puede el arte cuando desafía hasta su propia forma.

Hasta su muerte, la carrera solista de Pandolfo se enriqueció con formaciones de grupo con diversas denominaciones: La Fuerza Suave, El Ritual, La Hermandad. Todas aludiendo a lo colectivo, paradójicamente. Con ellas, grabó discos importantes, que merecen la escucha: “Esto es un abrazo”, “Transformación” y la trilogía “El Vuelo del Dragón”. En las plataformas virtuales y las redes sociales, abundan los registros de recitales memorables y entrevistas imperdibles en las que Palo Pandolfo habla siempre desde un lugar contaminado, nunca puro ni inmaculado, como exponiéndose como pieza viva de un tiempo histórico.

Palo Pandolfo nunca llenó un estadio. En algunas de las últimas entrevistas que dio, se definió recurrentemente como un “cantautor federal”, por ese afán de recorrer el país, tocando en cuanto pueblo y ciudad se le hiciera un lugar.

En sus 40 años de presencia activa en el llamado rock nacional, Palo Pandolfo fue consolidando lateralmente un nombre propio, una referencia, una marca en la cultura nacional; una sonoridad que se fue transformando a sí misma, menos por las tendencias de cada moda circunstancial como por las demandas de cada tiempo histórico.

Palo Pandolfo fue un artista contemporáneo. Siempre. Performático, nutrió sus canciones de atmósferas, capas, silencios y oscuridades. De preguntas. En vivo, cada show se volvió un aquelarre donde se cocinaba el futuro. Contemporáneo de los tiempos que le tocó vivir, escribió himnos subterráneos y gritos de guerra. Se desplomó en la calle el 22 de julio y la noticia de su muerte enlutó a la cultura nacional.

Nos quedan sus canciones…

“Una vitrola a gogó,
Tocando y tocando,
Pozo guerrillero irascible,
Bombardeando bombardeando”.

(Tazas de Té Chino)

***

“Cada persona se mide por el
Tamaño de su corazón
La tierra nos dice que es
De nadie

La tierra no es de nadie es de todos
Como la calida luz
Que entra en la cuna y en la
Prisión”

(Estaré)

***

“Voy, vengo, a veces siento
Que el humano no tiene perdón
La malicia, las ambiciones
Van destruyendo a la libertad.

Parece un misterio la razón de nuestra vida
Mas una leve brisa nos susurra la verdad
Todo ese dinero es un poder de fantasía
Dicha y alegría están en otro lugar.

Cada mañana al despertarme la luz me avisa
Que es un buen día para cantarte una canción
El Dios del cielo se me aparece con tu sonrisa
Fina armonía que pone en paz en el corazón”

(En la luz)

(*) Este texto fue leído a modo de editorial en la edición #37 del programa «Tarde para Tirar la Toalla» de Radio Tortuga 92.9 el domingo 25 de julio de 2021

FOTOS: TWITTER PALO PANDOLFO Y TÉLAM

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí