Por Guillermo Morilla. El 2023 llega a su fin mientras suspira agotado sus últimas horas. Los fines de año siempre tienen su balance pegado al pie, pero los que vienen con recambio de gobierno se mastican diferente, extienden el balance como si la vida se contase entre mundiales de fútbol y presidentes.
Si los últimos años de gobierno hablaran, serían el meme de “Ayudame Loco”. Cuatro años de gobierno, cuatro años de “Qué pasó ahora la puta madre”. El año que se va y el que llega están cortados por la misma motosierra. Un clásico de diciembre, el meme de Darín en nueve reinas: “Este país se va a la mierda”.
Un conteo rápido. Del «Avanti Morocha» en Plaza de Mayo en 2019 al “Hay un monstruo con peluca”. La Pandemia, del “Nos cuidamos entre todos” al “Viva la Libertad Carajo”. El fuego amigo entre Alberto y Cristina. La sociedad rota con la política en Narnia. La política cree que escucha pero presta los colmillos más que el oído: del volver mejores al nuevo (viejo) mantra de gobiernos de austeridad. La política cree que hizo match con el síntoma de época y la época apunta para llevarla puesta.
Alcen la copa esta noche campeones del mundo, sidra o champagne, y “guarden las copas para un bote hacer que viene el río del hambre y la sed, y ya no hay goles que den de morfar”. Marado, Marado. A vos también te perdimos Diego: “Siempre Pelusa, nunca peluca”.
Esta vez, por fin la prisión, te va a gustar
En el año 84, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota presentaron su primer disco, “Gulp”; la primavera democrática no condice con los versos que arrojan desde La Plata. A la música colorida de la época Solari le insinúa que “éramos libres pero habíamos vendido hasta la abuela”.
Y finalmente llegaron, se cumplieron los cuarenta años de democracia y pasaron sin pena ni gloria. Un tibio tuit radical con la foto de Alfonsín en el balcón, algún especial de la TV Pública; la democracia, sus cuarenta años, son una efeméride al pasar en los noticieros y las redes sociales, como dijo la escritora Florencia Angilletta: “Hicimos el cumpleaños y nos faltó el cumpleañero”.
¿Acaso nos hemos olvidado de la democracia? Nueve días después del diez de diciembre, Javier Milei parece borrarla de un plumazo con un DNU ¿Tan frágil es?. Quizás no nos hemos olvidado de la democracia sino que la democracia se fue olvidando de nosotros. Los cuarenta no fueron exactamente una primavera, nuestra democracia se erige y se narra siempre desde su pasado previo: hay palabras para contar lo que la falta de democracia nos arrebató, pero no hay palabras que no formen parte de la “rosca” para hablar de lo que la democracia diezmó.
El periodista e historiador Martín Rodríguez escinde la democracia moderna argentina en dos: la primera etapa va de 1983 a 2001, donde el consenso político y social estaba puesto en sostener el pacto democrático a como dé lugar, la democracia hasta en el plato de la mesa: “Con la democracia se come, se cura y se educa”. En el medio, la Hiperinflación e ingobernabilidad de Alfonsín, junto con la ley de Punto final y Obediencia debida. La Revolución Productiva de Menem, el mundo unipolar, el consenso de Washington, la privatización, el uno a uno, las dos cifras de desempleo por primera vez en la historia junto con los indultos a los genocidas. De la Rúa y el sostenimiento de la convertibilidad, el corralito, los saqueos, el estallido y los 39 asesinatos del 19 y 20 de diciembre de 2001.
La segunda etapa democrática va de 2001 a nuestros días, y el renovado pacto democrático puso el acento en el “que no estalle”. Asegurar la gobernabilidad. El Kirchnerismo y el Macrismo son hijos de este experimento. En el medio, Duhalde y sus medidas esenciales a un costo altísimo, la política social extendida, el acuerdo regional, pero también la represión que devino en los asesinatos de Kosteki y Santillan, y los 33 heridos por bala de plomo. Néstor Kirchner y la promesa de un sueño (quizás la última vez que la política habló de sueños), los cuadros de los dictadores descolgados, el “no les tengo miedo” frente a los militares, juicio y castigo a los culpables, pero también la construcción de una historia a su medida y la premisa de hacer política sin dar malas noticias. Esa premisa construyó su militancia, el Kirchnerismo no sabe dar malas noticias, prefiere siempre edulcorar y que los culpables estén fuera de casa ya que las convicciones siempre cruzan las puertas de la rosada.
Doce años de Kirchnerismo entre Néstor y Cristina, reducción de la pobreza y movilidad social, el desendeudamiento, el salario más alto en dólares de la región, pero también la creación de un “disyuntor” del sistema político, aquella serie de medidas implementadas para que el sistema no vuelva a estallar: el cepo es hijo del corralito, el estado ya no mete mano en las cuentas de los ahorristas, pero es cada vez más difícil ahorrar; Martín Rodríguez se pregunta: «¿Después de 2001, a qué va la gente a un banco?». La época no es de los bancos, adiós a la pareja de Banco Galicia, bienvenido Mercado Pago. Luego Mauricio Macri y su primer tiempo, el aumento de los planes sociales, la deuda con el Fondo Monetario Internacional, devaluación y más cepo. Finalmente Alberto y lo que ya sabemos: Pandemia, Concentración de capitales y nula redistribución, la épica de las vacunas con vacunatorio Vip y la fiesta en olivos, la interminable pelea entre él y Cristina. ¿El resultado? Si se habla de achicar el estado para agrandar la nación, se podría decir que el gobierno achicó la sociedad para agrandar la política. Administración de crisis antes que soluciones. Finalmente la sociedad cedió ante un candidato que dijo lo que nadie se animaba: “Que estalle”. Milei sacude los brazos y agita a sus seguidores mientras suena: “Se viene el estallido”.
“No sabemos nada de la democracia”, dice Paul Preciado en su libro Dysphoria Mundi, y agrega: “Conocemos el sometimiento, la violencia, la opresión, el rapto, la desaparición, la extorsión, la desposesión, la violación, la exclusión, el control, la ocultación, la mentira, el silencio, pero la democracia no”. La frase es una piña directa a los dientes (rock para los dientes), pero reveladora. Una pregunta que pica hace mucho: ¿Cómo hablar de la importancia democrática con las nuevas generaciones si nunca les faltó, y, a la vez, esa democracia en la que crecieron les resulta opresiva?. Preciado hace un llamado de atención que vale la pena revisar por doloroso que resulte, la realidad de que “nuestra memoria común no es una memoria de la democracia, sino de su ausencia”. Nacimos sin saber muy bien que era (o mejor, lo que podía ser) la democracia, pero sabiendo lo que era un dictador y un golpe de Estado.
Una motosierra se eleva en el aire, las mismas manos que la sostienen hacen girar hoy el bastón presidencial entre sus dedos. El león y su rugido. ¿Cuál es el rugido de la época?. Mientras tanto, «el burrito sencillo va solito al corral, buscando el amo bueno que le dé libertad».
Atrapado en libertad
Si bien Javier Milei fue construyendo su carrera política a través de los medios de comunicación (principalmente la televisión como vehículo de sus ideas), su centralidad y ascenso que lo llevó a disputar la presidencia de la nación tienen una fuerte relación con la pandemia de Covid-19 y el contenido viral de redes sociales. La pandemia y sus consecuentes restricciones de circulación trajeron aparejadas un fuerte ímpetu sobre las ideas de “Libertad”.
Podemos bosquejar una serie de disposiciones que alteraron los marcos perceptivos de la sociedad y la relación entre los sujetos, a las mencionadas restricciones de circulación debemos sumar: la relación entre el afuera y el adentro (donde el adentro se vuelve un refugió y el afuera un peligro a la vida), la relación con los sujetos (las medidas de distanciamiento, la falta de contacto, el otro como peligro biológico y agente contaminante), la redefinición del espacio urbano (los espacios colectivos como clubes convertidos en salas hospitalarias y de reclusión de sujetos contaminantes), la dimensión comunicativa (el contador de muertes en ascenso durante 24 horas en la televisión y las redes sociales).
Se trata de una redefinición del espacio urbano y su marco perceptivo porque durante el contexto pandémico, la “inseguridad” adquiere el sentido de peligro biológico. El afuera y el contacto con los otros suponen un riesgo a la vida; A la vez hay una intensificación discursiva porque el peligro ante la vida supone radicalizaciones de la intolerancia más amplias (podemos mencionar como ejemplo el intenso vigilantismo vecinal entre sujetos).
La pandemia generó un marco de miedo y angustia, y, como afirma el comunicador Jesús Martín-Barbero, estos factores son parte de “una angustia más honda, de una angustia cultural”. El arraigo colectivo en las ciudades se pierde en el momento en que los espacios colectivos quedan clausurados y son redefinidos en centros de monitoreo o salud, a la vez que las calles vacías se convierten en flujos de mercado (es el auge de los servicios de delivery), los sujetos dejan de transitar para abrir paso a los productos, de esta manera “se va destruyendo poco a poco todo paisaje de familiaridad en el que pueda apoyarse la memoria colectiva”.
A su vez la ciudad homogeniza y normaliza las diferencias (entre el sujeto sano y el sujeto patológico). La situación sanitaria con el tiempo también generó una fragmentación política: del nos cuidamos entre todos, a la responsabilidad por el cuidado de sí; lo que la política partidaria en un primer momento pareció aunar (figurados en los niveles de apoyo al gobierno de Alberto Fernández los primeros meses de aislamiento obligatorio), terminó por romperse a los pocos meses y el parte aguas no fue otro que la movilización contenida en un ideal de “Libertad”. A las diferencias entre sujetos sanos y enfermos se le sumó el enfrentamiento entre quienes sostenían las políticas contenedoras del riesgo y quienes con banderas argentinas pedían por su libertad. Sobre este último espacio Milei construyó su trampolín político.
Esto recuerda a la pregunta relflexiva de Martín-Barbero: “Me pregunto si ese otro, convertido cotidianamente en amenaza, no tiene mucho qué ver con lo que está pasando en nuestra cultura política, con el crecimiento de la intolerancia, con la imposibilidad de ese pacto social del que tanto se habla, esto es, con la dificultad de reconocerme en la diferencia de lo que el otro piensa, en lo que el otro le gusta, en lo que el otro tiene como horizonte vital, estético o político”.
La defensa de la Libertad individual se ha convertido en el emblema de los líderes neofascistas. El sociólogo afroamericano Orlando Patterson recuerda que la noción moderna de libertad emerge en las sociedades coloniales europeas, y después americanas, para diferenciar los privilegios coloniales de aquellos que pueden poseer (y por tanto, comprar y vender) esclavos, de aquellos que pueden ser vendidos y comprados como esclavos, pero también de las mujeres y de los extranjeros, que carecían del privilegio jurídico de poseerlos. El fundamento legal y político del lenguaje liberal moderno no es la libertad, sino las formas de esclavismo que oculta. Por otro lado, Preciado sostiene que la noción moderna de libertad es una prerrogativa del propietario (una ficción soberana de “inmunidad”) no sólo colonial, sino también masculina. La noción de libertad que utiliza Milei es un privilegio patriarcal del cuerpo blanco, masculino y heterosexual.
No culpen al feminismo: Rock Fuerte en el Puticlub
El 19 de diciembre (fecha por demás sensible en el imaginario de 2001), Milei se llevó puesta la constitución dejándola como un mero pisapapeles. El decreto de necesidad y urgencia dispuesto deroga y modifica un conjunto de más de 300 leyes que impactan de manera directa (y nociva) sobre el conjunto de la sociedad. Días más tarde, envió al congreso un “Proyecto de ley de bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos”, un documento de 350 páginas que plantea retrocesos en términos de políticas y derechos ganados.
Ante esta situación, los derrotados siempre quedan con “el culo mirando al norte” y buscan que alguna cabeza ruede bajo la guillotina. Llama la atención que entre los culpables de la derrota, un amplio sector ponga en el centro de la escena al feminismo y las políticas de género (entre ellas la interrupción voluntaria del embarazo). Para ello, sostienen argumentos de extrema simpleza y cortisimo pensamiento donde esgrimen que el aborto, o las políticas orientadas a la igualdad de género, fueron un progresismo absurdo y pochoclo para la tribuna en un contexto de crisis donde la gente pedía “soluciones” (económicas por supuesto).
El pensamiento, por demás patriarcal hasta la médula, impide ver los verdaderos horizontes de transformación y revolución política. Sí, las políticas de género son revolucionarias. No se trata de aborto sí o aborto no, ante un contexto de crisis -“Pará piba, resolvamos la macro, vamos con ¡lo importante!, y después te damos permiso para decidir sobre tu propio cuerpo”- se trata de entender que el sistema neoliberal ataca las políticas de género para evitar los puntos de fuga en donde opera la imaginación política de los sujetos subalternos, y donde el “deseo”, en el sentido Deleuziano del término, genera desplazamientos.
Ante este potencial revolucionario, la ley de ómnibus de Milei se presenta como estrategia contrarrevolucionaria: En el texto de la Ley Micaela, que establece la capacitación obligatoria en perspectiva de género para los tres poderes del Estado, la expresión “violencia de género” se reemplaza por la de “violencia familiar y contra la mujer”. Históricamente, la categoría “mujer” es el efecto de la reducción de un cuerpo a su potencial reproductivo, pero esta noción de mujer oculta el proceso de explotación sexual y gestacional producido por la segmentación de lo humano en masculinidad y feminidad como polos complementarios de la reproducción heterosexual.
A su vez, el proyecto de ley ómnibus también propone modificar, entre tantas cosas, la Ley de Atención y Cuidado Integral de la Salud durante el Embarazo y la Primera Infancia, conocida como Ley de los Mil Días. Elimina la nominación “personas gestantes” –en el texto original– y la reemplaza por “madres embarazadas”. Además, hace mención en reiteradas oportunidades a “niños desde la concepción”, un concepto que es la base de los movimientos que se oponen al aborto. El útero femenino se vuelve de nuevo el órgano por excelencia del control político, pero también de la disidencia reproductiva.
Siguiendo a Preciado, este tipo de leyes que imponen los Estado-Nación es un acta de declaración y anexión de los úteros como territorios donde afirma su soberanía. Sería un error pensar que la noción de territorio nacional y la protección y extensión de fronteras concierne únicamente al territorio geográfico y no al cuerpo: “En el régimen patriarcal, el cuerpo masculino debe operar como un instrumento militar de ocupación y expansión, mientras que el cuerpo femenino es representado como un territorio que debe ser anexionado y ocupado”.
Estas leyes que supuestamente protegen el derecho de la mujer a ser madre, condenan al ostracismo al resto de sujetos políticos deseantes y gestantes. “¿Quién protege el derecho de un cuerpo al que le ha sido asignado género femenino en el nacimiento a ser lesbiana, a ser trabajadora sexual si así lo decide, incluso a ser madre puta o madre lesbiana, el derecho a no identificarse como mujer, a ser trans, a ser padre o madre trans, el derecho a definirse como una persona de género no binario, el derecho universal e inalineable a desidentificarse?”
Y al mismo tiempo: “¿Si tan importante es la reproducción de la vida humana en el seno de las naciones, por qué no existe una legislación semejante que regule la erección, la eyaculación masculina y el flujo de esperma?”.
Un baion para el ojo idiota
El 19 de diciembre el protocolo antipiquetes de Patricia Bullrich hizo su debut en los canales de televisión y redes sociales, un germen espectacular digno de Orwell, muchos recordaron la novela 1984 al escuchar en las estaciones de trenes y subtes el mensaje por alto parlante para denunciar (como en las peores épocas) a personas que cobrasen un plan social y fuesen ese día a marchar contra el ajuste. La policía subía a los colectivos para filmar a sus pasajeros y ante el menor índice de sospecha eran detenidos. Vigilar y castigar. Disciplinamiento y control de los cuerpos. Y a la vez: la sociedad del espectáculo.
La represión será televisada y distribuida a los consumidores, o no será. La reconfiguración del fetiche de la mercancía en la sociedad del espectáculo opera tal cual la pensó Guy Debord. Producción y consumo de represión, el cuerpo vivo espectacularizado listo para ser consumido entre los gases lacrimógenos. El concepto Un Baion para el Ojo Idiota es una forma de escapar al cliche de “la caja boba”, pero lo que intenta representar el título es la idea de que mirar la TV (y ahora el celular) nos pone a todos a bailar a un ritmo livianito, intrascendente (el Baion es un estilo de baile): “Opte hablar del ojo idiota porque yo lo consideraba así, un ojo que nos miraba a nosotros, que estaba para forzarnos a socializar de un modo especifico”, cuenta el Indio Solari en sus memorias.
Habrá que prestar suma atención a lo que viene, será necesario no pisar el palito y caer en distopías. “Estás llamando a un gato con silbidos”, atenti, evitemos tener que pegarnos el palo para finalmente darnos cuenta. Tratemos de mirar con nuestros ojos y no con los de la sociedad del espectáculo.
«Y los marines de los mandarines, que cuidan por vos las puertas del nuevo cielo».
Nuestro amo juega al esclavo
Queride compañere, lo que viene por delante nos tiene agobiades, pero que la sensación de la derrota no nos imposibilite la capacidad de encontrar puntos de fuga. No es que el pueblo «no sepa votar», como dice el filósofo Mark Fisher: «Debemos entender la resignada obediencia de la población al mandato de austeridad como la consecuencia de una depresión debidamente cultivada. Esta depresión se manifiesta en la aceptación de que las cosas empeorarán (para todos excepto una pequeña elite), de que tenemos suerte por el mero hecho de tener un trabajo (así que no tenemos que esperar salarios que le sigan el paso a la inflación), de que no podemos permitirnos la contención colectiva del Estado de Bienestar».
Estás notas no buscan arrojar una verdad, sino todo lo contrario, buscan ampliar y generar disparadores desde dónde pensar posibles desplazamientos de la imaginación y el deseo. Néstor Kirchner fue el último presidente en hablarnos de un sueño, habrá más que nunca que preguntarse por qué la política ya no menciona esa palabra, e ir más a fondo y pensar en todas las palabras que nos han robado, empezando por “revolución”. Hemos aceptado cada vez más la idea de que no somos el tipo de personas que pueden actuar.
Compañeres paremos la pelota, dejemos de desdeñar las utopías. Hay un mantra en el/la militante peronista de los últimos años que todo el tiempo tilda de utópicos a aquelles que piensan más allá de las disposiciones del llamado “pragmatismo” político. Ser pragmático no es más que ser estandarizado, secuenciado, y reproductivo de los órdenes existentes; la política no ha sido otra cosa que pragmática y ha dejado en los márgenes a la sociedad, a los sueños, a quienes sueñan con otra idea de mundo posible. Un principio de transversalidad desde el cual pensar y construir un horizonte de futuro, ese futuro que parece haber sido resignado y suplantado por pastillas de sertralina y rivotril.
Fisher señalaba que el mayor logró del neoliberalismo había sido el de obturar los horizontes de imaginación políticos, por lo cual el capitalismo se convertía así en un realismo, nada podía ser pensado ya por fuera de él. Revolucionarse implica entonces otorgarle protagonismo a la imaginación colectiva, La Comunidad Organizada de Juan Domingo Perón es ante todo una comunidad imaginada. Debemos inventar nuevas formas de involucramiento político, como dice Fisher: «Convertir la desafección privatizada en ira politizada».
Estamos en las trincheras, como dijo Dárgelos, lo que viene es cuerpo a cuerpo. “Si hace falta hundir la nariz en el plato lo vamos a hacer, por los tipos que huelen a tigre, tan soberbios y despiadados”. Saldremos de esta. Construyamos colectivamente aquello que soñamos, y allí nos abrazaremos entre todes. Merecemos bellos milagros, hagamos que ocurran. Feliz año.