El viernes 24 de mayo, se lanzó oficialmente Diarios y Periódicos de Córdoba. Participaron representantes de los doce medios que conforman esta flamante organización regional, más otras figuras vinculadas a la vida académica, a los medios de comunicación y a la política de la provincia. Creo interesante contextualizar este hecho para encontrar la riqueza de un proceso más general.
En 2008 un puñado de treinta medios, compuesto por pequeñas empresas editoras de periódicos de alcance regional formaron Dypra (Diarios y Periódicos Regionales Argentinos). Se elige para este agrupamiento la figura de cooperativa de provisión de servicio. Aquel núcleo inicial reunía experiencias asociativas anteriores. Por un lado pequeñas empresas periodísticas que a fuerza de empeño y no poco sacrificio cumplían desarrollaban su actividad en la Provincia de Buenos Aires. Por otra parte, incorporaba la experiencia de cuatro diarios cooperativos, tres de ellos recuperados por sus trabajadores tras la crisis de 2001. Hoy Dypra cuenta con más de 120 asociados de todo el país.
A cinco años de esa experiencia fundante, desde varios puntos de vista, se conformó hace unos días en la provincia mediterránea Dypcor (Diarios y periódicos Cordobeses). Una veintena de publicaciones periódicas de toda la provincia conforman un núcleo inicial. Dypcor se suma así a iniciativas similares compuesta por publicaciones que encuentran en el asociativismo: Dypsa (Diarios y Periódicos Santafecinos); Dypso (Diarios y Periódicos del Sudoeste Bonaerense); Red de Medios Barriales, de Capital Federal.
En 2008 las empresas periodísticas que se reunieron en Dypra pusieron “sobre la mesa” tres necesidades fundamentales para poder desempeñar su actividad: acceso al papel para periódicos, posibilidad de renovar la tecnología y mejorar las condiciones de comercialización de pauta publicitaria. Estos tres ítems son los determinantes para el desarrollo de la actividad y definen la viabilidad o no de los proyectos de periodismo impreso.
El papel para periódicos en Argentina lo produce Papel Prensa, una empresa controlada por el grupo Clarín, producto de su relación con la última dictadura militar, quien cede la titularidad de la fábrica ubicada en San Pedro (Buenos Aires). Si se mira bien, con ese esquema, cada periódico funciona como una sucursal de Clarín, ya que comercializa su “producto” entintado y portando contenido periodístico. Esto generaba todo un sistema de alianzas en el mercado editorial, que extendía las influencias del principal grupo de medios más allá de las páginas publicadas en sus periódicos. Desmontar ese esquema tenía una complejidad enorme desde la perspectiva de los pequeños editores.
El primer paso fue “diversificar” la provisión. Con un “fondo rotatorio” se realizaron importaciones de papel, lo que bajó levemente el costo, pero fundamentalmente se rompió la lógica de “cupos”, que era la forma en que se restrinjía las tiradas de los pequeños periódicos. Paralelamente se trabajó desde Dypra junto al Estado Nacional para que se intervenga en la operatoria que realizaba la empresa papelera. De esta manera se acompañó con información, argumentos y militancia la declaración de interés público la producción y comercialización de este tipo de insumo. En el tema del papel, el escenario actual se modificó sensiblemente gracias a los controles del Estado Nacional, que además se articulan con la participación de empresarios periodísticos en una comisión de seguimiento adhoc. Aún persiste el problema de los costos y la financiación de este insumo. Desde Dypra junto a la Red Gráfica (una federación que reúne a una treintena de cooperativas), se están diseñando algunos mecanismos para atacar esta situación.
Otro de los puntos que reunió a los asociados de Dypra, fue el de incorporar tecnología. El desafío es complejo. Por un lado el financiamiento para pequeñas empresas periodísticas no es tema simple. Por otra parte, el mercado de las impresiones periodísticas está cambiando profundamente por la concurrencia de factores como Internet (que resta lectores); el mayor consume de medios especializados por tema, por región, etc. (que suma lectores); el estandar de calidad creciente fijado por los consumos culturales en general (full color, etc.). A estos factores, deben sumarse que la escala de los pequeños medios no siempre hacen viable una maquinaria con altos costos de puesta en funcionamiento. Desde esta perspectiva, hace unos tres años se comenzó a trabajar con la Red Gráfica en un esquema de “polos de impresión”. En estos polos, convergen “capacidades instaladas” de gestión, de comercialización, de producción de medios gráficos, etc. Por ello se comenzaron a impulsar agrupamientos regionales como los casos de Dypsa, Dypcor, etc. Nace así, un proyecto convergente denominado “Rotativas Argentinas”, que busca precisamente fortalecer la capacidad de la economía solidaria de producir periódicos. La cuestión no se agota aquí, mediante diferentes acuerdos con instituciones crediticias se está avanzando en diferentes líneas capaces de impulsar la adquisición de equipamientos.
Este plan, en funcionamiento, requiere “jugar” en varios niveles: juntar capacidades, resolver las articulaciones institucionales, relevar capacidades instaladas y necesidades de consumo y, fundamentalmente, conocimiento del “mercado”. En este sentido, junto a la Red Gráfica y el CIGES (Centro de Investigación y Gestión de la Economía Solidaria), se encaró un relevamiento y estudio del mercado gráfico que va apoyando las diferentes gestiones que apuntalan el plan de “polos de impresión”.
El tercer punto, el de la publicidad, quizás es el más complejo de abordar. Requiere del máximo nivel de integración, ya no solo entre medios gráficos, sino articulados con radios, televisión, Internet, etc. Esto es así, fundamentalmente, para bordar los medianos y grandes anunciantes que definen su inversión en base a resultados pero también en base a diferentes dispositivos de medición de audiencia y planificación de la comunicación que se orienta a fortalecer el rol de los grupos de empresas de medios más concentrados.
Para encarar este punto no solo se requiere reunir medios sobre diferente soporte, medir y describir su capacidad de incidencia, a la vez que hacerla “apetecible” para los grandes anunciantes, sino que además se demanda la capacidad de integrar la diversidad de opciones de comercialización de una trama muy compleja y heterogénea, encontrar la manera de comunicar capacidad de segmentar por región, por públicos, etc. Para ello, es necesario un esquema de integraciones nacionales, regionales, locales, por tipos de medios pero también con la convergencia de múltiples plataformas. Todo esto sumado en una articulación general. Estos dispositivos hay que desarrollarlos en acuerdo con anunciantes de todo tipo (pequeños, medianos y grandes), que encuentren beneficios en estas redes como opción a los medios que hoy por hoy concentran buena parte de la pauta nacional.
Desde el punto de vista de esta estrategia, decimos que la clave es la capacidad de integración, de asociativismo, de generar redes de medios que vayan desde instancias locales, rama por rama y en la integración multimedial, hasta niveles regionales y nacionales.
Pensamos que un verdadero cambio en el mapa de medios argentino, que garantice la libertad de expresión, la distribución de la palabra, pero también la multiplicación de las propuestas culturales, la mirada desde las diferentes regiones de la realidad nacional, etc. depende en gran medida de la capacidad que tengamos de volver sólido cada uno de los nodos del entramado de medios de comunicación que vamos construyendo. Cuando a la solidaridad se la despoja de su sentido netamente moral y se la piensa como un concepto económico en el sentido que permite sumar capacidades productivas y de intervención en la desconcentración de mercados, se asume con facilidad que es la estrategia de viabilidad de las pequeñas unidades empresariales.
Por Nahúm Mirad*
Coordinador Programa Usina de Medios (INAES-Cooperar-CNCT)