En Los Molinos, cerca de 20 familias participaron de esta iniciativa organizada por el INTA y el Encuentro de Organizaciones. Sergio Job, vecino de la localidad e integrante del EO, precisó que «para poder trabajar en la escala que requiere el alimento para un pueblo necesariamente hay que generar totalidad, hay que recomponer lazos sociales, que por ahí no están tan dañados como uno lo puede ver en la ciudad».
El pasado martes, un grupo de 20 familias de la localidad de Los Molinos participaron de un taller de huertas comunitarias en el marco de una serie de propuestas que viene realizándose entre el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Encuentro de Organizaciones (EO), orientadas al «aprendizaje de distintas cuestiones para el desarrollo de huertas comunitarias y agroecológicas, que puedan permitir avanzar en lo que para nosotros es esencial, que es la autonomía, y que tienen que ver con avanzar hacia la soberanía alimentaria», según explicó en diálogo con Radio Tortuga 102.7, Sergio Job, integrante del EO y vecino de Los Molinos.
De alrededor de 300 habitantes que tiene la localidad, un total de 20 familias participaron de la jornada de capacitación teórica y práctica. «Casi todos los pobladores de la zona fueron despojados de su tierra por medio de engaños, presiones, distintos mecanismos, se fue concentrando la tierra cada vez en menos manos haciendo imposible por ejemplo poder acceder a un espacio para hacer una huerta comunitaria», estimo Job al tiempo que agregó: «Fue toda una lucha conseguir un espacio para empezar la huerta, hasta que un vecino nos prestó un tercio de hectárea».
En el marco de la iniciativa, vecinos y vecinas que forman parte del proyecto comenzaron con el trazado y arado del terreno con el objetivo de comenzar a producir sus propios alimentos. Se trata de una práctica común en las diferentes localidades del Valle de Paravachasca que motorizaron primeramente la modificación de ordenanzas que prohibieron la fumigación con agrotóxicos, tanto en el caso de Anisacate como de Alta Gracia, y el aprovechamiento de esas tierras para la producción agroecológica.
La soberanía alimentaria como objetivo
«Para poder trabajar en la escala que requiere el alimento para un pueblo necesariamente hay que generar totalidad, hay que recomponer lazos sociales, que por ahí no están tan dañados como uno puede ver en la ciudad, pero si hay distintos mecanismos que sostienen el sistema, como el puterío, la envidia, el consumo, que fueron lesionando y fragmentando incluso lugares tan pequeños como Los Molinos», precisó Job en relación a cómo se debería configurar la sociedad de cara a avanzar hacia la soberanía alimentaria. Para ello, «el trabajo en conjunto, el poder conocerse, establecer diálogo van de una manera tendiendo puentes y empezando a sanar esas distancias», agregó.
Para este tipo de iniciativas, según destacó Job, los saberes de los pueblos son de suma importancia. «La recuperación de esos saberes más el aporte técnico que nos pueden dar entidades como el INTA, y eso trabajándolo comunitariamente, son los primeros pasitos para poder recuperar la soberanía alimentaria», precisó el vecino. «La soberanía alimentaria empieza por cada uno de los pueblos y después se trata de ir proyectándolo en un nivel mas grande y que pone en cuestión la tierra para producir commodities, es decir especulación financiera, y por otra lado choca de frente con todos los intentos de seguir devastando el bosque para generar soja para el estado financiero y pone en cuestión también la propiedad de la tierra».