Rubén Cejas: una vida entre el canto y los tambores

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Desde hace poco más de cuatro años, el cantante y percusionista Rubén Cejas vive en Alta Gracia con su familia. Sin perder contacto con su Buenos Aires natal, donde se forjó como músico, en Paravachasca fue parte de “Víctimas del Tambor” y actualmente integra “Los SinSón” junto a Facundo Irazabal, Genaro Garbarino y Leandro Sánchez, con una propuesta musical de salsa afrocubana. En esta entrevista en el programa #TTT “Tarde para Tirar la Toalla” de la Radio Tortuga 92.9, repasó su extenso y diverso devenir artístico.

En estos días, con “Los SinSón” difundieron un vídeo en vivo, en el que interpretan una versión propia de “Carabelas nada”, canción que Fito Páez incluyera en su álbum “Tercer Mundo”. En las próximas semanas, la banda lanzará otro vídeo grabado el mismo día; esta vez con una canción de Rubén Cejas.

Entre sus planes para el futuro cercano, Cejas proyecta volver al aire de la Radio Tortuga 92.9 con el programa “La Tierra Llama”, que supo conducir algunos años atrás y en el que se dedicó a difundir música afroamericana con un cruce permanente entre canciones e historias.

Del baile al canto

“Nací en el Hospital Fernández, viví mis primeros años en Pompeya y de ahí nos mudamos a Villa Crespo, donde crecí. Y de ahí, vengo para acá”; sintetiza Rubén Cejas cuando se le pregunta sobre su origen.

RADIO TORTUGA (RT): ¿Hubo música en tu historia familiar?

RUBÉN CEJAS (RC): Sí, mucha. Mi hermano Víctor, que me lleva diez años, es cantante, primero de folklore y después de salsa. De él escuché los primeros temas de salsa que me gustaron. Mis padres bailaban mucho folklore y tango; y yo empecé bailando. En mi casa todos cantábamos. Pero empecé bailando folklore en ballet de modo profesional hasta los 19 años, cuando decidí ser cantante y no bailar más. No porque no me guste, sino porque me ganó la voz.

RT: ¿Empezaste bailando como un juego de niños o con un compromiso?

RC: Siempre me gustó la música y mis padres bailaban mucho en casa. Aprendí a bailar con mi mamá y después fuimos a las peñas de un club y empecé a tomar clases con ellos, con mis padres. Y antes de que terminara ese año, ya estaba en el ballet infantil de ese club. Y ahí empecé a bailar. Después hice destrezas de malambo con boleadoras. Ahí empecé a tocar bombo legüero y me nació el gusto por la percusión. Mi hermano tocaba guitarra y yo hacía la percusión. Teníamos un dúo familiar de jóvenes. Más grande, cuando tenía 16 años, bailaba bastante bien y estaba como primer bailarín del ballet. Entonces fui a hacer audiciones en el ballet Brandsen, en el ballet Salta. Quedé seleccionado, pero yo ahí ya quería cantar.

RT: ¿No tenías formación de cantante?

RC: No, autodidacta, con mi hermano. Empecé a hacer coros, tocar clave, maraca, huiro, como para acompañar. 

RT: ¿Él tenía un grupo de salsa?

RC: Sí, se llamaba “Los Hermanos Dimitri”. Era muy bueno. Estaba Bam Bam (N.delE.: Miguel Antonio “Bam Bam” Miranda fue un percusionista y luthier peruano, que en Córdoba integró la banda de La Mona Jiménez durante dos décadas) tocando las congas. Hay un vídeo en el programa Noti Dormi de Raúl Portal. Ahí estoy tocando la clave y cantando coros. Después decidí no bailar más folklore y cantar como solista, ya que ya tenía cuatro años haciendo coros.

Se hizo grabar cantando, convencido de sus capacidades como cantante. El sonidista se demoraba en darle su cinta, por lo que lo increpó, reclamándole que todos habían escuchado la grabación menos él. “¿En serio te querés escuchar cantar?”, le respondió el sonidista. “Si me decís así, más me quiero escuchar”, le espetó Cejas. “Escuché y era horrible, estaba desafinado”, recuerda ahora. El episodio le permitió advertir que era necesario estudiar mucho más, por lo que dedicó un año al canto lírico. “Me acomodó bastante, me sacó los miedos, me dieron trabajos para mejorar la respiración, técnica vocal. Junto con eso, me juntaba con mis amigos percusionistas para que me pasaran cosas de percusión. Y ahí empecé otro camino”, recupera, hurgando en sus recuerdos.

El descubrimiento de la salsa

RT: ¿Qué músicas se escuchaban en tu casa y qué fue lo que empezaste a elegir escuchar?

RC: Mi viejo escuchaba mucho tango y folklore bailable, sin letras. El que me trajo las otras músicas, el rock nacional, fue mi hermano. Ahí escuché “La máquina de hacer pájaros”, que es uno de los discos que más me gusta, y el primero de “Serú Girán”. Ahí empecé a escuchar rock nacional. El flaco (Luis Alberto) Spinetta me empezó a gustar más de grande. Me gustaba mucho Charly y escuchaba otras cosas también. En el 85 tenía 15 años, así que apareció Michael Jackson. Ahí me acerqué más al funky, a la música negra. Y cuando escuché salsa a los 16 o 17, dije ‘esto sí me gusta’; e investigué que más me gustaba era la música cubana. Era dificilísimo en esa época porque no llegaba material. Era difícil conseguir grabaciones que no fueran lo comercial. Nos hacíamos grabar cassettes de las radios de otros países y nos traían amigos que viajaban. Algunos temas no estaban completos, así que versionábamos pedacitos. La influencia más grande fue la del rock nacional cuando yo era chico. Después empecé a elegir. Tuve mi época Lerner. Me gustó el rock sinfónico, el heavy metal, con formaciones sinfónicas de guitarra.

En un primer momento, cantó lo que define como “salsa comercial”, que eran “los temas que llegaban”. Se sumó a la banda “La Poderosa”; con ella empezó a componer temas propios, tratando de conseguir un sonido que vinculara la matriz originaria del estilo con lo que se escuchaba acá: “Que creo que es lo que hay que hacer; no tratar de imitar una música de allá, sino traerla a lo que somos nosotros”.

Cuando esta formación se disolvió, Rubén Cejas empezó a cantar en orquestas de salsa. Así llegaron los años en “La Sandunguera”, que lleva más de 20 años de trayectoria. “El percusionista, que es el Tano (Gustavo) Martelli (también integrante de los Fabulosos Cadillacs), estaba armando un proyecto de música afrocubana; me invitó para ir a hacer coros, porque se había ido una de las cantantes. Fui al primer ensayo, me maravilló la música, las historias, cómo son las energías de la música y de la vida juntas, y me pidieron que me quede. Ahí empecé un trabajo más de investigación con gente que estaba mucho más avanzada en el conocimiento de la música cubana: libros, charlas, ir a tocar, pasar materiales. Cosas que aún no existen acá, que no las encontrás en los medios. Ahí me fui formando y me creció el interés sobre el que sigo investigando”, refiere.

Vivir de la música

RT: ¿La música era tu ingreso económico?

RC: En un momento sí viví de la música, antes de (la masacre de) CroMagnon (ocurrida el 30 de diciembre de 2004 en Buenos Aires). Menos los lunes, tocaba todos los días. Los fines de semana teníamos tres shows los viernes y cuatro los sábados. Tocábamos en ámbitos que nada que ver con la salsa. Tocábamos en el Roxy. Subía Charly (García) o Pappo, formaciones de rock, y nosotros éramos el grupo de salsa del lugar. Uno de los días del fin de semana, primero una vez por mes y después una vez por semana, hacíamos el show nuestro en el medio de los de rock. El regreso de Manal, Juana La Loca, IKV. Todos buenos grupos y nosotros en el medio, porque le gustábamos al dueño del lugar.

RT: ¿Y la recepción cómo era?

RC: Muy buena. Éramos muy extraños, haciendo salsa con bermudas, los dos cantantes pelados. Parecíamos los Red Hot (Chili Peppers) pero de la salsa. Era muy divertido el show. Traíamos la salsa desde un lugar argentino.

RT: ¿Y qué pasó a partir de CroMagnon?

RC: Tuve que sacar a relucir los otros oficios. Trabajaba en telefonía. Ahora estoy trabajando de pintor, tejido al crochet. Manualidades que sé hacer y que fui aprendiendo en la vida.

RT: ¿No soltaste la música? ¿Lo que hiciste fue sostenerte económicamente con otros laburos para no dejar la música?

RC: Nunca paré de cantar. Ninguna circunstancia… -hace una pausa como atragantado por un recuerdo- Un solo año dejé de cantar porque yo quise, como experiencia para dedicarme a hacer otra cosa. Creo que fue el año en el que fui más triste y me sentí peor. Y dije ‘no dejo nunca más’. Hoy sigo cantando, sigo tocando, sigo aprendiendo. -Entonces retoma el relato inicial- Cuando no podíamos tocar, producíamos las canciones, los arreglos. Se desarmaban bandas, formatos más chicos. He tocado con bandas, con pistas. Y en el medio, todo.

RT: ¿Cuándo llegás a Alta Gracia?

RC: Finales de 2016.

RT: ¿Qué pasó entre CroMagnon y Alta Gracia? ¿Cómo fuiste modelando tu profesión y tu vocación?

RC: Adquiero más repertorio para cantar con pistas, que fue lo primero que se pudo hacer después de CroMagnon. Sin banda. En los boliches, en los primeros años no se podía bailar. Se cambiaron todos los horarios de Buenos Aires. Todas las movidas eran hasta las 12 o dos de la mañana, cuando ésa era la hora en que empezaba antes. Y de ahí empiezo a cantar con mi hermano de vuelta. Yo había dejado de cantar con mi hermano en los primeros años porque él cantaba mucho y yo estaba en el inicio de los estudios. Teníamos una diferencia de calidad que cuando nos juntábamos a cantar era muy notoria. Dejamos pasar unos años y de ahí pasamos a cantar con pistas juntos. Entonces conocí a Juanjo Velázquez, que es bajista, con el que tuvimos el grupo “Murumba”. Ahí empiezo a componer temas para grabar. En el medio tuve otro trabajo que era cantar imitando a otros cantantes en música para fitness…

RT: ¿Cómo era eso?

RC: Una empresa que vende insumos para gimnasios, que es de una familia de músicos, iluminadores y deportistas, empieza a hacer música con el BPM (beats o pulsaciones por minuto) para hacer fitness. Necesitaban cantantes para ese repertorio con ese beat nuevo. El primer trabajo que me salió fue el de imitar a Celia Cruz. Fue un trabajo de diez años.

RT: ¿Y a quién más te tocó imitar?

RC: A Luis Miguel, a Quinito Méndez, a varios. Después de eso, se empieza a poner muy caro el paquete de temas que se compraba a los autores a precio de dólar. Entonces ahí empiezo a componer temas para fitness. Temas que no dicen nada: “Muévelo muévelo muévelo”. Tengo como 80 temas de eso. Algunos son salsa o rap, volcados a ese género, según lo que me pedían. Entonces me empiezo a asociar con el que hacía la música, que era DJ también, y empiezo a registrar mis temas en SADAIC. Y ahí crecí musicalmente en otro aspecto, el de crear la música y cobrar por eso.

RT: Y gestionar, que es algo que al músico le cuesta tanto…

RC: A mí me cuesta un montón. La parte de la burocracia ahora es más simple, se puede hacer casi todo online. Pero igual tenés que saber cómo se hace, cómo se arma, qué mandar. Es un aprendizaje desde lo institucional para llegar a que tu música te genere otros ingresos.

Las sierras en el horizonte

Rubén Cejas tenía su vida armada en Buenos Aires. Había recorrido varias provincias con su música e incluso había llegado a Brasil. Pero no estaba en sus planes dejar la capital del país. Su compañera, la cantante Mara Ferrari, tenía su familia repartida entre La Pampa y Alta Gracia. Cuando en 2016 se enteraron que ella estaba embarazada, empezaron a plantearse si era Buenos Aires el lugar donde querían que su hija creciera.

Participaba en cuatro grupos en Buenos Aires, como compositor, como cante principal. También era sesionista de otras cuatro bandas. “En 2016 ya se empieza a desarmar Buenos Aires, se siente el cambio para peor. Empieza la duda de donde queremos que nazca Lucero (su hija), si queríamos que transitara el subte, que viviera en Constitución en un monoambiente”, recuerda Rubén Cejas. Con su compañera tenían un afiche en el que anotaban los pros y los contras de quedarse e irse. En 2015 habían venido por Alta Gracia y Rubén se había llevado una buena impresión de la ciudad. “Cuando conocí Alta Gracia, sentí que era un lugar donde se podía respirar. Caminaba cuatro cuadras y tenía un espacio verde; el río, las sierras. Estaba cerca Córdoba si necesitaba una ciudad para hacer otras cosas”, repasa en su memoria. Aclara que nunca cortó relaciones con Buenos Aires y que no se fue enojado, que siempre tuvo en claro que arribó a Alta Gracia en busca de mejor calidad de vida para su hija. “Mientras se podía ir, cada mes y medio viajaba a hacer seminarios, a tocar con las bandas de allá. Cuatro o cinco días trabajaba allá con mis amigos y visitaba a la familia”, apunta, refiriéndose a los días pre pandémicos.

“Estoy bien acá, porque descubrí cosas que me pasan que allá no me pasaban. Como estar abocado a un solo proyecto musical. En Buenos Aires estaba en cuatro, dividido y siendo parte de distintas formas; como formador, como cantante. Cuando llegué acá, empecé a ser el director de lo que armo. Me pone más en un compromiso con lo que estoy haciendo particularmente. Le puedo dedicar más energía y más tiempo y lo disfruto un montón. Extraño a mis amigos, pero no a la ciudad”, analiza, con un tono seguro y cálido.

Voz y tambor

“Víctimas del Tambor” fue su primera formación en Alta Gracia. Ni bien arribó, con su compañera armaron un espectáculo llamado “De Salón”, en el que conjugaban canciones de ella con cantos de él con la clave. Pero el inminente nacimiento de la hija, llevó a que Mara dejara de cantar. Entonces Rubén se sumó a Leandro Sánchez, músico interesado en la percusión, con quien se empezó a juntar en ensayos. Se anexó César “Turbo” Mora, otro percusionista de la zona. Entre los tres, con tambores batá, empezaron a tocar folklore afrocubano. El debut del grupo fue el 6 de enero de 2017 en una fiesta reggae en la que también tocaron “Yaku Raíz” e “Índigo”. “De allí nace la idea de armar una banda que tenga una base de folklore afrocubano, que necesita al menos de seis a siete músicos, entre percusión y voces. Entones hice el taller, que después fue ‘Víctimas del Tambor’. Muchos percusionistas de Paravachasca venían al ensamble y armamos el grupo con el que estuvimos tocando un año y medio, hasta que se empezó a desarmar”, avanza Rubén en el relato. Este corte coincidiría con una pausa de la banda “Abeja Reina”. Entonces, con Rubén Cejas y Leandro Sánchez de un lado y Genaro Garbarino y Facundo Irazabal del otro, se arma “Los SinSón”, formación que los encuentra tocando actualmente.

RT: Recientemente sacaron un video en vivo de “Carabelas nada” de Fito Páez. ¿Se viene otra canción?

RC: Sí, otra canción de ese mismo día que se llama “Siempre”, que es mía, y que había compuesto en Buenos Aires.

“Una de las grandes partes que me hace crecer en la zona es que soy docente de canto”, subraya en la despedida de la charla, aludiendo a “Voz Presente”, el proyecto que sostiene con Mara Ferrari, en el que también participa Genaro Garbarino, y con el que brindan clases a quienes estén interesadas e interesados en sus voces: sean cantantes, docentes e incluso periodistas. Con este último asterisco se completa el concepto que esta narrada biografía descubre a cada paso: La vida de Rubén Cejas es un continuum musical que se reinventa y se redescubre con cada nuevo proyecto.

Escuchá completa la entrevista a Rubén Cejas en los siguientes audios:

Entrevista a Rubén Cejas, Parte 1
Entrevista a Rubén Cejas, Parte 2

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