Perfil de Oscar Salas: un imaginador tenaz de las historias, los dibujos y los sonidos

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Entrevistado por el programa “Tarde para Tirar la Toalla” de la Radio Tortuga 92.9, el altagraciense Oscar Salas se define como un imaginador que apela a la batería, la escritura y la ilustración “cuando el trabajo lo amerita o las ganas llaman”. En la charla, repasa sus inicios acompañado de estímulos abrepuertas, adelanta detalles de su flamante novela “La Bruja de la Noche” y regala anécdotas de su vida artística y, en particular, de los siete meses en los que le tocó dibujar a “Inodoro Pereyra” nada menos que para el eterno Roberto Fontanarrosa.

RADIO TORTUGA (RT): Sos baterista, escritor e ilustrador. ¿Ordenás de alguna manera tus oficios al presentarte?

OSCAR SALAS (OS): No. Me considero un imaginador. Doy rienda suelta a cualquiera de esas actividades cuando el trabajo lo amerita o las ganas llaman.

RT: ¿Cómo llegás al arte?

OS: Todo tuvo que ver con el estímulo familiar. Mi viejo era un dibujante tremendo, era escritor, era muralista. Mi vieja pintaba y cantaba hermoso. Yo crecí rodeado de eso. Mi viejo escuchaba folklore, música clásica. Cuando conocí a los Beatles en la radio, tenía que escucharlos a escondidas. Mi viejo me decía “¿quiénes son los melenudos esos que meten tanta bulla?”. Un poco crecí en ese ambiente. Y te imaginás que cuando tenía siete u ocho años era mucho más fácil acceder a un pedazo de papel del almacén y un lápiz y largarme a dibujar que pensar en tener una batería. Lo que primero empezó a desarrollarse fue el laburo de dibujante. Después, a medida que empecé a leer libros, a María Elena Walsh, me decía que quería escribir como esa mina. La literatura es ritmo, es matemática, es rima. Es tiempo perfecto. Como si un batero mete un palo fuera de tiempo, lo mismo pasa con la métrica de la poesía. Descubrí que todo estaba vinculado.

RT: ¿Cómo se fue forjando tu oficio? ¿Cómo fue tomando forma como para que se convirtiera en tu modo de vida?

OS: Estímulos. Cuando era chico, mi viejo tenía una habilidad tremenda para hacer percusión con los dedos arriba de la mesa. Los domingos se juntaban en la casa de mis abuelos que quedaba al lado de mi casa con sus hermanos que tocaban el banjo. Mi abuelo cebaba mates debajo de un nogal enorme. Mis tíos hacían jazz con los banjos y mi viejo metía quilombo con las maracas. Yo los veía haciendo esa música tremenda y les miraba los pies, que marcaban el compás a medida que tocaban. De ahí me quedó un concepto sobre la música. Que cuando alguien toca, si el resto, quienes lo escuchan, mueven los pies al ritmo… ¡está todo bien! Porque por ahí pueden ser muy virtuosos, pero si la audiencia no se mueve, hay algo que no está pasando. Esos fueron mis inicios, mis primeros contactos con la música. Después siempre estuvo incorporada en mi laburo. Yo no puedo trabajar sin música. Cuando estoy en la computadora, tengo música y atrás mío está la bata. Por ahí llega un tema, entonces dejo la compu, voy, toco el tema y vuelvo a la compu. Son estímulos que empezaron muy temprano.

RT: Tu adolescencia, ¿te encontró decidido a ser artista?

OS: Había mucho miedo porque la palabra artista venía relacionada con lo que era mi viejo, un talento tremendo pero al mismo tiempo muy bohemio. Ése para mí fue un ejemplo de que el artista no podía vivir del arte. Te tenías que dedicar a otra cosa para tener una familia. Y el arte era un hobbie. Al final de mi secundario, tomé una determinación muy fuerte. Decidí que no podía trabajar en una oficina ni cumplir un horario y una rutina. Entonces empecé a creer en mi capacidad para dibujar y escribir, que eran muy incipientes. Hubo bastante alarma en la familia. Que te vas a cagar de hambre y qué sé yo… Yo le hice caso a mi instinto y a partir de ahí, me fui cruzando con gente que fue clave en mi vida y me fue abriendo puertas. No sé cómo pasaron tantas cosas, hoy miro para atrás y parece que hubiese vivido veinte vidas haciendo cosas distintas. Lo que pasa es que soy una máquina, un apasionado de lo que hago y cuando me apasiono con algo, no me para nadie. Por eso creo que he hecho tantas cosas y he sacado adelante tantos proyectos.

“Soy como un perro que no suelta un hueso hasta que no le sacó la última gotita de jugo”, grafica y como si la narración de su vida fuese parte de una novela gráfica, Salas apela a esa misma habilidad de juglar que despliega en los talleres que desarrolla en las escuelas para dejar escapar una “anécdota” que permite entender lo que narra: “Una vez le preguntaron a un ciempiés cómo hacía para caminar tan rapidito, coordinando las cien patitas sin tropezar… Dicen que el ciempiés se puso a pensarlo y no pudo seguir nunca más”. Salas hace una pausa y concluye: “Yo no me lo pregunto, mi vida ha sido ir para adelante con puertas que abrieron otras y otras y otras…”

Entre casualidades y causalidades

Al repasar los “hitos” que marcaron su trayectoria artística, Salas se desprende generosamente de su responsabilidad en los libros del Inspector Chunchurreta, al señalar que son obra “del grosso de Fanue (Jorge Flores Soler)” y que él tuvo sólo la alegría de ilustrárselos.

“Todo vino así, entre casualidad y causalidad”, alude como introducción para meterse en la experiencia compartida con el bajista Santi Ortiz, fallecido en 2018: “Cuando lo conocí a Santi Ortiz, él tenía 13 años y yo 17. Iba a mi casa y yo había logrado armar una batería que era una especie de Frankestein, con un bombo de acá y un tambor de otro, unos platos de allá. Y el Santi tenía un bajo de madera de fórmica que no sé quién se lo había regalado. Caía a mi casa para tocar y metía la cabeza en el bombo de la batería para escuchar los golpes y seguirlos con el bajo. Yo jamás me imaginé que quince años después íbamos a recorrer todos los colegios de Córdoba y muchas provincias de la Argentina con bajo y batería, en un proyecto que era una aplanadora”.

En rigor, esta propuesta conjugaba narraciones con ilustraciones en un atril y canciones interpretadas con bajo y batería por Santi Ortiz y Oscar Salas: “La gente no entendía cómo con tan pocos recursos a la vista, podía resultar un producto tan tremendo. No hacía falta ni vestuario ni pintarse ni vestirse de payaso. Pero además con el Santi, que le puso música a lo que yo escribí, coincidíamos con los gustos musicales. Él no le puso música a nada, pensando en lo que se escuchaba en ese momento. Le ponía la música que nos gustaba a los dos y funcionaba. Eso te da la pauta de que la buena música funciona en cualquier época y con cualquier público. El infantil es el público más difícil de todos porque no te caretea nada. Si la onda no les copó, empieza el bardo. Hablan, bostezan, se levantan, se van. Nosotros habíamos logrado un producto con el que todos estaban prendidos. Fue mágico y muy profesional. El Santi era muy claro con todo lo que hacía musicalmente, yo aprendía un montón con él. Al lado de ese tipo, todo era muy fácil porque él tocaba todo y uno lo seguía atrás”.

Entrevista a Oscar Salas, Parte 1

Dibujar a “Inodoro”

El rosarino Roberto Fontanarrosa, autor de cuentos y novelas, guionista e ilustrador de personajes inolvidables como “Boogie El Aceitoso”, en sus últimos siete meses de vida, imposibilitado de seguir dibujando, cedió a colegas esta responsabilidad. Por sugerencia del también humorista gráfico Cristóbal Reinoso, conocido con el seudónimo de “Crist”, Oscar Salas fue el elegido para hacerse cargo de “Inodoro Pereyra, el renegáu”, cuyas tiras se publicaban semanalmente en la Revista Viva.

Al evocar aquel capítulo central de su historia, Salas viaja más atrás en el tiempo hasta sus primeros años como humorista gráfico: “En mis primeros años en (la revista) Hortensia, separé una serie de dibujos que tenían que ver con los chicos metidos en este mundo cruel y roto de los adultos. Un mundo que considera a los niños como objetos de consumo, como adultos en vías de desarrollo. Había preparado un montón de dibujitos que publicaba en Hortensia, aparte de los otros, que eran los chicos y la escuela, los chicos y la televisión, los chicos y la violencia, los chicos y la guerra. Y un día los junté a todos y le mandé (a Roberto Fontanarrosa) por cartero un sobre con dibujos para ver si él tenía ganas de hacerme una presentación o un prólogo para un libro al que yo había pensado ponerle ‘El Cuco ya fue’. El Cuco, al lado de este mundo tremendo que armamos con los chicos, es un gil. Allá fue. Y hubo que esperar un mes para que de Rosario viniera algún tipo de respuesta. Y el ‘Negro’ (Fontanarrosa) me mandó una cosa tremenda para la presentación del libro; maravillosa. El libro salió, se editó, se vendió muy bien. Pero ni él ni yo en ese momento hubiésemos imaginado que yo iba a terminar dibujando Inodoro Pereyra”.

RT: ¿Cómo fue para vos dibujar los últimos inodoro Pereyra?

OS: Totalmente inesperado. Caído del cielo. Una noche me llamó Crist y me dijo: “che, el Negro está enfermo, no puede mover la mano, no puede dibujar más; yo voy a dibujar los unitarios, los chistes que salen los domingos en Clarín y vos vas a dibujar a Inodoro Pereyra que sale los domingos en la Revista Viva”. Y yo le dije: “vos estás en pedo, Crist. Me queda grande por todos lados eso”. Además, la forma en que yo lo admiraba a Fontanarrosa; dibujar como ese tipo… ¡olvídate! “No hay tiempo, es mañana y lo vas a hacer vos”, me dice. No es que había un mes o un mes y medio para hacer un casting de dibujantes para ver a quién le salía mejor el Inodoro, la Eulogia y el Mendieta (los tres personajes principales de la tira). Este atorrante me puso el cuchillo en la panza… Porque Crist me conoce y sabe que soy un tipo muy dúctil para dibujar y puedo manejar distintos estilos. Me dijo: “yo mañana viajo a Rosario, preparame algunos dibujitos para que los vea”. Ahí, sin mucho convencimiento le dibujé unos Inodoro y unos Mendieta espantosos. Y volvió de Rosario con una sugerencia de Fontanarrosa, donde me decía que el Inodoro era más urbanoide y que no era un personaje de ilustración infantil como los que yo hacía. Ahí me lo tomé un poquito más en serio.

Se metió nuevamente a trabajar con los dibujos y le envió una nueva tanda con Crist. Fontanarrosa respondió por mail, anticipándole que en dos días, el martes siguiente, le mandaría el guión para que el viernes Salas estuviese mandando las tiras terminadas. “Y así largué. Sintiendo que le estaba pasando una cosa espantosa”. Salas recuerda a Fontanarrosa como un tipo de extraordinaria generosidad, además de su talento. “Él quería que yo me divirtiera”, subraya, “me decía ‘creá tu propio Inodoro’”.

Salas no quedó conforme con su primera entrega, en la que trató de copiar lo más fielmente posible a los icónicos personajes. Y recuerda que al día siguiente de que se publicara la primera tira ilustrada por él, mientras estaba dando talleres en algún pueblo junto a Santi Ortiz, lo llamó un periodista de Rosario para entrevistarlo como el cordobés que tenía a su cargo ilustrar a Inodoro Pereyra. “Y ahí me pregunta ‘¿y cuándo sale la primera tira ilustrada por vos?’ Y yo le digo, ‘mirá, salió ayer’. Y se ve que el tipo tenía la revista delante de él y me dice, ‘no, no puede ser, te sale igualito’. Yo sabía que no, pero me dije si este compró, puede comprar un montón de gente más y me sentí tranquilo”, repasa con ternura.

Conforme fueron pasando las semanas, Oscar Salas fue adquiriendo confianza y también reconoce que recién a partir de la cuarta o quinta tira, empezó a disfrutar la tarea: “Fontanarrosa se daba cuenta y me felicitaba; porque a los personajes de Inodoro, la Eulogia y Mendieta trataba de hacerlos muy fieles a cómo él los hacía, pero a los personajes secundarios como indios, vacas, sapos, chanchos, les clavaba el estilo mío y me divertía. Y él me alentaba eso. Leer esos guiones te hacía cagar de risa. Ahí te dabas cuenta de la genialidad del tipo que podía prescindir de los dibujos para hacerte reír”.  

Salas recuerda que un día que estaba en la Feria del Libro de Alta Gracia, recibió un llamado del periodista Chiche Gelblung, desde una radio de Buenos Aires, preguntándole qué sentía por la muerte de Fontanarrosa. Así se enteró de la noticia. “Creo que recién tomé conciencia de la muerte de Fontanarrosa el primer martes que no me llegó su guión. Ahí me faltó algo que esperaba todos los martes. Fueron siete meses más o menos, unas 15 tiras. El tipo era un grosso”, concluye.

La segunda oportunidad de «La Bruja»

“La Bruja de la Noche” es su más nuevo libro. Se trata de una novela de más de 400 páginas, con ilustraciones, tapa dura, guardas, que sacó a la calle a través del Grupo Editor 7.

RT: ¿De qué se trata esta nueva novela?

OS: Tiene de todo. Misterio, terror, ciencia ficción en algunos pasajes, aventura, acción y una historia de amor de fondo. Es un libro de esos que ya no se ven; con tapa dura, unas guardas que hice para dibujar. Una cosa es laburar en la compu y otra es tener el libro en la mano. La edición es una cosa tremenda.

“La Bruja de la Noche” es de alguna manera la reescritura de un libro anterior de Salas, “El talismán de la bruja” que, pese a que tuvo muy buena repercusión, no dejó del todo conforme al escritor: “Se vendieron 15 mil ejemplares, me lo seguían pidiendo, a la gente le había gustado. A mí me había quedado un ejemplar en casa. Un día lo agarré después de un año y pico, lo leí y me dije: ‘esto es una cagada’. Ahí me di cuenta de que la novela tenía posibilidades tremendamente más grandes que yo había desaprovechado. Que daba para hacer una historia mucho más rica, más amplia, más completa. Interiormente, sentí que la había largado verde. Sentí que esa historia merecía una nueva oportunidad y durante cuatro o cinco años estuve trabajando de nuevo en esa idea, ampliándola, revisando cada pasaje. De un libro que originalmente tenía 200 páginas se fue a otro que tiene 450 con ilustraciones y lo que le agregué. Éste es el trabajo que yo quería hacer, ésta es la novela que yo quería escribir”.

La pandemia encontró a Salas con el libro escrito pero sin certezas sobre su publicación. Le encargó la lectura a la escritora y editora Marta García, quien le realizó una devolución positiva que devino en una conversación que derivó en la oportunidad de que el Grupo Editor 7 se hiciera cargo de la publicación. “Es una edición de ésas que ya no se ven”, celebra Salas, exultante con el resultado.

Hacia adelante, tiene previsto presentarla en octubre en el marco de la Feria del Libro de Córdoba, junto a músicos de jazz y se entusiasma con la idea de, antes o después, poder también armar alguna presentación en Alta Gracia.

Entrevista a Oscar Salas, Parte 2

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