*Por Hugo De Pascuale
En obras, esperando que esa medialuna que corona el escenario principal vuelva a brillar como un arcoíris mientras en la pantalla Clark Gable de impecable bigotito conquiste finalmente a la caprichosa Scarlet O´Hara o Palito, viola en mano, se largue con una serenata para Violeta Rivas.
A nuestro primer coliseo hay que restaurarlo, repararle el techo, esa enorme panza de dinosaurio descascarada con unos círculos concéntricos alabeados por donde antaño se colaba el aroma a peperina mientras Francisco Petrone comandaba la tropilla con el gauchaje rumbo al fortín.
Pampa Bárbara, esas sí que eran películas. -Y bueno, y que querés, si nosotros teníamos el cine mas grande de Sudamérica! -No, pará, pará, el mas grande no, el segundo creo. – Y qué, a ver, mil setecientas butacas, y cuando te instabas en el pulman con una paleta de las mas grandes de misky y estirabas las gambas sobre la butaca de mas abajo ¡uy dió!
El cine nacional andaba al mango, cintas con Hugo Del Carril, José Marrone, Tilda Thamar, Palito Ortega y Violeta Rivas eran anunciadas con esos afiches tamaño sábana que ocupaban los vitrales del portal . En las producciones que venían del norte se pudo ver la memorable El Viejo y el Mar con Spencer Tracy entre otras.
Por los años de los ochenta la sala comenzó a decaer en la calidad de sus proyecciones hasta su cierre definitivo, pero conservó su prosapia de gran teatro. Por allí paso el gran Borges con su suave decir, casi balbuceante, pero de ajustado castellano. Un vecino de la ciudad, pibe y lustrín por entonces, contó que Borges había venido caminando desde el Sierras Hotel y jura que dejó brillantes los zapatos del escritor.