Opinión: A contramano

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Más allá de la geopolítica, de los acuerdos de cooperación mutua, de los bloques económicos, de las organizaciones internacionales y de todos los esfuerzos de achicar las brechas culturales en la aldea global, existe una universalidad que trasciende nuestras particularidades casi sin demandar que nos esforcemos. Esa universalidad se denomina genéricamente Patriarcado. El sistema Patriarcal y machista, es sostenido (poco más, poco menos) en todo el globo y consiste en la subordinación de la mujer a los deseos del hombre y la consiguiente distribución desigual de oportunidades y derechos.

En occidente, es moneda corriente reducir a la mujer a la categoría de objeto sexual para deleite de la platea masculina. Los concursos de belleza son la principal forma que reviste este mecanismo. Atendiendo a todo lo antes dicho, es lógico entonces que en una fiesta de colectividades, en donde se celebra la diversidad cultural, premiemos y hagamos gala de lo que une más allá de las diferencias de nuestras naciones: el machismo.

Ahora, teniendo en cuenta que estamos en el siglo XXI, que muchas mujeres, organizaciones de la sociedad civil, activistas y escuelas de pensamiento crítico como el feminismo y las surgidas posteriormente, han llamado la atención sobre este fenómeno. Que los estados destinan mucho esfuerzo y millones en revertir las consecuencias de este sistema. Que en nuestro propio país la moda es la prohibición de los concursos de belleza y elección de reinas y princesas: Preocupa que una fiesta (que por motivos que desconozco había olvidado esta práctica) retome con bombos y platillos la elección de la Reina.

Pese a los intentos de  maquillar esta decadente practica -como valorar conocimientos generales o elementos que trascienden lo meramente físico- lo central de la elección sigue y seguirá siendo el grado en que estas postulantes se ajusten a (peligrosos) estereotipos de belleza. No hay que perder de vista que, si bien, parte del jurado está integrado por mujeres (para mi más alarmante aún) quienes suben al banquillo a ser juzgadas siguen siendo mujeres, quienes se exhiben son mujeres, quienes son factible de cosificar son mujeres y que en el estado de las cosas subestimar la fuerza de esta práctica es seguir condenando a la mujer a la sumisión de este sistema.

*Por Gastón Casabella
Integrante de Devenir DiverseReina

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