A los 90 años, con 13 condenas a prisión perpetua encima, murió el 27 de febrero Luciano Benjamín Menéndez, acaso uno de los mayores criminales de lesa humanidad que azotó nuestro país en los años 70. Paradójicamente, en el día en el que se cumplía un nuevo aniversario del llamado «Navarrazo» que inauguró en 1974 en Córdoba, el terrorismo de Estado en la Argentina.
«Nuestro Pinochet», lo definió Camilo Ratti, autor de su biografía no autorizada, «Cachorro», en una nota a la que tituló «El asesino del pueblo» y que publicó en el sitio AlReves.net.ar. Allí, además de catalogar a Menéndez como «una de las vigas estructurales del Terrorismo de Estado que fracturó en mil pedazos la sociedad argentina», Ratti lo señala como «el centurión anticomunista y antiperonista» que cumplió el mandato familiar de «liquidar la Argentina revolucionaria y el proyecto de la patria socialista y popular».
Haciendo expresa referencia al legado cultural y político que Menéndez dejó en Córdoba, Ratti manifiesta que con su advenimiento cuatro décadas atrás, «la Córdoba de las campanas se tragó a la Córdoba revolucionaria y vanguardista» y que «su inmenso poder de comandante perforó a la civilidad cordobesa y construyó una alianza que perduró en el tiempo, aunque más tarde el precio por los servicios prestados recayera sólo sobre los bolsillos del ex general».
«Su último acto de cobardía lo cometió este 27 de febrero», lamenta Ratti, «cuando partió hacia quién sabe donde, llevándose consigo información imprescindible sobre miles de compatriotas».
El amor que cura tanto dolor
En un texto en primera persona que publicó en su página de facebook, el ex secretario de Derechos Humanos de la Nación e integrante fundador de la agrupación HIJOS, Martín Fresneda, se negó a celebrar la muerte de Menéndez, pese a recordarlo como el responsable de la desaparición y muerte de ocho familiares suyos. «Mucho amor fue necesario para curarnos y el ejemplo de las viejas, de las madres, de las abuelas. Después de tanto horror no quedaba lugar para el odio», apuntó.
Asimismo, remarcó que «se murió gozando de los beneficios de la democracia» que negó a sus víctimas y que se murió sin brindar información sobre el paradero de los detenidos desaparecidos ni de los nietos apropiados.
«Se va Menéndez y con él se va parte de la verdad que necesitamos para reparar esta sociedad», lamenta Fresneda en su texto, más destaca esperanzado que se queda otra parte de la Verdad, «la que se construyó al fuego de esta lucha contra la impunidad, la de los pañuelos. La que aprendió a hacer flores rojas con las penas. La de miles que cada 24 de marzo llenan y reviven esta lucha que ya es de todos y todas, es del pueblo argentino».
FOTO: MANUEL BOMHEKER