«Cuando me preguntan a quién le canto, digo, a una Ceci Raspo chiquita»

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Entrevistada en el programa «Tarde para Tirar la Toalla», la reconocida cantante y violonchelista Ceci Raspo, de notable carrera dentro del campo de la música infantil, brindó detalles de su trayectoria artística y analizó el universo de la producción cultural para las infancias.

Escuchá la entrevista completa: https://radiocut.fm/audiocut/entrevista-a-ceci-raspo-en-tarde-para-tirar-toalla/

«Yo vengo de una familia de músicos, desde mi bisabuelo. Mis abuelos fueron fundadores de la Orquesta Sinfónica de Córdoba, pero venían haciendo música desde antes. Después mi papá y mi mamá fueron parte de la Orquesta Sinfónica y mis hermanos y mis tíos también. La particularidad de mi casa es que todos somos músicos de instrumentos de cuerdas. La mayoría son violinistas. Mi papá y mi hermano más chico tocan la viola y yo y mi bisabuelo, el violonchelo. La música en mi casa se escucha, se hace, se disfruta y se produce casi de manera natural».

Así introdujo la charla Ceci Raspo, al preguntársele sobre sus primeros contactos con la música. Asimismo, se despegó de una mirada romántica sobre el asunto, al referir que de niña se pasaba horas estudiando: «La formación del músico clásico es muy rigurosa, muy estricta y conlleva muchísimo esfuerzo en horas de estar sentado frente al instrumento y al atril; trabajando la técnica y el método de estos instrumentos».

Graficó Ceci Raspo que lo que para otra persona podría parecer extraño, era lo común en su vida: «Vivía enfrente de una plaza y trataba de terminar rápido de estudiar el instrumento para cruzarme y jugar al fútbol. Era la hermana del medio de dos varones. Nos era natural estar frente a un instrumento y convivir con nuestras infancias, entre los rastis, el fútbol, las muñecas y los dibujitos».

CECI RASPO EN EL PAÍS DE LA MÚSICA INFANTIL

RADIO TORTUGA (RT): ¿En algunos momentos sentiste la necesidad de correrte del mandato familiar que volcaba tu destino hacia la música?

CECI RASPO (CR): Sí. En realidad no quería tocar el chelo de ese modo. A los 17 dije «no toco nunca más». Casi se mueren en mi casa. Estaba muy enojada. Siempre fui la nena de la casa y la rebeldona. Agarré el estuche un fin de semana, lo cerré y dije que no quería tocar más. Lo que quería decir es que no quería tocar más con esa rigurosidad, con esa cosa estructural que tenía. Cuando salí del secundario y tuve que decidir a qué me iba a dedicar, fui a la universidad; yo digo que fui seis meses a la Escuela de Arte a molestar, porque no hacía otra cosa. Iba, tomaba mate y volvía. Y descubrí la música popular de la mano de unos compañeros de estudio que me acompañaron a hacer folklore. Después exploré por el tango, por el rock, hasta que descubrí en un festival de la música infantil latinoamericana y el caribe este rubro que se hizo en Córdoba. Más o menos para mis 20 años. Y cuando descubrí lo que hacían, dije «esto es lo que yo quiero hacer». En ese festival, cada músico mostraba lo propio de cada lugar, de cada región que venía y se lo ofrecían al público infantil de la mejor manera que podían. Y eso me pareció muy valioso. Eran musicazos enormes, ofreciendo a los niños la llegada de esas propuestas musicales muy elaboradas. Yo dije que tocaba el violonchelo y música clásica, y quería ofrecerles a los chicos eso; música de muy buena calidad. Ahí me alejé un poco del caminito de mi familia y empecé a hacer mi propio camino.

RT: ¿De chica escuchabas música infantil?

CR: Mi abuelo nos había regalado un disco de «Pedro y el lobo», que es una obra sinfónica que cuenta una historia. Teníamos un disco de «Promúsica» de Rosario y uno o dos discos de María Elena Walsh y «Ruidos y ruiditos». No era lo que más se escuchaba, porque teníamos que pedir que lo pusieran, pero se escuchaba todo tipo de música.

RT: Cuando elegís el camino de la música infantil, ¿por dónde lo encarás?

CR: Lo primero que intenté fue componer porque todos hacían sus canciones. En mi formación como instrumentista, la composición no estaba dentro de los aprendizajes, por lo que me costó mucho y lo sufrí. Entonces me dije que hay mucha música preciosa ya inventada por colegas y que por alguna cosa u otra no llega al público al que yo me dirijo, que son los cordobeses. Entonces me puse a recopilar las músicas que están dando vueltas y a elegir. Estábamos trabajando con el grupo «Los Tinguiritas» con Marcos Gouda. Ensayábamos kilométrica cantidad de horas en los arreglos y en el modo de presentar la música al público.

RT: ¿Cómo recordás tu debut en un escenario frente a este público de niños y niñas?

CR: Sufrí muchísimo. Vengo de la formación clásica. Era música de orquesta. Estaba metida en una fila de violonchelos, donde era el chelo uno o diez, pero estaba acompañada de otros. Cuando nos presentamos por primera vez con «Los Tinguiritas», éramos dos. Marcos Gouda era flautista y yo violonchelista. Yo por primera vez ofrecía mi voz al público y creo que hicimos dos canciones y un cuento, y terminé llorando. Pensaba que la gente se había dado cuenta de que yo estaba haciendo algo que no sabía hacer. Tuve que desaprender muchas estructuras que la música clásica me enseñó para poder disfrutar de lo que hago.

El camino de «Los Tinguiritas» inició en 1999. Los siguientes shows fueron en la sala «La Chacarita» de Córdoba y en un festival de música infantil en Colombia, al que se habían anotado como parte de una proyección artística en la que los viajes tenían un lugar preponderante. A partir de allí, Ceci Raspo inició un camino de profundo disfrute, en el que tomó herramientas de otras áreas, como el teatro, para aprender a improvisar ante los errores y los imprevistos.

UN ESCENARIO PARA IMPROVISAR, JUGAR Y DISFRUTAR

RT: ¿Qué descubriste de empezar a reconocer a las niñas y niños como público?

CR: Una de las características más fuertes es que el público adulto se sienta en una butaca, en una silla de un bar, frente al escenario, y le gusta o no le gusta, se queda hasta el final, y después critica, solo o en diálogo con otros. El público infantil se sienta y te mide. Si a la tercera canción no le gustó, se levanta y se va a jugar a otra cosa. No te contempla, no te tiene paciencia. En el mismo momento, no le gustó y se fue. Así como tiene esa cosa espontánea de que si les gustó, dice «quiero otra, cantemos de nuevo la misma». Uno juega con otro tipo de exigencia. El público infantil no quiere quedar bien con vos. Es un juego permanente buscar la complicidad del público. Hay niños que te llevan la contra todo el tiempo, pero tienen que estar muy atentos para darte la contra. El escenario se vuelve un espacio donde se improvisa, se juega, se disfruta muchísimo.

En estos veinte años con la música infantil, tras «Los Tinguiritas», Ceci Raspo integró «Tres de Azúcar», «La Carreta», «Menta Piperina» con shows en los que compartió escenario junto a otras y otros músicos, narradores, clowns, actores y bailarines. Y en 2015 tomó la decisión de encarar su propuesta artística desde su nombre propio: «Ceci Raspo».

«Fue una gran evaluación y un gran descubrimiento», valora al referir a esa decisión que le permite compartir su proyecto con músicas y músicos que si necesitan abrirse, lo pueden hacer sin que la propuesta se caiga. «No existe la universidad ni la escuela de la música infantil, entonces todo lo que hice fue pensado, repensado, recontrapensado, mirado, analizado. Después de muchos años de pensar la actividad de un modo, hoy puedo decir que la disfruto muchísimo porque le encontré mi modo de mirarla y me siento muy segura de lo que estoy haciendo», analizó Ceci Raspo.

RT: ¿Qué ha cambiado en la producción de música infantil de 20 años a esta parte?

CR: La comunicación con el público, las redes sociales, el uso de la internet; la tecnología. Muchísimas cosas. Cuando empecé a hacer música para niños, me preocupaba por cantar más o menos lindo, que los arreglos fueran lindos, que mi vestuario fuera lindo y que el show tuviera una continuidad y una unidad. Hoy tengo que pensar en redes sociales, si de fondo voy a poner una pantalla gigante, quién va a ser una animación, si voy a poner un nombre y cuántas luces voy a poner en el escenario, tener un community manager. Hoy es un lío, no solo soy artista, sino que también soy productora. Entonces mi trabajo se ha multiplicado millones de veces.

RT: ¿Qué pensás que en las infancias ha cambiado y qué sigue vigente de 20 años a esta parte?

CR: Lo que sigue vigente es la espontaneidad de los chicos como público y cómo interactúan. No sólo los que están sentados en una butaca. El año pasado, que trabajamos por virtualidad, los papás me mandaban fotos de los chicos pegados al televisor. Yo no podía creer que funcionara y que los niños interactuaran. La cuarentena nos enseñó que hay millones de formas más de comunicarnos con nuestro público. Y los niños siguen teniendo esta exigencia de ser escuchados y ser importantes en el show. Lo que ha variado es que los niños de hoy tienen acceso a herramientas que antes no tenían. Hoy los chicos disfrutan más de lo presencial, pero hemos logrado acercar distancias inmensas con la tecnología.

RT: De 20 años a esta parte se han puesto en debate los derechos de las infancias, con un cambio de paradigma a partir del cual se los deja de considerar objetos de protección para reconocerlos como sujetos de derecho. En tu producción musical y en tu feedback con ellos y con ellas, ¿de qué manera te ha atravesado?

CR: Antes se los pensaba como adultos pequeñitos. En el área de artística se pensaba que daba lo mismo lo que se hiciera, total eran chicos y no entendían. Hay muchísimas frases que han ido cambiando. En mi caso, siempre cuando me preguntan a quién le canto, digo, «a una Ceci Raspo chiquita». Pienso en mí cuando era chiquita como un público ideal. A mí me escuchaban, tenía derecho a opinar sobre cualquier cosa, sabía quién era mi familia. Tenía muchas cosas que hoy las defiendo para quien no las tiene, que hoy trato de apuntalar para quien está en otra condición. Los acompaño desde ese lado a los niños.

En estos días, un vídeo suyo fue publicado en un ciclo audiovisual virtual del Espacio para la Memoria Campo La Ribera. En él, Ceci Raspo, a través de canciones infantiles, se dirige a los adultos consumidores de estos contenidos con mensajes vinculados a los derechos de las infancias.

Ceci Raspo entiende que «ningún niño accede a nada, sino es de la mano de un adulto»; sea éste su padre, su madre, un tío, un abuelo o la maestra. Y que son estas personas quienes habilitan la información a las niñas y niños. En ese marco, cuenta que su producción artística está orientada a las niñas y niños, y también a los adultos que acompañan. «Eso está escrito en todas mis propuestas para los espectáculos que ofrezco», subraya.

Con las flexibilizaciones a las medidas sanitarias, Ceci Raspo empezó a reinventar sus propuestas para adaptarlas a los formatos que permitan los protocolos. Abriendo el paraguas hacia un verano en el que espera que las lluvias no opaquen los espectáculos al aire libre, sigue su inquieto trashumar, confiada por el camino recorrido y esperanzada en las oportunidades que vayan a presentarse.

MÁS INFO DE CECI RASPO: ceciraspo.com

FOTOS: CECI RASPO, HUGO ORTIZ Y EDUARDO FISICARO

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